Vietnam, el pueblo y la guerra  

Posted by Fernando in

Cora Ratto

© 1971

CEAL - Centro Editor de América Latina. Cangallo 1228

Indice

UNA GUERRA DE LIBERACION. 1

EL ORIGEN DE VIETNAM. 2

LA DOMINACION EXTRANJERA. 4

EL AUGE DEL COLONIALISMO. 4

LA CRISIS ECONOMICA MUNDIAL Y LA DECADENCIA DEL REGIMEN COLONIAL 5

EL ESTABLECIMIENTO DEL ESTADO VIETNAMITA INDEPENDIENTE. 6

1946-1954 — LA GUERRA COLONIAL FRANCESA. 7

LA PAZ DE GINEBRA. 10

LOS ESTADOS UNIDOS EN GUERRA. 12

EL DERRUMBE. 14

PORQUE LA GUERRA DE VIETNAM ES UN PROBLEMA MUNDIAL 16

Notas 17

Bibliografía. 18

Ho Chi Minh. 18

Negocios en Vietnam. 19

La Conferencia de Paz en París 19

UNA GUERRA DE LIBERACION

Un conjunto de circunstancias ha convertido a la guerra de Vietnam en uno de los grandes acontecimientos de nuestra época. Esas circunstancias son: el momento en que se produce la intervención norteamericana, coincidiendo con la derrota de las fuerzas coloniales francesas por el movimiento de liberación vietnamita; el lugar geográfico en el cual Vietnam está ubicado, en el extremo sud del litoral de Asia sobre el Pacifico, frente a la unión de este océano con el Indico; la contemporaneidad del conflicto con el avance del proceso revolucionario liberador en los países dependientes, con la descomposición creciente de las “sociedades satisfechas” establecidas en los países avanzados, con la presencia de China como gran potencia en el escenario mundial y con la consolidación de los estados socialistas de Corea del Norte y de Cuba.

Tratar de comprender qué ocurre en Vietnam —por qué y cómo los norteamericanos están allí, por qué no pueden ganar esa guerra, por qué los vietnamitas son tan tenazmente heroicos— es una necesidad para todo aquel que quiera comprender el mundo en que vive. Para un latinoamericano la tarea es particularmente difícil. Son muchos los factores que contribuyen a dificultar la comprensión: el Vietnam es casi nuestra antípoda, toda la nomenclatura de lugares geográficos y de hombres suena abstrusa en nuestros oídos, la información es fragmentaría y, en muchos casos, deformada (mucho más deformada que la que recibe, por ejemplo, el pueblo norteamericano ya que las grandes agencias noticiosas tienen especial interés en que “el mal ejemplo” no cunda en los países dependientes) y, además, mirando hacia el Atlántico sud, las cosas del Asia son, para nosotros, mucho más remotas que lo que pueden serlo para otros pueblos de América latina con costas sobre el Pacífico.

En general, no hay nada que ayude menos a comprender, que repetir como “slogans” que los norteamericanos no pueden dejar Vietnam porque tienen que detener el avance del comunismo o que es inexplicable que un pequeño pueblo pobre pueda enfrentar con éxito a la mayor potencia militar del mundo. Atenerse a esos esquemas es cerrarse a la comprensión.

El Vietnam está luchando por su liberación nacional contra todos los que a ella se opongan, llámense colonialistas franceses o imperialistas japoneses o norteamericanos. Las guerras que se han sucedido en territorio vietnamita son etapas de una revolución nacional. Se trata pues de entender los motivos por los cuales Francia primero y luego Japón y otra vez Francia y después los Estados Unidos han estado o están interesados en que Vietnam no sea libre. Mirada desde este ángulo la “inexplicable” resistencia del pueblo vietnamita a sus agresores externos y a los títeres que éstos manejan en el interior, se vuelve fácilmente explicable: todos los pueblos han luchado o luchan por su independencia hasta lograrla, con mayor o menor heroísmo, con más o menos tenacidad, mejor o peor dirigidos y, según esas alternativas sufriendo mayores o menores derrotas, soportando treguas más o menos prolongadas, pero siempre hasta el fin.

No es fácil valorar todos los factores históricos, geográficos, culturales, económicos o políticos que hacen que la lucha de un pueblo por su liberación tome determinadas formas, se acelere o se detenga por influjo de acontecimientos internacionales y por las características de sus líderes nacionales, pero el conocimiento es el mejor camino para la comprensión.

Sin pretender el conocimiento erudito, parece posible dar, a grandes rasgos, un panorama que comprenda los imprescindibles datos históricos, geográficos, culturales, económicos y políticos, en el cual la lucha actual del pueblo vietnamita pueda ser ubicada en su contexto.

EL ORIGEN DE VIETNAM

La extraña forma del mapa vietnamita que se desarrolla a lo largo de toda la costa oriental de la península indochina, ensanchado en el Norte y en el Sud alrededor de los dos grandes deltas de los ríos Rojo y Mekong, reducido en el centro a una estrecha faja de terreno comprimida entre las estribaciones de la cordillera annamita y el mar, configura sin embargo una bien definida unidad geográfica. Prueba de ello es que, habitada desde tiempos remotos por diversos grupos étnicos, éstos constituyeron un país, perfectamente diferenciado de sus vecinos, antes de la era cristiana.

Naturalmente hay diversidad de paisaje y de climas en los 329.000 km2 (un área algo mayor que la de Uruguay), que se extienden desde el Paso de Cao-Bang en la Cordillera que marca el limite con China hasta la Punta Ca Mau, cabo extremo en el Sud, a lo largo de 1.600 km.

La distribución de tres regiones primero: Tonkin, Annam y Conchinchina y luego de dos: Vietnam del Norte y Vietnam del Sud, sobre el mapa de Vietnam, son modernas invenciones de colonizadores e invasores y no tienen ninguna raíz —ni por otra parte reconocimiento— ni en la historia ni en la geografía ni en la cultura vietnamita.

Las tradiciones culturales, el tipo de organización social, el arte y el idioma permiten caracterizar perfectamente al Vietnam como unidad nacional en relación con sus vecinos Laos y Camboya y aún con China, a pesar de la milenaria dominación que este país ejerció sobre Vietnam en el pasado.

Los países de esa unidad se remontarían al siglo II a. C., cuando empiezan a aparecer en las crónicas de los historiadores chinos referencias al “país de los Viet”, hacia el que comienza a orientarse la codicia de los emperadores. Estos ocuparán el Vietnam desde el siglo II a. C. hasta el 393 de nuestra era, fecha en la que el jefe Ngo Quyen logró la evacuación de las últimas guarniciones chinas del territorio nacional.

Se inicia entonces una larga historia de luchas entre señores feudales y diversas dinastías que, por periodos más o menos largos, triunfan sobre las apetencias locales y logran gobernar el reino unificado. Hacia fines del siglo XVI da comienzo la presencia europea en el Vietnam. Llegan primero los portugueses que ya han ocupado Macao (1557), luego los holandeses, los ingleses y los franceses. Son navegantes, comerciantes y misioneros; las prósperas factorías se multiplican sobre la costa vietnamita.

Empieza así una época cuya historia es fácil de comprender para todos aquellos pueblos que han vivido en carne propia la deformación de la economía, la usurpación de los recursos naturales, la distorsión de las relaciones sociales y el proceso de aculturación de que va acompañada la dominación extranjera.

Aunque el período colonial propiamente dicho habrá de comenzar sólo a fines del siglo XIX, desde el siglo XVII y durante todo el siglo siguiente, las luchas entre reyes y señores feudales, entre estos y los omnipotentes mandarines, entre todos los poderosos nativos y el campesinado siempre oprimido, se mezclan con las disputas contra comerciantes y misioneros occidentales. Las disputas con éstos no toman un carácter frontal ni continuado. A las medidas de prohibición de difundir el catolicismo se suceden períodos de tolerancia y aun llamados a autoridades católicas para hacer acuerdos de colaboración educacional y cultural; a la interdicción para el comercio libre con Occidente sigue la autorización para la instalación de factorías independientes. Las alternativas de ese proceso están señaladas por las necesidades de reyes y señores de reforzar el propio poder con la ayuda extranjera y mantener su dominio sobre el bajo pueblo, de cuyo trabajo casi esclavo depende la riqueza del país. Cabe señalar que, cuando en 1772 se inició la gran insurrección campesina de los Tay-Son —que tomó ese nombre de las montañas del oeste del survietnam donde se refugiaron los primeros insurrectos—, que duró más de treinta años, para sofocarla se unieron a la monarquía feudal y a sus protectores manchúes fuerzas mercenarias francesas.

La gran revuelta Tay-Son, reivindicada todavía como la “gran guerra revolucionaria” del siglo XVIII, tuvo la particularidad de que, por primera vez, la inmensa masa campesina contó con el apoyo no sólo del clero budista y taoísta sino también con fuerzas de la naciente clase comerciante.

Los Tay-Son obtuvieron el triunfo y, aunque éste fue efímero, permitió poner de manifiesto las ventajas de su sólido carácter nacional: la llamada dinastía Tay-Son unificó y pacificó al país, impuso el vietnamés en lugar del chino como lengua oficial, creó una moneda única, auspició la organización de un verdadero ejército, etc. Pero la toma de Hanoi por los mercenarios franceses, en 1802, permitió restablecer en el trono a la anterior dinastía y restablecer el antiguo orden social. Desde entonces, la agitación agraria no cesó y cada año, en el momento de la cosecha, partían de Saigón, para dominar a los campesinos, verdaderas expediciones guerreras encargadas de hacer la que se llamará “guerra de las estaciones”. Entre tanto, recrudece el asedio occidental. El fin de las guerras napoleónicas en Europa reaviva los intereses comerciales transoceánicos: los ingleses, que ya han ocupado Singapur en 1819 y tienen los ojos puestos en China, buscan poner un pie en Vietnam, y lo intentan en nombre de la “Compañía de las Indias Orientales”, en tanto que los franceses, definitivamente desalojados de la India, buscan más hacia oriente mercados para sus productos de ultramar y materias primas baratas. Sin embargo, el poco espíritu comercial de los vietnamitas de las clases altas, debido seguramente a la influencia de los mandarines, retrasa los acuerdos.

La apatía de los gobernantes para tratar los, por otra parte leoninos, acuerdos comerciales que se les ofrecen, sumados al recuerdo de las cruentas luchas libradas con el pueblo en el siglo anterior, mueven a los occidentales a tomar caminos más expeditivos. El 31 de agosto de 1858 llega a Da Nang, puerto próximo a Hué, en la zona media de Vietnam, una escuadra francesa comandada por el almirante Rigault de Genouilly; éste conmina al mandarín-gobernador a que se rinda en el término de dos horas y el 2 de setiembre ocupa los fuertes de la bahía sin negociación y sin declaración de guerra.

LA DOMINACION EXTRANJERA

Al producirse la ocupación extranjera de la bahía de Da Nang, Vietnam era un país unificado, cuya capital Hué se ligaba con las dos grandes ciudades, Hanoi en el norte y Saigón en el sud, a través de la “gran ruta de los mandarines”, verdadera espina dorsal del país. Había adquirido sólidas características nacionales; en lengua vietnamita se habían escrito importantes obras literarias, su escultura y arquitectura reconocía la influencia china, pero tenía características bien diferenciadas. La familia y el culto de los antepasados mantenían su fuerza tradicional, pero la situación de la mujer era de menor sometimiento que en China. Los cultos de Buda, Confucio, el taoísmo y la fe cristiana, que comenzaba a expandirse, se repartían el interés religioso de la población.

Vietnam era un país rico pero no próspero, como consecuencia de la anacrónica organización social y de la avidez de los notables, que imponían tributos excesivos a la actividad de campesinos y pescadores.

Los franceses distorsionaron el desarrollo, forzando la producción de todo aquello que interesaba a su comercio (arroz, alcohol, opio, sal, maderas preciosas, marfil, especias y las minas de carbón), con total desprecio por el mantenimiento de reservas o la preservación armoniosa del medio. Además, auspiciaron las discordias entre grupos étnicos o religiosos, entre los distintos sectores económicos y las diferentes regiones, buscando dividir para reinar.

Las fuerzas desembarcadas en Da Nang fracasan en su intento de tomar Hué y marchar hacia el norte y deben esperar refuerzos. Empobrecida por la política de Luis Felipe y Napoleón III, Francia quiere urgentemente un apoyo en Indochina para su comercio con China. En febrero de 1859 la nueva expedición francesa logra tomar Saigón. Comienza entonces a organizarse la resistencia popular, pero se marca claramente la diferente actitud de los distintos grupos sociales: mientras los campesinos enfrentan decididamente al invasor, los grupos comerciales, que se desarrollan en las ciudades al amparo de la reducción de las trabas aduaneras, serán proclives al entendimiento con los ocupantes. El gobierno de Hué cede las tres provincias orientales del Vietnam Meridional a la autoridad francesa. Esas provincias constituyen el núcleo de lo que en Francia comenzará a llamarse Cochinchina, así como se llamará Annan a la región central y Tonkin, al norte. Cuando los franceses comprenden que la vía del Mekong es impracticable para llegar a China, deciden extender su dominación hacia el norte. Recién en 1882, podrán ocupar Hanoi. La imposibilidad de obtener la colaboración de la población local, obliga a Francia a montar una complicada administración colonial. Pero las dificultades para estabilizar su control político no impiden que los beneficios económicos sean extraordinarios. El país es saqueado literalmente, los colonos reciben tierras de las que se ha despojado a los naturales sin ninguna compensación.

A fines del siglo XIX, las tres entidades creadas artificialmente —Cochinchina, Annam y Tonkin—, forman junto con Laos y Camboya, que también han caído bajo el dominio francés, la “Unión Indochina”. Esta será la gran proveedora de Francia de dinero y carne de cañón. El dinero proviene de los monopolios de la sal, el alcohol y el opio, en manos de compañías francesas. Las levas compulsivas la proveerán de soldados para sus aventuras guerreras.

EL AUGE DEL COLONIALISMO

Hasta 1930, cuando la crisis mundial comienza a barrer las ilusiones coloniales, llega el período de auge de la dominación francesa en Indochina. Desde principios de siglo hasta entonces sólo un aspecto no tuvo variantes: el enriquecimiento de la metrópoli a costa del país sometido. Hubo variaciones del modo de explotación y de las relaciones políticas.

Vietnam no fue una excepción a las formas “normales” de la expansión imperialista. Las grandes sumas de dinero que salieron de Francia hacia Indochina no se aplicaron a modernizar la zona o industrializarla y cuando realizaron algunas obras públicas fue tendiendo a favorecer su comercio exterior, sin consultar los intereses de desarrollo del país. Por otra parte, los balances comerciales atestiguan fehacientemente que las ganancias retiradas por las compañías francesas son mucho mayores que las sumas invertidas en el país. No quiere decir esto que el Vietnam no haya progresado en cierta forma durante esos años. Progresó en el atraso, como ocurre con todos los países dependientes. La introducción de algunas industrias y de los modernos medios de transporte —aunque en la forma distorsionada que ya señaláramos— produjo grandes cambios en la organización social. El campesinado siguió siendo el sector mayoritario, pero muchos trabajadores del campo se incorporaron a las tareas en las minas y las fábricas. Y junto con la clase obrera vietnamita se desarrolla una burguesía parasitaria del régimen colonial.

La primer oposición al sistema colonial, entre 1905 y 1910, estuvo encabezada por los letrados monárquicos, pero fue derrotada. La conmoción producida en todo el sistema colonial por la primera guerra mundial, determinará un cambio de métodos y contenidos en la lucha de liberación. Surgen numerosas organizaciones terroristas de diverso tipo, que actúan sin coordinación entre sí. En 1923, los reclamos de comerciantes nativos contra el monopolio francés de la exportación, lleva a la creación del partido Constitucionalista, que sólo tendía a lograr una mayor inserción de la burguesía local en el sistema colonial. Falto de apoyo popular, el movimiento languideció sin mayores ulterioridades.

En 1925, en Cantón, delegados de varias ciudades vietnamitas, crean la Liga Revolucionaria de la Juventud Vietnamita, que tiene preponderante participación en las huelgas que a partir de 1929 sacuden al país. En cada una de las tres regiones en que está dividido el territorio surgen en ese mismo año organizaciones que se proclaman comunistas. El 3 de febrero de 1930 se unificarán en el Partido Comunista de Indochina, constituido en una reunión de delegados de todo el Vietnam, realizada en territorio chino, presidida por Ho Chi Minh.

LA CRISIS ECONOMICA MUNDIAL Y LA DECADENCIA DEL REGIMEN COLONIAL

La gran crisis de 1929 provocó la caída de los precios de los principales productos de exportación y afectó por consiguiente las ganancias de las compañías francesas. Mientras todo el dinero que pudo sacarse a los contribuyentes franceses se volcó a subvencionar las empresas coloniales, la crisis se descargó sobre los sectores obreros y campesinos, cuyos salarios fueron fuertemente rebajados. Naturalmente se multiplicaron las huelgas obreras y las revueltas campesinas y el gobierno colonial las reprimió de la manera más sangrienta. Entre 1930 y 1932, varias manifestaciones populares terminan en matanzas horribles, los presos en las tristemente célebres prisiones de Poulo Condore y la Guayana Francesa, sobrepasan los 10.000. Una delegación de intelectuales franceses, presidida por Gabriel Peri, documenta en 1932 la espantosa situación en que se encuentran los detenidos y las torturas a que se los somete.

El escándalo internacional obliga a Francia a hacer un cambio en la situación. Se instaura en el trono al rey Bao Dai, que había vivido en París hasta 1925, y se anuncian una serie de “reformas”, pero esas reformas son tan falaces como el propio poder del rey y de sus funcionarios, sometidos completamente al dominio de los residentes franceses.

La invasión del Japón al territorio chino y más tarde la guerra mundial afectarán la situación en Indochina. A principios de 1939, los japoneses ocupan la gran isla vietnamita de Hainan y se acercan peligrosamente a la frontera de China con Tonkin. Cuando en junio de 1940 Francia es derrotada y se instaura el régimen de Vichy, la capitulación de la administración colonial frente al Japón es total. La actitud de la población es la opuesta. La insurrección cunde tanto en el Norte como en el Sud. A fines de 1940 ocho provincias llegan a independizarse del poder colonial; es en ellas donde por primera vez aparece la bandera de la estrella, que llegará a adoptarse como símbolo nacional en 1945. En mayo de 1941 se realiza una gran reunión nacional, presidida por Ho Chi Minh, en la cual se hace un profundo estudio de la situación y se determina la necesidad de unir a todas las fuerzas nacionales dispuestas a combatir por la liberación y contra el fascismo. Se funda el frente antimperialista, “Viet Nam Doc Minh” (abreviadamente Viet Minh), vasta organización de masas que asume la responsabilidad nacional de organizar y unificar la insurrección armada. Con el apoyo popular el Viet Minh crece y se vigoriza política y militarmente. Los triunfos de las fuerzas populares son tales que en el Congreso del Viet Minh, realizado en julio de 1944, muchos delegados proponen la inmediata insurrección general, pero Ho Chi Minh considera que el paso sería prematuro e indica la necesidad de intensificar la guerra de guerrillas.

En marzo de 1945 el ejército japonés derrota a los franceses en Indochina, pero la lucha es continuada por los vietnamitas que, en abril del mismo año, crean el Ejército de Liberación, que dirigirá desde entonces el general Giap, quien como primera medida crea la Escuela Militar.

El 7 de agosto, al día siguiente de la explosión atómica de Hiroshima, Ho Chi Minh constituye el Comité de Liberación del pueblo vietnamita que, el 13 de agosto, lanza el llamado a la insurrección general. El 15 de agosto capitulan los japoneses, el 16 entra en Hanoi el primer destacamento del Ejército de Liberación, el 25 abdica Bao Dai en Hué y se realiza en Raigón una manifestación gigantesca, e inmediatamente se crea un Comité Ejecutivo encargado de hacerse cargo de la ciudad y que está integrado por comunistas y nacionalistas. El 29 de agosto se crea en Hanoi un gobierno provisional, en nombre del cual, el día 2 de setiembre, Ho Chi Minh proclama la independencia del país y el advenimiento de la República Democrática del Vietnam.

EL ESTABLECIMIENTO DEL ESTADO VIETNAMITA INDEPENDIENTE

Por primera vez, después de 80 años, se forma en Vietnam un gobierno nacional independiente decidido a consolidar la unidad del país. Los 16 meses siguientes, hasta el 19 de diciembre de 1946, fueron decisivos en la historia vietnamita.

En el orden interno, la eficacia con que había sido conducida la lucha por la liberación acarreó la ampliación del consenso nacional de todas las clases; hasta Bao Dai, con el nombre de Vinh Thuy, aceptó el cargo de “consejero supremo” del gobierno encabezado por Ho Chi Minh.

Las mayores dificultades se generaron en el campo internacional, ya que una verdadera red de intrigas y ambiciones se tendió sobre Vietnam apenas terminada la guerra en Asia.

En Potsdam se había decidido que la rendición japonesa en Indochina se haría ante los chinos al norte del paralelo 16 y ante los ingleses al sud. Los ingleses, que no tienen en Vietnam intereses particulares, pero que están fuertemente preocupados por los movimientos de liberación que van triunfando en Malasia, Birmania, Indonesia y Filipinas, se convierten en Indochina en propulsores del restablecimiento colonial francés. Chian Kai Shek, por su parte, alienta la esperanza de conservar para China el dominio de la península Indochina, por lo menos al norte del paralelo 16. Los norteamericanos, por medio del O.S.S. (Office of Strategic Services), persiguen sus propios intereses económicos e instalan en Hanoi una representación que queda a cargo del agente Gordon y del mayor Patti, que jugarán un papel no desdeñable en las intrigas políticas.

Sólo gracias a la claridad de su línea política, a la severa honestidad con que esa línea fue aplicada y a la capacidad de organización excepcional, que contó con el apoyo de las masas, el gobierno de la República de Vietnam pudo sobreponerse al caos.

En primer lugar se estableció taxativamente que se había realizado solamente una revolución nacional; podían participar en el gobierno y efectivamente participaron todos los sectores que deseaban la independencia del país; sólo se distribuyeron entre los campesinos pobres las tierras que pertenecían a los agresores extranjeros o a los reconocidos traidores a la patria, pero no hay expropiaciones generales. Un católico eminente es designado Ministro de Economía y uno de los cuatro obispos católicos vietnamitas, monseñor Le Huu-tu, es elegido miembro de la Asamblea Nacional.

En segundo lugar se trata de profundizar al máximo esa revolución nacional: los monopolios de la sal, el opio y el alcohol son suprimidos; se nacionalizan los servicios de utilidad pública (electricidad, ferrocarriles, aguas sanitarias, imprentas); las tasas de interés son considerablemente disminuidas; se hace obligatoria la jornada de ocho horas; se garantizan las libertades individuales y la libertad sindical; se promulga una ley de educación y se entabla una lucha contra el analfabetismo que, en menos de un año, obtiene espectaculares resultados. Pero la gran batalla debe ser librada contra el hambre: las carencias del año anterior se anuncian como inminentes y el gobierno constituye un “Comité central de producción agrícola intensiva y rápida” encargado de salvar al país de una nueva hambruna. El Comité se ramifica en provincias y comunas de todo el país; no queda sin cultivar ni un trozo de terreno libre en ciudades y pueblos. Se logra quintuplicar la producción de papas, cuadruplicar la de maíz, triplicar la de soja. El hambre es evitada.

El gobierno logra un importante éxito diplomático al firmar los “acuerdos del 6 de marzo” de 1946 con Francia, reconoce “a la República de Vietnam como Estado libre con gobierno, parlamento, ejército y finanzas propias, como parte de la Federación Indochina y de la Unión Francesa...” Aunque en apariencia los acuerdos de marzo limitan las primitivas aspiraciones del gobierno democrático, es indudable que le otorgan una base legal que fortifica sus posibilidades de actuación sobre todo en el sud, donde los militares franceses se han hecho fuertes en las guarniciones de que todavía disponen para dificultar la unificación del país. El hecho grave es que en Francia, alrededor del gobierno de liberación, han comenzado a recomponerse los grupos vinculados a los intereses coloniales. Mientras en junio de 1946 se realiza en Fontainebleau una conferencia franco-vietnamita para definir los términos en que se verificará la inserción de la ex colonia en la Federación Indochina y en la Unión francesa, el almirante d’Argenlieu, residente en Saigón, decide forzar la situación y poner al gobierno vietnamita frente al hecho consumado, creando la “República de Cochinchina”, dentro de la administración francesa, con el pretexto de organizar mejor en el sud un referendum de unificación. D’Argenlieu, francamente apoyado desde París, restablece derechos aduaneros, reconoce al Banco de Indochina como Instituto Federal de Inversiones, etc. En franca violación de los acuerdos de marzo reúne en Dalat una Conferencia, en la cual participan elementos pro-franceses de toda la península, y crea la Federación Indochina excluyendo a la República Democrática de Vietnam. La actitud de D’Argenlieu marca el comienzo de las hostilidades abiertas que se extienden al norte en el mes de noviembre cuando, con el pretexto de detener a un barco chino frente al puerto de Haifong, la armada francesa termina por bombardear ese puerto, desembarcar y amenazar Hanoi.

Se considera que los confusos episodios ocurridos en Hanoi en la noche del 19 de diciembre de 1946, marcan el comienzo de la guerra que, casi sin solución de continuidad, ensangrienta al Vietnam desde hace 25 años.

1946-1954 — LA GUERRA COLONIAL FRANCESA

Ocho años duró la guerra francesa contra Vietnam, ocho años durante los cuales las fuerzas expedicionarias francesas sembraron la muerte y la destrucción sobre todo el territorio vietnamita, a la vez que distorsionaron el proceso político que se había iniciado en setiembre de 1945.

A los ataques contra Hanoi, a fines de 1946, responde una encarnizada resistencia que logra retardar la toma de los puntos claves de la capital por las fuerzas francesas y permite al gobierno abandonar, en un cierto orden, la capital, para replegarse hacia las montañas del norte, desde donde seguirá ejerciendo el poder.

Los diez primeros meses de 1947 son de repliegue para las fuerzas gubernamentales, que tratan de organizarse mientras retroceden ante la superioridad numérica y de poder de fuego de los Expedicionarios. Pero durante el período 1948-1952, aunque el frente será siempre móvil y se producirán luchas constantes dentro del territorio controlado por los franceses, las fuerzas de la República Democrática no harán más repliegues importantes. Las provincias que quedan como “zonas libres” bajo el poder del gobierno vietnamita y las zonas de los dos deltas de los ríos Rojo y Mekong, donde la actividad guerrillera fue siempre constante e intensa, comprenden los dos tercios del territorio nacional.

A los efectos de la administración el territorio vietnamita es dividido por su gobierno en seis Lien-khu (interzonas): los tres primeros abarcan el antiguo Tonkin, el cuarto y quinto la región central y el sexto la antigua Cochinchina. Aunque dentro de los Lien-khu subsiste la división provincial y comunal, y por consiguiente, los “comités del pueblo” que ejercen la representación popular para ejecutar las directivas del gobierno, las interzonas, dirigidas por los “comités administrativos de resistencia”, facilitan al gobierno central la puesta en marcha de su política económica, sus realizaciones sociales y culturales y su esfuerzo militar.

Es extraordinario que, en medio del esfuerzo de guerra, el gobierno vietnamita haya logrado no sólo subvenir a las necesidades más urgentes de la población civil y del ejército, sino poner en funcionamiento obras y leyes que modificaron totalmente la vida del país de manera difícilmente reversible. El régimen de reforma agraria; el control del trabajo en los terrenos que habían permanecido incultos; la creación de las “brigadas de intercambio de trabajo”, que en forma de cooperación agraria muy elemental permitían a todos los campesinos el pleno empleo de su tiempo y del material; las grandes obras de irrigación, que aumentaron el área de tierras regadas en un 16% sólo entre 1947 y 1951 y, sobre todo, la dirección y elección de las siembras sólo en función de los intereses populares, hizo obtener éxitos espectaculares en la producción agrícola.

En las zonas libres se realizó un esfuerzo similar en la producción industrial; las fábricas textiles y metalúrgicas trabajan a pleno rendimiento aun cuando muchas han debido ser trasladadas a lugares seguros. Usando los recursos de que disponen y buscando siempre el autoabastecimiento llegan a montar importantes fábricas de armas.

Es destacable el esfuerzo dedicado por el gobierno vietnamita a la educación. De agosto de 1945 a fines de 1949 aprendieron a leer 11.580.000 personas. En 1949 se hizo obligatorio un ciclo de enseñanza de 9 años para toda la población. Se restableció el funcionamiento de la enseñanza superior, cuyas bases fueron totalmente modernizadas.

Otra preocupación fundamental del gobierno de la República Democrática de Vietnam es la salud pública, y es quizá en ese terreno donde los logros le proporcionaron el más entusiasta apoyo popular.

El 3 de marzo de 1951 tiene lugar un acontecimiento político de gran importancia: la fundación del Partido del Trabajo (Lao Dong), que se define como partido marxista, heredero del Partido Comunista Indochino, expresión de la alianza de los obreros y los campesinos pobres, que será el animador de la lucha de resistencia y que propone a Vietnam, como perspectiva de porvenir, el socialismo.

El Lao Dong vigorizó la lucha en todo el territorio, aun en las zonas ocupadas, adonde se multiplicaron sus comités clandestinos. El movimiento de masas representado por los millones de adherentes de la C.G.T., la Unión de Mujeres Vietnamitas y la Juventud Vietnamita, actuaba también en zona libre u ocupada.

El mismo 3 de marzo de 1951 el Lao Dong suscribió una alianza de combate con los movimientos de resistencia de Laos (Pathet-Lao) y de Camboya (Kmer-lssara), que organizaban y dirigían en esos países la lucha contra el invasor francés.

Los éxitos en la producción, en el terreno cultural, en la salud pública y en el campo político fueron los que hicieron posible el progreso militar del Ejército de Liberación. Pero nada se puede comprender respecto a ese Ejército, a la solidez de su constitución, al heroísmo de sus componentes, a la severidad consentida de su disciplina, si no se comprende que decir que es un ejército democrático no es una simple aseveración verbal. Ese ejército no sólo es democrático por su reclutamiento —según un observador francés es una verdadera “pirámide viviente a la cual las milicias locales y las tropas regionales no solamente aseguran un reclutamiento de élite sino una cooperación constante en todas las operaciones defensivas u ofensivas— si no que es democrático por su organización —el comisario político desempeña en él un papel de primera categoría y las “sesiones de autocrítica” distan de asemejarse a reuniones de compromiso verbal— y democrática por su inspiración —cada soldado se ha incorporado voluntariamente a él, convencido de luchar por su propio interés, que es el de su pueblo.

Frente a ese ejército y ese pueblo está el Cuerpo expedicionario francés y no el pueblo sino el gobierno de Francia. Un ejército heterogéneo en el cual el oficial reaccionario identificado con la necesidad de defender los intereses coloniales de Francia no puede contar con la adhesión del soldado que fue llevado a Indochina a “combatir el fascismo japonés”. Un gobierno —en realidad varios gobiernos— en el cual los intereses coloniales alternan con las fuerzas progresistas que hicieron la resistencia al nazismo, en el cual los auténticos intereses nacionales luchan con aquellos dispuestos a someterse a los Estados Unidos a cambio del apoyo económico necesario para la reconstrucción del país desvastado por la guerra.

Por una parte, el ejército expedicionario francés es incapaz de seguir el ritmo de crecimiento del ejército de la República Democrática, a pesar de los crecientes envíos de material norteamericano, porque los efectivos son cada vez más insuficientes a medida que crece en Francia la impopularidad de la guerra colonial. Por otra parte, los propios franceses comprenden la necesidad de hacer actuar un gobierno por lo menos con apariencia nacional para poder enfrentar a Ho Chi Minh, y es con ese propósito que, simbólicamente, reponen al emperador Bao Dai y logran —aunque solamente en el sud— reagrupar en torno suyo a algunos terratenientes, grandes arroceros y exportadores. La operación Bao Dai se hace con apoyo norteamericano.

En 1952 se inicia una nueva etapa de la guerra; a partir de entonces la iniciativa corresponde a las fuerzas gubernamentales, que comienzan a obtener significativos triunfos. Por un momento se piensa que podrán iniciarse tratativas de paz, pero aparecen abiertamente los norteamericanos en escena: en setiembre de 1953, acabado de firmar el armisticio de Corea, el gobierno norteamericano entrega al gobierno francés, por intermedio del ministro Laniel, 385 millones de dólares para que pueda intensificarse la guerra en Indochina. Inmediatamente son puestos en batalla 44 batallones de élite, entre los que se cuenta el batallón francés que combatió en Corea[1] y se inicia una gran ofesiva con el objetivo principal de apoderarse de Dien Bien Phu, cuya toma permitirá operar con dos grandes aeródromos construidos por los japoneses en 1944-45 y que constituirían una sólida base aérea en el flanco meridional de China. Dien Bien Phu es un paso decisivo hacia la “internacionalización” de la guerra, que se da precisamente cuando la opinión mundial presiona más fuertemente por obtener una solución negociada. En efecto, durante el invierno 1953-54, los ministros de las grandes potencias deciden convocar para la primavera una Conferencia Internacional para la paz en Extremo Oriente, con la participación de los cinco “grandes” (incluida la China popular).

La Conferencia se inició en Ginebra en abril de 1954, cuando hacia ya varias semanas que las fuerzas vietnamitas del general Giap mantenían el asedio de Dien Bien Phu, cuyos defensores se encontraban en una situación desesperada. Los partidarios a ultranza de la continuación de la guerra tratan por una parte de entorpecer las negociaciones de Ginebra —el ministro francés Bidault pone dificultades a la incorporación de la delegación vietnamita, sin la cual es imposible ninguna verdadera negociación— y, por otra, de intensificar la lucha a cualquier precio —como se denunció después, el secretario norteamericano J. Foster Dulles llegó a considerar la posibilidad de un bombardeo masivo del Tonkin por la aviación yanqui.

Pero los acontecimientos se precipitaron. Las fuerzas del general Giap tomaron Dien Bien Phu el 7 de mayo; Dulles dejó precipitadamente Ginebra, donde siguieron las deliberaciones con la participación de Vietnam, Laos y Camboya; el 12 de mayo cayó en Francia el gobierno de Bidault derrotado en la Cámara y fue remplazado por el de Mendes France. La paz estaba prácticamente conquistada y las discusiones que siguieron se centraban en torno de la exigencia de la división “temporaria” de Vietnam en dos zonas, limitadas por el paralelo 17, durante el período de dos años que se consideraba necesario para preparar las elecciones generales del gobierno que reunificaría al país. Las presiones internacionales —incluso de la URSS y de China— sobre el gobierno de Ho Chi Minh fueron muy poderosas para que se aceptara la exigencia de la división, ya que se juzgaba que lo esencial era lograr la paz en el sudeste asiático y el retiro de las fuerzas militares extranjeras.

Recién el 20 de julio se llegó al acuerdo sobre Vietnam, acuerdo que fue firmado por el general Henri Delteil en representación del Alto Mando Francés en Indochina y por el general Ta Quang Buu por el Viet Minh. A las 2 de la madrugada siguiente se concertaron análogos acuerdos separados para Laos y Camboya. El 21 de julio de 1954 la guerra de Indochina había terminado. Sin embargo, desde el comienzo, fue notorio que las cosas empezaban mal. Dulles no volvió a Ginebra y, en su reemplazo, el subsecretario de Estado Mayor W. Bedell Smith, se negó a firmar los Acuerdos en nombre de los Estados Unidos de Norteamérica, aunque se comprometió a respetarlos.

Entretanto, en Vietnam, Bao Dai había designado Primer Ministro a Ngo Dinh Diem —siniestro personaje que habría de alcanzar pronto triste notoriedad— el mismo día, 17 de junio de 1954, en que el presidente Coty nombró en Francia a Mendes-France.

Los norteamericanos querían, evidentemente, mantener sus manos libres en Asia. Diem buscaba —también evidentemente, pues siempre confesó no querer otra cosa— luchar contra el comunismo con las fuerzas de cualquier aliado ya que sabía que no disponía de fuerza propia. Las bases de la futura unión estaban dadas en las intrincadas cláusulas de los Acuerdos que no fueron firmados en Ginebra.

LA PAZ DE GINEBRA

El período de paz se iniciaba, en julio de 1954, bajo sombríos auspicios para el sufrido pueblo vietnamita. Inmediatamente después de los Acuerdos se produjeron importantes migraciones del Norte al Sud y del Sud al Norte del paralelo 17. Las cantidades de gente que se desplazaron en uno u otro sentido han sido diversamente valoradas por los dos bandos, según sus intereses. Lo concreto es que el país quedó desgarrado por una división que no correspondía a ninguna realidad: ni económica ni social ni política. El Norte, políticamente consolidado por el gobierno de la República Democrática de Vietnam con sede en Hanoi, queda económicamente desequilibrado por el bloqueo al cual Diem lo somete desde el día siguiente de los Acuerdos y contra las expresas disposiciones de éstos. Es preciso recordar que la gran producción agrícola —y particularmente la de arroz— se realiza en el Sud, producción a la cual, tradicionalmente, había suministrado su mano de obra el Norte más poblado y laborioso. El Sud, por su parte, con mejores perspectivas económicas en lo inmediato, queda desquiciado políticamente. Bao Dai y su ministro Diem no pueden dominar las provincias del suroeste de la ex Cochinchina ni las del sur del ex Annam, en las cuales siempre había sido fuerte el movimiento de liberación nacional y donde, desde el día siguiente de la división del país, se organizó la oposición. Diem consiguió, en poco más de un año, desembarazarse de Bao Dai, ya que mediante un plebiscito fraudulento logró con el 98,8 de los votos proclamar la república y elegirse presidente de Vietnam del Sur, el 26 de octubre de 1955. La sangrienta dictadura que instauró no significó la represión anticomunista exclusivamente sino la persecución de todos los sectores políticos y religiosos que no le fueran adictos. Tuvo, desde el comienzo, la más desembozada ayuda norteamericana (considerada superior a los doscientos millones de dólares anuales). El 70% de los gastos militares y policiales era costeado por los norteamericanos. Es que Washington consideraba como poco probable que el gobierno de Diem pudiera siquiera sobrevivir hasta la fecha fijada para las elecciones generales si no le proporcionaba un sostén abierto y generoso. El general Eisenhower es bastante franco en sus “Memorias” cuando dice:

“No he hablado o correspondido nunca con persona alguna conocedora de los asuntos de Indochina que no conviniera en que, si las elecciones se hubieran celebrado en la época de la lucha, el 80% de la población habría elegido como jefe al comunista Ho Chi Minh.”[2]

Todos sabían, aunque no lo dijeran tan abiertamente, quién ganaría unas elecciones generales, y tal vez Diem lo sabía mejor que nadie. Por eso rechazaba como “subersivas” todas las propuestas del Norte para llegar a compromisos políticos que hicieran menos tensa la situación y permitieran preparar de común acuerdo las libres elecciones generales que se habían prometido. En cambio, el gobierno de Diem denunció los Acuerdos de Ginebra pocos días antes de la fecha fijada para el comicio, en julio de 1956, sosteniendo que esos Acuerdos habían sido tomados por un mando militar extranjero (francés) “con menosprecio de los intereses nacionales vietnamitas”, y en nombre de esos intereses pretendió convertir la división del Vietnam en un hecho consumado y definitivo. Después de julio de 1956 no se habló más de las supuestas elecciones; de hecho ya la guerra abierta, aunque no declarada, asolaba al país. A partir de enero de 1955 el gobierno del Sud estaba recibiendo ayuda militar de los EE.UU., y desde el 12 de febrero de ese año se había establecido en Saigón el Grupo de Consejeros de Ayuda Militar (Military Air and Advisory Group. M.A.A.G.) de los EE.UU., que se hizo cargo del entrenamiento del ejército de Vietnam del Sur y que llegó a contar con más de 4.000 miembros.

El gobierno de Ngo Dinh Diem —que ya no debe llamarse el gobierno de Diem sino el de la familia Ngo— se va convirtiendo en una siniestra combinación de sectarismo, furor anticomunista, nepotismo y desvergüenza en el manejo de los fondos públicos y de los provenientes de la millonaria ayuda norteamericana. Los cinco hermanos del presidente Diem se han vuelto todopoderosos en los distintos cargos que ocupan. Ngo Dinh Nhu es “consejero político”, y en tal carácter dirige el movimiento “Can Lao”, especie de escuadrón del terror contra todo opositor. Ngo Dinh Can, que se vanagloria de su incultura, es el representante del gobierno de su hermano en el Vietnam Central y actúa como señor feudal omnipotente en Hué. Otro hermano era el arzobispo católico, Monseñor Tuhc. Falta agregar que la “pieza maestra” del clan era la señora Ngo Dinh Nhu, esposa de Diem, quien a fuerza de ambición desmedida y de obcecada audacia llegó a ser el centro del poder y de la vinculación con los Estados Unidos.

En octubre de 1956 se promulga la primera Constitución de Vietnam del Sur, que crea la Asamblea Nacional, destinada a dar menos apariencia de dictadura familiar al gobierno de Diem, pero la primera Asamblea Nacional se forma dándole ese nombre a la Asamblea Nacional Constituyente fraudulentamente organizada por el gobierno. Eso no obsta para que el gobierno de Eisenhower invite al presidente Diem a visitar lo EE.UU. y a hablar ante una sesión conjunta del Congreso en mayo de 1957. Las oficinas del M.A.A.G. y las de la C.I.A. (Servicio Norteamericano de Inteligencia), en pleno centro de Saigón, son bombardeadas por los guerrilleros en octubre del mismo año quedan heridos numerosos norteamericanos. Estos dos hechos —la visita de Diem a Washington y los atentados de Saigón —son una clara muestra de la realidad vietnamita de los años 56 a 60, durante los cuales fue pudriéndose el régimen saigonés, aumentándose simultáneamente la ayuda norteamericana y fortaleciéndose la organización de la oposición. Quizá en este punto quepa preguntarse: ¿por qué los EE.UU., iniciaron y profundizaron tamaña aventura? Después del fracaso en Corea es seguro que la estrategia del Pacífico debe haber sido un factor importante en las decisiones norteamericanas, ya que la liberación de los países de Indochina podía tener —agregándose a la consolidación de China popular como gran potencia— una tal influencia en el sudeste asiático que significara el repliegue norteamericano hasta Hawai, es decir, al punto a que llegaba su poder en el Pacífico antes de empezar la Segunda Guerra Mundial. Si se tiene en cuenta lo que los EE.UU. empeñaron entre 1940 y 1945 por ampliar ese poder y lo que el Océano Pacífico representa en su estrategia mundial, se comprende que la “necesidad” de estar en Asia es intrínseca de la voluntad de dominación imperial.

La obsesión anticomunista, convertida en frenesí, fue otro factor. Ella solamente puede explicar la persistencia en volcar ríos de oro sobre la clique Ngo —repitiendo el pésimo negocio que ya habían hecho con Chian Kai Shek— sólo para premiar su furia anticomunista cuando ya era evidente en los propios EE.UU. que se estaba financiando a un maníaco.

Las riquezas del suelo vietnamita, entre las cuales parece contarse una de las reservas petroleras más importantes del mundo, no son tampoco ajenas a la avidez imperialista. Y luego la necesidad de imponer al mundo el “derecho” de la Gran Potencia a dictar a todos su ley, a hacer de su forma de vida “la” forma de vida. En este aspecto es ilustrativo recordar que John F. Kennedy, quien como senador de Massachusetts declaraba en 1954:

“Estoy convencido de que la ayuda militar norteamericana, sea cual fuere su amplitud, no puede aplastar a un enemigo que aparece por todas partes y en ninguna parte está, un «enemigo del pueblo» que cuenta con el apoyo y la simpatía de todo el pueblo…”, en 1961, como Presidente de los EE.UU. asumió ante el mundo —un mundo que no siempre recuerda el hecho— la responsabilidad de enviar tropas norteamericanas a Vietnam y desatar contra el pequeño país asiático la más bárbara de las guerras. Y eso con argumentaciones tan falaces como las que pretextaban la necesidad de defender al gobierno de Diem de la ayuda en hombres y armas que recibían sus opositores desde el Norte. Aparte del disparate en sí que significa equiparar una “agresión” del Norte con una agresión norteamericana, el publicista norteamericano I. F. Stone se encargó de ridiculizar, utilizando cifras oficiales, las denuncias del gobierno de los EE.UU. sobre los poderosos armamentos enviados por el gobierno de Ho Chi Minh al sud: en un artículo publicado en el I. F. Stone’s Weekly el 8 de marzo de 1965, muestra que, según el informe oficial, de las 15.000 armas tomadas a los guerrilleros por el ejército norteamericano-survietnamita entre 1962 y 1964, se detectaron como de procedencia comunista un total, no demasiado impresionante, de 179 armas. En cambio, hace notar Stone, los datos oficiales informan que “en el mismo lapso en que nosotros les tomamos 15.000 armas, ellos nos tomaron a nosotros 27.400” de donde deduce que, mientras el comunismo proporcionó a los guerrilleros el 2,5% de sus armas, los norteamericanos le dieron el 80%.

LOS ESTADOS UNIDOS EN GUERRA

Se trata de una sucia y complicada historia imposible de pormenorizar en pocas páginas. Cuando el presidente Kennedy anunció, el 5 de mayo de 1961, que se consideraba la posibilidad de enviar tropas norteamericanas a Vietnam para luchar contra los comunistas, hacía ya cinco años que los EE.UU. estaban llevando el peso de la guerra que habían “comprado” a los franceses.

A partir de ese discurso de Kennedy, sin embargo, el proceso adquirió una aceleración visible. Dos misiones norteamericanas van en 1961 a Vietnam del Sur: la primera, encabezada por el vicepresidente Johnson, y la segunda por el consejero militar de Kennedy, general Maxwell Taylor, para consolidar el apoyo norteamericano al presidente Diem.

En el curso de ese año la lucha se intensifica notablemente. La creación del Frente de Liberación Nacional de Vietnam del Sur, ocurrida el 20 de diciembre de 1960 como culminación de un proceso político y militar, ha dado a las acciones un carácter y una fuerza nuevas. Los encuentros se multiplican y, en los alrededores mismos de Saigón (las fuerzas revolucionarias toman, por ejemplo, la ciudad de Phuoc Thunh a sólo 90 km de Saigón) son verdaderas batallas. Diem debe declarar el estado de emergencia en octubre de 1961.

En febrero de 1962 los datos oficiales dicen que 24.000 hombres del personal militar de los EE.UU., incluyendo fuerza aérea, se encuentran en Vietnam del Sur. Ese año se pone en marcha el plan de Diem de establecer miles de “aldeas estratégicas” en el delta del Mekong “infestado de comunistas”, para ello se cuenta con el apoyo económico norteamericano. Se trata de verdaderos campos de concentración en los cuales se trata de restablecer el trabajo agrícola esclavo. El 6 de julio de 1962 el ministro de defensa de los Estados Unidos. Robert McNamara, afirma que la lucha en Vietnam contra el comunismo será larga pero que “vencerá la eficacia de que ya han dado pruebas las fuerzas norteamericanas”. En diciembre el gobierno de Saigón anuncia que ya están instaladas 4.077 aldeas estratégicas de las 11.182 previstas por el plan y que el 39% de la población de Vietnam del Sur vive ya en esas “comunidades” (que llegarán a ser, aunque Diem no pudiera preveerlo, los focos de la invencible resistencia que F.L.N. estaba dirigiendo ya).

El 2 de enero de 1963 se produce la primera gran batalla de esta nueva fase de la guerra; 200 guerrilleros vencen a más de 2.000 hombres del ejército norteamericano-survietnamita, derriban una decena de helicópteros y se apoderan de gran cantidad de armamento. Sin embargo el general P. D. Harkins, jefe del Comando de Asistencia Militar de los EE.UU. en Vietnam, afirma el 5 de marzo que: “las fuerzas armadas de Vietnam del Sur han alcanzado la experiencia, el entrenamiento y el equipo necesarios para alcanzar la victoria”. El 8 de mayo la brutal represión en Hué de una manifestación religiosa realizada en conmemoración del nacimiento de Buda, da origen a una verdadera sedición en todo el Sur; debe imponerse la ley marcial. Un monje budista se inmola, prendiéndose fuego, frente a la embajada de Camboya en Saigón e iniciando, con su ejemplo, una serie de sacrificios similares, que tuvieron una gran repercusión internacional como denuncias de la real situación en Vietnam del Sur. El gobierno de Diem respondió acentuando la represión y fuerzas militares y policiales asaltaron y saquearon varias pagodas budistas, incluida la de Xa Loi, la más importante de Saigón. Se produjo entonces la renuncia de los budistas que todavía ocupaban cargos oficiales; el gobierno norteamericano tuvo que “deplorar” públicamente estos hechos pero en el mismo mes de agosto de 1963 en que ellos se producían Henry Cabot Lodge, designado por Kennedy embajador en Vietnam del Sur, presentó a Diem sus credenciales. Sin embargo, el gobierno norteamericano parece empezar a comprender que el anticomunismo de los Ngo no es suficiente garantía de eficiencia ya que el 2 de setiembre aparece en el Times of Vietnam una acusación contra la C.I.A. (Agencia Central de Inteligencia) de los EE.UU. de haber organizado un golpe de estado contra Diem. El presidente Kennedy declara el mismo día:

“No creo que la guerra pueda ganarse a menos que el pueblo dé su apoyo al esfuerzo y, en mi opinión, en los últimos dos meses, el gobierno ha perdido contacto con el pueblo”.

El derrocamiento de Diem por un golpe se produjo el 1° de noviembre; el presidente y su hermano Ngo fueron asesinados por los complotados. Se formó un gobierno provisional que fue reconocido por los EE.UU. el día 4 de noviembre. El 22 del mismo mes John Kennedy fue asesinado en Texas; el 24 su sucesor: L. B. Johnson afirma la intención de los EE.UU. de seguir ayudando en Vietnam a derrotar al comunismo y el 20 de diciembre el secretario de defensa McNamara y el secretario de la C.I.A., J. A. McCone van a Saigón para investigar cómo el nuevo gobierno organiza esa lucha.

En el año 1964 hay en Vietnam del Sur dos golpes de Estado y cuatro cambios de gobierno; los créditos y los envíos de tropas norteamericanas crecen en forma constante; el presidente Johnson, el secretario McNamara y el propio Congreso de los EE.UU. se comprometen cada día más públicamente en la aventura del sudeste asiático; las acciones bélicas adquieren mayor intensidad y también los actos de terrorismo en las ciudades: en mayo una explosión hunde a un barco de transporte de aviones norteamericanos en la bahía de Saigón, en diciembre, en atentados con bombas en Saigón mueren varios oficiales norteamericanos. 1965 es el año en que se inicia la abierta agresión a Vietnam del Norte. A raíz del combate ocurrido en Pleiku, el 7 de febrero —en el cual se reconoció la baja de 8 soldados norteamericanos y que otros 62 habían sido heridos así como la destrucción por parte de las fuerzas de la resistencia de varios helicópteros norteamericanos—, el presidente Johnson ordena ataques de “represalia contra objetivos de Vietnam del Norte”. El bombardeo constante de todo el país, sin discriminación de la naturaleza de los blancos —ciudades, aldeas, fábricas, escuelas, hospitales, iglesias, caminos, plantaciones— se lleva a cabo con una densidad que no se conoció en ninguna guerra anterior. 1965, como todos los de esta guerra, fue un año en el que se produjeron centenares de declaraciones contradictorias o contradecidas por los hechos: McNamara declaró ante el Congreso que los EE.UU. “no podían hacer más que continuar la lucha en Vietnam del Sur”, el ayudante presidencial McGeorge Budy declara que todo será cuestión de meses, el presidente Johnson dice en julio en una conferencia de prensa “en Vietnam hemos comprometido nuestro poderío y nuestro honor nacional y esto ha sido afirmado ya por tres presidentes”, Dean Rusk afirma que “el uso de gases de tipo policíaco en Vietnam del Sur no constituye una guerra de gases”, en Washington se informa que el ejército norteamericano ha gastado en el año un millón de dólares en “gases lacrimógenos”, el embajador Cabot Lodge se excusa ante el primer ministro Cao Ky el 1° de noviembre por el vigésimo error cometido por aviones norteamericanos al bombardear una aldea “amiga” en la que han muerto 48 civiles. En Vietnam del Sur hay 175.700 hombres del ejército norteamericano, 15.000 hombres de Corea del Sur; en Vietnam del Norte hay 54.000 soldados norteamericanos, según los informes oficiales de Washington. Esos mismos informes consignan que han sido arrojadas ya 15.000 toneladas de bombas, sólo sobre Vietnam del Sur, por B-52. El comandante en jefe del Ejército de Liberación Nacional de Vietnam del Sur declaró que en 1965 habían puesto fuera de combate a 150.000 soldados de Cao Ky y a 15.000 norteamericanos y habían derribado 800 aviones. La opinión norteamericana empieza a despertar pero, todavía en diciembre de 1965, una encuesta de la Opinion Research Corporation informa que el 65% de los norteamericanos justifica la presencia de sus fuerzas en Vietnam y el 34% de ellos estima que deberían emplearse armas nucleares para abreviar la guerra.

EL DERRUMBE

En los dos años siguientes —1966 y 1967— la opinión pública mundial y sectores cada vez más amplios de la opinión norteamericana empiezan a manifestar en forma importante la indignación frente a lo que está ocurriendo en el sudeste asiático. En enero de 1966, el secretario McNamara declaró que en 1970 los EE.UU. poseerían suficientes armas nucleares como para destruir a la U.R.S.S. y a China juntas, con lo cual dio el “tono” con el cual el presidente Johnson encaraba una supuesta “ofensiva de paz”. Pekín respondió, pocos días después, que 750 millones de chinos respaldaban la determinación de Vietnam del Norte de luchar contra la agresión norteamericana. El 26 de febrero, el Comité de Estado para la Ciencia y la técnica, de Vietnam del Norte, denunció que “los agresores norteamericanos siguen arrojando en gran escala gases y productos tóxicos, con objeto de exterminar a la población civil y destruir los cultivos y animales domésticos de Vietnam del Sur”. Pocos días después el Departamento de Estado Norteamericano informa que “se utilizaron procedimientos de defoliación y destrucción de cultivos en una zona de 8.000 Ha. sembradas, en Vietnam del Sur, a fin de privar de recursos alimenticios al Vietcong. Esa cifra no incluye las zonas defoliadas con herbicidas a fin de privar de protección a las fuerzas insurgentes”. Ya en ese momento McNamara reconoce que un 10 del poderío militar de los EE.UU., es decir unos 300.000 hombres, ha sido asignado al sudeste asiático. A mediados de 1966 en un informe oficial, Washington declara que el último año de guerra en Vietnam ha costado a los EE.UU. 5.800 millones de dólares. El 26 de agosto de 1966 se produce un siniestro “error de cálculo” de la aviación norteamericana que bombardea con napalm a sus propias tropas; ese error no puede ser ocultado y provoca un verdadero escándalo internacional. Esto, por supuesto, no frena a los dirigentes de la aventura. Muy poco después el ex presidente Eisenhower expresa públicamente que, si estuviese en el gobierno, no descartaría el uso de armas nucleares para ganar la guerra de Vietnam. El 13 de octubre de 1966, la Cámara de Representantes concede poderes especiales al presidente Johnson, hasta el 30 de junio de 1968, para enrolar a 2 millones de reservistas sin necesitar proclamar el estado de emergencia nacional. Y en diciembre del mismo año al dejar Saigón, el arzobispo de Nueva York, monseñor Spellman, declaró: “Toda solución que no sea la victoria es inconcebible… esta guerra la hacemos, según pienso, para defender la civilización; Norteamérica es el buen samaritano de todas las naciones”. Un mes antes se había exhibido en Hanoi una película de la Comisión Investigadora sobre Crímenes de Guerra de los Imperialistas Norteamericanos. Los resultados establecidos eran que sólo en Vietnam del Sur, entre 1964 y 1965, el número de víctimas era de 170.000 muertos, 800.000 heridos o torturados, 400.000 detenidos y 5 millones de personas reagrupadas en “aldeas estratégicas”; la guerra química afectó 300.000 hectáreas en 1963, 500.000 en 1964 y 700.000 en 1965; 150.000 personas padecieron intoxicaciones, en 1965, por efecto de los productos químicos arrojados por la aviación norteamericana; fueron destruidas 294 escuelas, 74 hospitales, 80 iglesias y 30 pagodas. El secretario de las Naciones Unidas, U Thant, declaró el 21 de junio de 1966 que el conflicto de Vietnam “es una de las guerras más bárbaras de la historia”. El 15 de abril de 1967, millares de personas, encabezadas por Luther King, piden en Nueva York el cese de los bombardeos en Vietnam y el 21 del mismo mes el campeón mundial de box de peso máximo, Cassius Clay, al negarse a incorporarse al ejército (por lo cual pierde su título de campeón y es encarcelado), declara:

“En ninguna circunstancia llevaré el uniforme del ejército ni viajaré 16.000 km para ir a asesinar, matar , y quemar pobres gentes, únicamente para contribuir a mantener el dominio de la esclavitud de los amos blancos sobre los pueblos de color”;

Luther King invita a los jóvenes norteamericanos a seguir ese ejemplo y negarse a ir a la guerra.

El 1 de mayo de 1967, el Tribunal Russell, convocado por el eminente filósofo inglés Bertrand Russell, a quien acompañan destacados intelectuales de todo el mundo, condena por unanimidad a los EE.UU., por los mismos crímenes de guerra por los cuales éstos condenaron a los nazis en el juicio de Nüremberg.

A mediados de 1967 había 472.200 norteamericanos combatiendo en Vietnam y Cao reclamaba con urgencia que ese número fuera elevado a 600.000. En esa misma fecha fue abatido en Vietnam del Norte el avión invasor número 2.000.

En noviembre de 1967 es elegido presidente en Vietnam del Sur, Nguyen Van Thieu y vicepresidente Nguyen Cao Ky. A fines de 1967, según los informes oficiales norteamericanos, había más tropas de los EE.UU. en Vietnam que las que llegó a haber nunca en Corea; en esos mismos informes se consigna que, desde el comienzo “oficial” de la guerra en diciembre de 1961, el ejército norteamericano tuvo 15.058 muertos, 109.527 heridos y 914 desaparecidos.

El año 1967 fue el más terrible año de esta terrible guerra, mientras se seguía arrasando la tierra y matando sin discriminación en Vietnam del Sur, se bombardeaba constantemente el Norte habiendo alcanzado los bombardeos hasta 10 millas al sud de la frontera china. El año 1968 empieza, en cambio, por un gran triunfo de las fuerzas vietnamitas que, en la ofensiva del Tet, llegan a tomar 30 capitales provinciales.

El 17 de enero de 1968 el presidente Johnson manifiesta públicamente que la guerra en el sureste asiático cuesta a los EE.UU. 25.000 millones de dólares anuales, es decir 70 millones de dólares por día. En febrero el Secretario General de las Naciones Unidas, U. Thant, pide el cese de los bombardeos a Vietnam del Norte y, al mes siguiente, el gobierno norteamericano limita el área a bombardear al 10% del territorio de Vietnam del Norte ocupado por las provincias limítrofes con la zona “desmilitarizada”.

El 10 de mayo de 1968 se inician en París las conversaciones de paz entre delegaciones norteamericanas y norvietnamitas, reclamando estas últimas la participación de representantes del Frente de Liberación Nacional del Sur Vietnam. Esta reclamación tiene éxito y el 18 de enero de 1969 se incorpora a la Conferencia de París la representación del FLN. El 8 de mayo es presentado el Plan de Paz de Diez Puntos de la delegación vietnamita que incluye la exigencia del retiro incondicional de las tropas norteamericanas. El presidente Nixon responde, al mes siguiente, con el anuncio del retiro gradual de las tropas estadounidenses y el esbozo del proyecto de “vietnamización” de la guerra, del cual seguirá hablando durante los dos años siguientes para tratar de tranquilizar a la cada día más violenta oposición al conflicto asiático de la opinión norteamericana. Esta “vietnamización” sólo traducida en mínimas reducciones del contingente humano, siempre acompañadas del aumento del apoyo en dinero y material bélico al gobierno de Vietnam del Sud y dentro de la cual se incluyeron las invasiones a Camboya (abril de 1970) y a Laos (comienzos de 1971), no tiene claramente nada que ver con un proceso de pacificación.

El 25 de julio de 1969 Washington anunció oficialmente que, en el período 1961-1968, los EE.UU. habían perdido en Vietnam 5.656 aparatos aéreos entre los que se incluían 2.878 helicópteros; las pérdidas humanas alcanzaban a 27.508 muertos y 171.809 heridos.

El 3 de setiembre de 1969 murió Ho Chi Minh sin que su desaparición significara ninguna alteración en la política ni en la conducción de la guerra en Vietnam del Norte. Ese año terminó, en los EE.UU. en medio de las más clamorosas protestas contra la guerra en el sureste asiático: el 15 de octubre se realizaron las más numerosas manifestaciones que se recordaran en las grandes ciudades norteamericanas y el 13, 14 y 15 de noviembre se produjo en Washington una concentración de la cual participaron 250.000 personas.

En 1970 Nixon reitera sus propósitos de “vietnamización” de la guerra, anuncia que el número de norteamericanos que se encuentran en Vietnam ha sido reducido a 368.000 hombres, en tanto que los gastos que insume esa guerra alcanzarán en el presupuesto de ese solo año la astronómica cifra de 81.542 millones de dólares. Las conversaciones de París languidecen o se reaniman según las alternativas de la política exterior de las grandes potencias, pero ponen en constante evidencia ante el mundo que los norteamericanos han perdido la guerra en Vietnam y que el problema ha quedado reducido a encontrar la fórmula que les permitirá salir del sureste asiático. Para ser más precisos, se trata de saber si la guerra habrá de prolongarse hasta que los vietnamitas logren infringir a los invasores una derrota que implique una salida total y definitiva, o si los norteamericanos están aún en condiciones de mantener, contra la opinión mundial y la opinión nacional, una guerra que todavía les permitiría una salida a medias que no implicara el desalojo total de sus bases militares y de sus intereses económicos del sureste asiático. La noticia, difundida hacia fines de 1970, de la existencia de fuertes reservas petroleras en todo el litoral vietnamita —por las cuales parecen ya estar en disputa las más grandes empresas norteamericanas— no ha de contribuir seguramente a aplacar la avidez imperialista.

PORQUE LA GUERRA DE VIETNAM ES UN PROBLEMA MUNDIAL

Pretender relatar en forma de un resumen rápido y legible lo ocurrido en una guerra, cualquier guerra, que haya durado años, es pretender una empresa imposible. Nada puede reflejar el continuo sucederse de los días en medio de sufrimientos, angustias y temores que un ser humano común, en estado emocional normal, no está en condiciones de imaginar. Nada puede reflejar lo que significa la necesidad de seguir viviendo, la voluntad de seguir luchando a través de los días, los meses y los años, en medio de la destrucción y la muerte.

Sin embargo esta guerra, la que los Estados Unidos de Norteamérica están librando en Vietnam, tiene características particulares sobre las cuales sí es preciso insistir. No se trata siquiera de las atrocidades cometidas, con cuya enumeración podrían seguramente llenarse millares de páginas, ya que partiendo de la base —a la que resulta difícil renunciar— de que es tan atroz el cadáver de un bebé destrozado por el napalm como el cadáver de otro bebé asesinado de cualquier manera o que es tan criminal construir y mandar usar y arrojar una sola bomba de fragmentación sobre un solo ser humano como pretender exterminar con ellas toda una población, puede prescindirse de los horrores a los que todos hemos tratado de ser “habituados” durante la última década. Las dos características de esta guerra, las que han hecho de ella un acontecimiento mundial al cual nadie puede permanecer ajeno, son las de ser una guerra imperial y una guerra racial. Los EE.UU. compraron a Francia su guerra perdida en el sureste asiático porque habiendo sido expulsados de Corea, no tenían otro medio de continuar luchando por mantener su poderío estratégico en el Pacífico y no verse obligados a retroceder nuevamente hasta Hawai. Los EE.UU. no tenían siquiera antecedentes coloniales en Indochina que “justificaran” una defensa de intereses aunque fuera mal adquiridos; Indochina fue para ellos simplemente el lugar posible para dejar un pie en el Asia, en tanto que imperio mundial. Por eso los “justificativos” tuvieron que ser la defensa del mundo occidental de los avances del comunismo, por muy ridículo que pudiera sonar el hablar de amenaza al mundo occidental, cuando se trataba de que el comunismo avanzara en la península indochina o de “brindar” las ventajas de la civilización occidental y cristiana a pueblos que se civilizaron antes que occidente y adoptaron, antes de la era cristiana, formas de vida y pensamiento a los que no parecen dispuestos a renunciar. Claro está que aunque los EE.UU. no tuvieran intereses ni bien ni mal habidos que defender en el Vietnam, tenían ya una estructura de superpotencia, a cuya grandeza habían podido acceder gracias a la explotación de todos los países dependientes que integran su área de dominación. Se trataba de extender esa área y, como se ha visto, las riquezas del suelo vietnamita le confieren una atracción que excede a la de una simple base militar. Además, la guerra de Vietnam es una guerra racial. Por las mismas razones que hicieron que en 1945 la bomba atómica se arrojara sobre Hiroshima en el Japón, mientras nadie dudaba de la imposibilidad total de que hubiera sido arrojada en Europa, precisamente porque somos “occidentales” y blancos —imbuidos de la absurda creencia de que unos pocos países del hemisferio Norte constituyen el centro del mundo, mientras el resto constituimos la periferia— en Vietnam, que es también un país asiático, puede hacerse la guerra química, usar gases tóxicos, desfoliantes, armas ”experimentales” del mayor poder mortífero contra conglomerados civiles. Cuando a un prisionero se le corta la cabeza —contra todas las leyes de la civilización occidental— pueden tomarse fotografías y aún exhibirlas con la condición de que la cabeza cortada sea “de color”. El poderío de los EE.UU. es inmenso, sería grotesco establecer comparaciones entre sus fuerzas y las del Vietnam aún considerando todas las posibilidades de ayuda que el pequeño país pueda recibir de los grandes países socialistas. Pero el mundo es redondo y no tiene su centro en Washington y cada vez son más los que lo saben. La llamada civilización occidental y cristiana ha dado hermosos frutos de cultura de los que la humanidad tiene derecho a enorgullecerse y otros muchos menos hermosos que se traducen en la inicua repartición de la riqueza, en la enfermedad, el hambre, la ignorancia y la miseria de los más sobre las que se sustenta la opulencia satisfecha de los menos. En todo caso, es una civilización y no la única, tanto más condenada a desaparecer cuanto más sus gendarmes se empecinen en imponerla a los pueblos decididos a no abdicar de su derecho a la autodeterminación.

Notas

1) Debe señalarse que no sólo las fuerzas francesas fueron reforzadas al terminar la guerra de Corea. Las fuerzas gubernamentales recibieron a través de los chinos las poderosas armas que éstos habían tomado a los yanquis en la guerra coreana.

2) La época de “la lucha” es, en este contexto, la que precedió a la de la “pacificación norteamericana” de 1955-56.

Bibliografía

Vo Nguyen Giap: El hombre y el arma, Buenos Aires, La Rosa Blindada, 1968.

Le Duan: La revolución vietnamita, Buenos Aires, La Rosa Blindada, 1968.

W. G. Burchett: Habla Vietnam del Norte, La Habana, Instituto del Libro, 1968.

Jean Lacouture: Ho Chi Minh, Madrid, Alianza Editorial, 1967.

Ho Chi Minh: Oeuvres choisies, París, Fran,cois Maspéro 1967.

T. Taylor, R. Falk, G. Kolfo y otros: Los crímenes de guerra en Vietnam, Buenos Aires, Granica Editor, 1971.

Marcus Raskin y Bernard Fall: Para el expediente de la tercera guerra mundial; testimonios sobre el caso Vietnam, México, Ediciones Siglo XXI, 1967.

Jean Chesneaux: Contribution a L’Histoire de la Nation Vietnamienne, Paris, Editions Sociales.

Jean Lacouture: El Vietnam entre dos paces, Madrid, Editorial Tecnos, 1966.

Ho Chi Minh

Nguyen Tat Than, que usó en su vida muchos otros nombres, que alcanzó celebridad como dirigente revolucionario llamándose Nguyen Ai Quoc (Nguyen el patriota) y condujo las luchas victoriosas de su pueblo por la liberación siendo Ho Chi Minh, nació el 19 de mayo de 1890. A los 21 años, luego de haber estudiando en Hué, decide dejar el pais y se embarca como pinche de cocina en un barco francés. Durante tres años, conocerá en los puertos de Asia, Africa y América Latina los diversos grados de explotación y miseria en que se encontraban los pueblos sometidos a la opresión colonial. En 1917 se instala en Paris, realiza los más diversos trabajos y se vincula con las organizaciones obreras y revolucionarias.

Con el nombre de Nguyen Ai Quoc, colabora en periódicos del Partido Socialista y adhiere a la tendencia de Cachin que decide afiliarse a la IIIª Internacional. Publica su “Procés de la colonisation française” y, con un grupo de exiliados vietnamitas, argelinos, antillanos, malgaches y senegaleses, crea la “Unión Intercolonial”, cuyo órgano “Le Paria”, escribe y difunde con infatigable tenacidad. En un articulo escrito al cumplir los 70 años, Ho Chi Minh rememora de este modo los días parisinos en los que eligió su camino político.

“Inmediatamente después de la primera guerra mundial trabaja como asalariado en París, como diseñador de antigüedades chinas (fabricadas por una firma francesa). En aquella época, distribuía con frecuencia propaganda denunciando los males causados por el colonialismo. Defendía entonces la Revolución de Octubre simplemente por una especie de espontánea simpatía, sin haber comprendido todavía su importancia histórica. Amaba y respetaba a Lenin sólo por ser un patriota que había liberado a su pueblo; no había leído en aquella época ninguna de sus obras. Había adherido al Partido Socialista… Asistía regularmente a todas las reuniones, dos o tres veces por semana. Escuchaba atentamente todas las intervenciones. Al principio no comprendía su contenido... Con la Segunda Internacional o la Internacional Dos y Media o la Tercera, bien se podía llevar a cabo la revolución. ¿Por qué tanto empeño en discutir? ¿No quedaba aún la Primera Internacional, qué se había hecho de ella?

Lo que yo ardía en deseos de saber —y era precisamente de lo que no se discutía en esas reuniones— era: ¿cuál era la Internacional que apoyaba la lucha de los pueblos oprimidos? En una de las reuniones pregunté eso y unos camaradas me respondieron que era la Tercera Internacional y me dieron a leer las Tesis de Lenin sobre el problema de las nacionalidades y de los pueblos coloniales.

En esas Tesis había términos políticos difíciles de comprender. Sin embargo, tras leerlas y releerlas varias veces conseguí comprender lo esencial. Ellas provocaron en mí una gran emoción, un gran entusiasmo, una gran fe y me ayudaron a ver los problemas con claridad. Solo en mi habitación, llorando de alegría, exclamé, como si me encontrara ante una multitud: Compatriotas queridos y miserables, esto es lo que necesitamos, éste es el camino de nuestra liberación.”

Negocios en Vietnam

“Veamos cuáles serían las consecuencias de perder Indochina… el estaño y el tungsteno que provienen de esa región, y que valoramos considerablemente, cesarán de llegarnos… Por eso, cuando los Estados Unidos votan 400 millones de dólares para ayudar esa guerra no estamos votando un obsequio. Estamos votando por el medio más barato de prevenir que acontezca algo que tendría el resultado más terrible para nosotros… la pérdida de nuestro poder y habilidad para obtener ciertos elementos que necesitamos de las riquezas del territorio indochino y del sudeste de Asia”, dijo Dwight Eisenhower, en la conferencia de gobernadores de 1953.

A fines de 1970 la Comisión de las Naciones Unidas para Asia y el Extremo Oriente informó que las mayores reservas mundiales de petróleo se encuentran en la zona que abarca Malasia, Indonesia, Vietnam, Laos, Camboya y Tailandia, excediendo en conjunto a las reservas del Medio conjunto a las reservas de Medio Oriente y alcanzando al 50% de las reservas mundiales. Ya más de 15 compañías norteamericanas, inglesas y francesas se disputan las concesiones en Vietnam del Sur donde los yacimientos parecen ser particularmente ricos en la llanura del Bajo Menan, en el delta del Mekong y en el litoral oriental. El dictador Thieu se ha apresurado a favorecer la entrega de las riquezas nacionales en un renglón hasta ahora inédito promulgando una ley sobre prospección y explotación del petróleo que, entre otras cláusulas, anuncia que: “cada concesión podrá alcanzar la superficie de 20.000 km2 “; “cada compañía puede obtener hasta cinco perímetros de prospección”; “las compañías recibirán la garantía de que sus bienes y derechos no serán nacionalizados y poseerán el derecho de refinado del petróleo explotado”; “los beneficios podrán ser repatriados libremente”; etc. El Gobierno Revolucionario Provisional de Vietnam del Sur ha declarado por su parte que: “Todo compromiso contraído por la administración de Saigon con cualquier país, compañía u organización extranjera, para la prospección y explotación de los recursos petrolíferos en el sur de Vietnam no tendrá ningún valor ni ligará en nada al pueblo survietnamita ni a su representante auténtico y legal, el G.R.P.”.

En los EE.UU., para los intereses ligados a los grandes trusts petroleros la guerra de Vietnam aparece ahora como un buen negocio, y eso explica por qué en una manifestación pacifista realizada por estudiantes norteamericanos frente al edificio de la ONU, los jóvenes portaban inmensos cartelones en los que se leía: “La guerra es un buen negocio, invierta a sus hijos”.

La Conferencia de Paz en París

Hace ya tres años que comenzó en París la Conferencia de Paz sobre Vietnam. Desde entonces, un desacuerdo básico limita todo progreso en las negociaciones; mientras que para los Estados Unidos y el gobierno de Saigón, la presencia de las tropas norteamericanas estaría justificada por la “invasión” de los norvietnamitas, para los representantes de la República Democrática de Vietnam y del Frente Nacional de Liberación, se trata de una lucha por la independencia nacional que sólo puede concluir con la retirada de las fuerzas extranjeras.

Para que las negociaciones de París pudieran iniciarse, los Estados Unidos debieron aceptar dos condiciones previas impuestas por el gobierno de Hanoi: la suspensión incondicional de los bombardeos aéreos sobre Norvietnam y el reconocimiento del Frente Nacional de Liberación de Vietnam del Sur como participante de la Conferencia. A comienzos de 1969, el FNL presentó su plan de 10 puntos para una solución política del conflicto que es compartido por los representantes norvietnamitas y que aún no ha sido aceptado por el gobierno norteamericano. Los términos esenciales de los diez puntos propuestos son los siguientes:

1) Respeto de los derechos fundamentales del pueblo vietnamita: independencia, soberanía, unidad e integridad territorial.

2) Retiro incondicional de todo el personal militar norteamericano y liquidación de las bases militares.

3) El problema de las fuerzas militares vietnamitas será arreglado entre las partes vietnamitas, sin intervención extranjera.

4) Convocatoria a elecciones libres para integrar una asamblea constituyente. Integración de un gobierno de coalición con participación de todos los sectores populares.

5) Desde el restablecimiento de la paz hasta la realización de las elecciones generales, ninguna parte podrá imponer su régimen político a la población survietnamita. Amplia participación de todas las tendencias políticas en un gobierno provisorio de coalición sobre la base de los principios de igualdad, democracia y respeto mutuo.

6) Política exterior y neutralidad.

7) 7) La reunificación del país se realizará paso a paso por medios pacíficos, mediante el acuerdo entre las dos zonas, sin intervención extranjera. Hasta tanto se produzca la reunificación, se establecerán entre las dos regiones relaciones normales en todos los niveles.

8) Las dos partes de Vietnam se comprometen a no participar en ningún bloque o alianza militar y a no permitir la instalación de bases militares extranjeras en sus territorios.

9) Reparación de las consecuencias de la guerra. Liberación de los prisioneros. Reconocimiento de la responsabilidad de los Estados Unidos por los daños causados al pueblo de las dos zonas de Vietnam.

10) Por acuerdo entre las partes se establecerá una forma de vigilancia internacional del retiro de todas las tropas extranjeras.


[1] Debe señalarse que no sólo las fuerzas francesas fueron reforzadas al terminar la guerra de Corea. Las fuerzas gubernamentales recibieron a través de los chinos las poderosas armas que éstos habían tomado a los yanquis en la guerra coreana.

[2] La época de “la lucha” es, en este contexto, la que precedió a la de la “pacificación norteamericana” de 1955-56.

This entry was posted on Tuesday, April 01, 2008 at 8:38 AM and is filed under . You can follow any responses to this entry through the comments feed .

0 comments

Post a Comment