La mujer en la revolución  

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Otilia Vainstok

Mirta Henault

© 1973

Centro Editor de América Latina — Cangallo 1228

Impreso en Argentina

Índice

La Revolución Francesa o la mujer traicionada. 2

La opresión específica de las mujeres 5

Las mujeres y las revoluciones socialistas 6

La Revolución Rusa. 7

La Revolución China. 10

La Revolución Cubana. 11

Vietnam: un ejemplo de integración femenina. 13

Las mujeres en el peronismo. 14

Conclusión. 16

El pelotón Mariana Grajales 16

Desde la institucionalización de la propiedad privada, los miembros de las clases privilegiadas no participan de la producción directa de bienes. Los hombres se encargan del control y apropiación de la producción social. La función económica específica de las mujeres es la reproducción de las clases dirigentes. Su historia es la del perfeccionamiento de esta función. La monogamia, el castigo a la infidelidad y la exigencia de virginidad pre-marital, es decir, la represión de la sexualidad femenina, la estructuración de características típicas de la psicología del oprimido (docilidad, sumisión, irresponsabilidad, irracionalidad, etc.) y su reclusión en el hogar, tienden al mejor control del producto de su trabajo: los hijos del hombre de las clases privilegiadas. Control que asegure el mantenimiento de la propiedad de la familia del hombre y su transmisión a los herederos legítimos. Con el desarrollo del capitalismo, las clases medias se expanden. Las mujeres de estas clases heredarán la opresión de las de las clases más altas sin compartir ninguno de sus privilegios. El cuidado del hogar y de los hijos estará a su cargo, como característica sexual secundaria, como lo “propio” de las mujeres. Las que trabajan fuera del hogar no serán eximidas de él. Cumplirán dos jornadas de trabajo. Mientras que la condición humana —la del hombre— se define por el creciente dominio y superación de las limitaciones de la naturaleza, los mitos e ideologías que definen la situación de la mujer se basan en el poder, en el determinismo, de esa misma naturaleza, sobre la mitad del género humano. El “biologismo” primero y el psicologismo freudiano después, cumplen el papel de justificar a niveles cada vez más sofisticados y “científicos”, la eterna condena impuesta por la religión sobre las mujeres: permanecer a mitad de camino entre los animales y los seres humanos. Así lo exige su función económica.

Las mujeres de la burguesía percibirán la emancipación de su papel exclusivamente reproductor a través de su incorporación a otro tipo de producción: la económica, la que había dado a los hombres el poder que ejercían. Sus luchas se orientarán a la obtención de derechos que aseguren la igualdad jurídica entre los sexos, la participación igualitaria en la sociedad de los hombres. La contradicción entre ser oprimidos y, a la vez, miembros de las clases opresoras, hará que grupos de mujeres de la burguesía se solidaricen con las luchas de otros grupos explotados, pero también les impedirá encontrar la clave para la superación de su opresión.

Consideremos brevemente el desarrollo de la primer batalla femenina del mundo moderno.

La Revolución Francesa o la mujer traicionada

Invocando la democracia y la igualdad de todos los hombres, la burguesía francesa, luchó por la obtención del poder político. Las mujeres jugaron un papel importante en el derrocamiento del orden feudal. Durante el período revolucionario disfrutaron de una libertad anárquica sin precedentes. Pero, una vez instaurado el sistema burgués, su esclavitud retornó con todo su antiguo vigor. Independientemente de su condición de clase, las francesas carecían de derechos políticos, civiles y económicos. Las mujeres de la burguesía en ascenso permanecían confinadas en sus hogares, oprimidas por una cultura y una tradición religiosa que las sometía a los hombres de la familia y anulaba sus posibilidades de desarrollo humano. Las mujeres del proletariado, industrial y agrícola, participaban plenamente de la producción económica y de la miseria e injusticia de su clase. Su sexo, que las destinaba a otra producción, igualmente necesaria para el sistema —la reproducción de la fuerza laboral— justificaba la doble explotación que pesaba sobre ellas: la del amo y la del marido. Estas similitudes y diferencias se reflejaron en las formas de acción y los objetivos de lucha adoptados por las mujeres burguesas y proletarias durante la revolución.

En 1787, la agitación revolucionaria se extendía por todo el país. El éxito en el Parlamento de Grenoble, en el Delfinado, donde se desafió la autoridad del Rey, se debió, en gran parte, a la actuación de las mujeres. Ellas impidieron la partida de los “parlamentarios”, y atacaron a las tropas reales con piedras y palos. Después de escoltar el retorno del Parlamento a su sede, montaron guardia armada ante sus puertas.

Las consecuencias políticas de este hecho marcaron la primera victoria de la burguesía. En la Bretaña, los defensores del privilegio feudal, unidos alrededor del Parlamento de Rennes, aterrorizaban al pueblo. Los estudiantes bretones organizaron la resistencia junto con las mujeres y los jóvenes campesinos. Los triunfos de las movilizaciones populares en el Delfinado y en la Bretaña culminaron el 14 de julio de 1789 en París.

No hay información precisa acerca de quienes tomaron la Bastilla. Sin embargo, el hecho de que una mujer, Marie Charpentier, figure en la lista de los “Conquistadores de la Bastilla” (actualmente en el Archivo del Museo Nacional), indica la participación femenina en ese acontecimiento.

En el campo, las mujeres tomaron parte de los levantamientos contra los señores feudales. En la Capital, el poder logrado por la burguesía en la Asamblea Nacional y las Asambleas locales, en el verano francés de 1789, no estaba consolidado. La Corte conspiraba. El peligro de la contrarrevolución era real. Los especuladores elevaban el precio del pan y el desempleo crecía.

El 5 de octubre se conocían en París las noticias de la manifestación contrarrevolucionaria de Versalles. Marat incitó al pueblo a marchar hacia allí. Mujeres provenientes de distintas partes de la ciudad se concentraron en la Municipalidad, desde donde se dirigieron a Versalles. Su objetivo era traer al Rey y poner al gobierno nacional bajo la vigilancia del pueblo de París. Una delegación fue recibida por el Rey, quien prometió soluciones. Pero sus promesas no sustituían al pan: las mujeres invadieron el palacio y forzaron a la familia Real a regresar a la Capital. La presencia Real en París no mejoró la situación de escasez y miseria. La Asamblea Nacional decretó la ley marcial por un mes.

La “cuestión del pan” llegó a tener una importancia crucial durante el desarrollo de la revolución. Contribuyó a enfriar las relaciones entre la burguesía y la plebe y a diferenciar las orientaciones de la actividad política femenina. Para las mujeres del proletariado, los problemas de la inflación, el desempleo y el hambre tenían una importancia más inmediata que los derivados de la desigualdad legal. Cuando entraron en vigor las instrucciones de Luis XVI para la convocatoria a elecciones de Representantes de los Estados Generales, comenzaron intensas discusiones críticas en cada pueblo y en cada barrio de las ciudades. Una lluvia de volantes, diarios y canciones inundaron el país.

Podían votar los campesinos y los habitantes de las ciudades que pagaban un impuesto especial. Los pobres y las mujeres estaban privados de ese derecho. Excluidos de las deliberaciones de las Asambleas, sus quejas y demandas no fueron expuestas en los “cuadernos” oficiales, sino en panfletos y peticiones. En la “Petición de las Mujeres del Tercer Estado al Rey” (enero de 1789) se expresaban los siguientes términos:

“Las mujeres del Tercer Estado han nacido casi todas sin fortuna. Su educación ha sido muy descuidada, muy deficiente. Consiste en enviarlas a la escuela, a un profesor que no conoce él mismo las primeras palabras que enseña. Continúan yendo hasta que pueden leer el servicio de la misa en francés y las Vísperas en latín. Una vez cumplidos los elementales deberes de la religión, se les enseña a trabajar. A la edad de 15 o 16 años todo lo que pueden ganar son cinco o seis ‘sous’ por día… Pedimos instrucción y trabajo, no para usurpar la autoridad de los hombres sino para aumentar su estima, teniendo los medios para ganarnos la vida.”

En “Los Derechos de la Mujer”, escrito en 1790, por Olimpia de Gouges, poco después de la aparición de “Los Derechos del Hombre”, se reclamaba la igualdad legal de las mujeres. Comenzaba afirmando, “esta revolución no será consumada hasta que todas las mujeres sean concientes de su suerte deplorable y de los derechos que han perdido en la sociedad…” Olimpia de Gouges preguntaba: “Hombre, ¿eres capaz de ser justo? Dime, ¿quién te ha dado el poder soberano para oprimir a mi sexo? ¿Tu fortaleza? ¿Tu habilidad?” En el preámbulo decía: “La representación femenina de la Nación solicita constituirse en Asamblea Nacional”. El artículo primero proclamaba: “La mujer ha nido libre y es igual al hombre ante la ley”.

Los artículos siguientes prescribían una estricta igualdad legal de los sexos en toda instancia de la vida pública y privada. Se definían como básicos los derechos a la: “libertad”, “prosperidad”, “seguridad” y, sobre todo, a la “resistencia a la opresión”; a la protección legal y a la igualdad económica. Estos derechos se fundamentaban en el postulado filosófico de la revolución: “la naturaleza ha hecho todos los hombres iguales”.

Etta Palme van Aelder, en abril de 1792, presentó a la Asamblea Legislativa un proyecto que incluía educación para las niñas, mayoría legal a los veintiún años para las mujeres, libertad e igualdad en los derechos políticos para ambos sexos y el divorcio. El 20 de setiembre de 1792, el divorcio fue aprobado con algunas restricciones. Dos años después, los requisitos se hicieron aún más liberales. Se acordó la mayoría de edad de las mujeres a los 21 años. En cuanto a la educación de las niñas, contaba con muchos partidarios, entre ellos, Condorcet. Pero solamente fue aprobada a nivel de enseñanza primaria. Las clases eran divididas según el sexo. Las maestras recibían dos tercios del salario de los hombres por un trabajo similar. Las mujeres consideraban que el triunfo de sus reivindicaciones dependía de la victoria de la revolución. Demostraron una comprensión profunda del significado histórico de la mitad de la humanidad hasta entonces postergada y de los acontecimientos que estaban viviendo.

Cuando la revolución enarboló la bandera de la emancipación de los oprimidos, las mujeres rápidamente se aliaron a los hombres en la lucha por la realización de estos objetivos. En 1791, “Le Courrier de I’Hymen”, periódico femenino, decía: “¿Ya no recuerdan los hombres habernos visto en la toma de la Bastilla? ¿En el camino a Versalles y en el campo de la Federación? Deben tener en cuenta nuestro coraje. Nosotras los haremos libres.” Junto al movimiento por los Derechos de la Mujer se desarrolló la militancia de las mujeres del proletariado. Las del mercado de Halles, fueron críticas implacables de los acontecimientos políticos. En su dialecto “poisard” condenaban a las órdenes privilegiadas, “la gentuza” más interesada en sus arcas que en la Nación.” En 1792/93, la contrarrevolución, la invasión exterior y la derrota militar amenazaban las conquistas revolucionarias. El 31 de julio de 1792, una delegación de mujeres de la Municipalidad, sección de París, pedía permiso a la Asamblea para portar armas y defender la ciudad contra el ejército de Vendeé. En Lyons, las mujeres tomaron el control de la ciudad durante tres días. Organizadas en grupos, invadían los negocios para conseguir pan y carne y fijaban precios topes para los alimentos. El Consejo Municipal se vio forzado a establecer, por ordenanza, esos precios máximos.

Dividido por las luchas entre jacobinos y girondinos, el gobierno era incapaz de utilizar todas sus energías en la guerra y detener el caos. El grupo radical, los “enragés”, exigía la expulsión de los líderes girondinos sospechosos, la concentración del poder en manos de los montañeses, (la izquierda de la Convención), la movilización de las tropas de “Sans Culottes”, el control de precios, la represión de los especuladores y medidas efectivas contra la desocupación.

Este programa ganó el apoyo de la población de París y de la “Sociedad de las Republicanas Revolucionarias”, un club de mujeres fundado en mayo de 1973. Su propósito era combatir a los enemigos de la República. Fue la primera organización popular exclusivamente femenina durante ese periodo. Sus miembros se distinguieron por su conciencia revolucionaria y su militancia activa, representaban a la clase trabajadora y sostenían que la obtención de los derechos femeninos dependía del poder político que lograran todos los trabajadores. La reacción que sobrevino con la derrota de los jacobinos afectó rudamente a los movimientos femeninos. Clausuraron sus clubes y periódicos. Encarcelaron a sus dirigentes. Algunas de ellas, como Olimpia de Gouges, terminaron en el cadalso.

La revolución burguesa, que reemplazó al orden y modo de producción feudales, “opuso sus ideas liberales a la religión y a las leyes morales de ésta… Pero una vez consolidados su poder y la economía capitalista, la burguesía se volvió reaccionaria, se reconcilió con la religión, que necesitaba a fin de mantener en la opresión al proletariado… y, hasta recogió, en una forma un tanto modificada, pero en el fondo intacta, la moral sexual de la Iglesia.”!1 El triunfo de las fuerzas conservadoras marcó el fracaso de la lucha de las mujeres por sus propias reivindicaciones y por los ideales más renovadores de la época. Siguieron privadas de igualdad jurídica y derechos políticos. El Código Napoleónico condenaría a las mujeres casadas a la condición de perpetuas menores de edad.

Las burguesas retornaron al confinamiento de sus hogares. Las mujeres del proletariado, incorporadas masivamente como mano de obra barata no calificada a la producción industrial, sufrirán una discriminación y explotación sin precedentes.

Esta lucha fue precursora de la de los movimientos feministas que surgieron en muchos países casi un siglo después. La acción de estos grupos y el apoyo de legisladores políticamente progresistas, se tradujo en la sanción de derechos iguales para las mujeres.

Cincuenta años más tarde renace un feminismo distinto, radicalizado.

El nuevo feminismo se nutre de experiencias históricas fundamentales. La igualdad jurídica demostró no ser sinónimo de igualdad social. En los países capitalistas, la participación de la mujer en el mercado de trabajo y en todos los niveles de la educación, no ha modificado fundamentalmente su situación.

Las diferencias registradas en cuanto a la condición de la mujer en distintos países socialistas, señalan que la destrucción del sistema capitalista de explotación es condición necesaria, pero no suficiente, para la liberación femenina.

Desde una perspectiva marxista, las feministas revolucionarias intentan definir las determinaciones estructurales de la situación de la mujer.

La opresión específica de las mujeres

La responsabilidad de las tareas domésticas y el cuidado de los hijos es el atributo común a todas las mujeres casadas. El trabajo realizado por la mujer en el hogar es considerado como una consecuencia necesaria de su sexo, como una característica sexual secundaria. Según la clase social del marido, este trabajo varía cualitativa y cuantitativamente (las mujeres de las clases más privilegiadas derivan su ejecución en otros). También varía la función que cumple para el sistema.

Analicemos algunos aspectos de las tareas del hogar de la mujer de clase trabajadora.

1. Los bienes y servicios que produce la mujer dentro del hogar son destinados al consumo de la familia. La mujer no percibe salario por este trabajo.

El carácter gratuito de esta producción no está determinado por la naturaleza de los bienes, sino por las relaciones de producción dentro de la familia.

Con el desarrollo industrial, la mayoría de los bienes que eran producidos gratuitamente por las mujeres para el consumo en el hogar, son vendidos en el mercado. Son parte del producto nacional y el trabajo que incorporan es parte de la fuerza productiva. Cuando la mujer realiza fuera del hogar las tareas que presta gratuitamente dentro de él, su trabajo es remunerado. Cuando la mujer no puede producir estos servicios, la familia debe pagar por ellos.

Es decir, la producción doméstica femenina tiene valor de cambio, además de su valor de uso, cuando no es realizada en el marco familiar.

2. La carencia de valor de cambio del trabajo de la mujer, cuando es producido en el hogar, enmascara la función económica de estas tareas. El trabajador percibe un salario a cambio de su fuerza de trabajo. Este salario es el mínimo necesario para asegurar el mantenimiento y reproducción de la fuerza laboral. La producción doméstica es la manera más barata de reponer diariamente la fuerza laboral. Todos los servicios domésticos pueden comprarse en el mercado. Existen restaurantes, lavanderías, guarderías, empresas de limpieza, etc. Pero el salario de los trabajadores de clase obrera y de la mayoría de la clase medía, no alcanzaría para cubrir los gastos necesarios. El capitalista ya no podría mantener los salarios artificialmente bajos. En consecuencia, sus beneficios disminuirían. El trabajo domésticp de la mujer contribuye fundamentalmente a la creación de la plusvalía que capitaliza el patrón de su marido.

La prestación de estos servicios colectivamente por parte del Estado exigiría una modificación profunda de toda la economía.

3. Se supone que la mujer se ocupa de la producción doméstica a cambio de ser mantenida por el marido. Pero esta relación de intercambio es básicamente diferente de las relaciones de producción no domésticas. Los recursos económicos del ama de casa no están determinados por la calidad o cantidad de su trabajo en el hogar, sino que dependen de los ingresos o la voluntad del marido. El mantenimiento que percibe a cambio de su producción es menor que el valor de cambio de esa misma producción en el mercado. La mujer que trabaja fuera del hogar sigue siendo responsable del cuidado de la casa y los hijos. Debe cumplir dos jornadas de trabajo, una de ellas gratuitamente. Sus posibilidades de trabajo estan condicionadas por la realización previa de sus obligaciones familiares. La adjudicación de esta responsabilidad, pone a las mujeres en desventaja para una participación igualitaria en el mercado laboral y se convierte en pretexto que el capitalista esgrime para discriminarlas. Por lo tanto, la situación de la mujer en las relaciones de producción establecidas dentro de la familia, determina su posición subordinada en la sociedad y da origen a la doble explotación que pesa sobre las mujeres.

La producción doméstica femenina es esencial para el mantenimiento del sistema capitalista. En las sociedades socialistas desaparece la explotación de las mujeres en el mercado laboral. Pero la explotación de su trabajo dentro de las relaciones familiares puede persistir si no existe una clara política revolucionaria al respecto.

Las mujeres y las revoluciones socialistas

El examen histórico permite extraer dos conclusiones:

Las mujeres participan en la lucha por la toma del poder.

En algunos casos preexiste una organización femenina (sindicatos, núcleos políticos, etc.) que sirve de apoyo al grupo revolucionario. En los países con extensa zonas de estructura semifeudal, donde las mujeres están marginadas de toda actividad e interés fuera de los límites del hogar, los revolucionarios deben desarrollar una estrategia para movilizar esta masa e incorporarla al proceso.

La participación en la lucha revolucionaria tiene efectos liberadores para la mujer. Su profundidad y extensión están determinados por las características del proceso. En Vietnam del Sur, por ejemplo, la guerra del pueblo ha integrado a hombres y mujeres por igual, en el cumplimiento de todas las tareas necesarias para la resistencia. En otros países, la participación estuvo restringida a ciertos sectores de la población femenina y se conservó una división de tareas según el sexo: las mujeres realizaban trabajos de información, mantenimiento y apoyo; y salvo pocas excepciones sólo los hombres entraban en combate. La participación de la mujer es imprescindible en la construcción del Socialismo. En la producción social se necesita su fuerza de trabajo. En el aspecto político su actuación es necesaria, porque no se puede crear el hombre nuevo sin la creación simultánea de la mujer nueva.

No puede haber conciencia revolucionaria si se mantienen las ataduras, tradiciones y valores del pasado respecto a la mitad de la población. No puede haber democracia socialista si las mujeres no participan de la toma de decisiones. En todos los países las mujeres constituyen el sector más oprimido de la población. Todas las revoluciones han debido enfrentar el problema de su liberación. La contradicción que debe superarse es la que existe entre la necesidad de reproducir y reponer diariamente la fuerza laboral y la de incorporar plenamente a la mujer en el trabajo revolucionario; entre la dificultad para colectivizar total y rápidamente los servicios requeridos y el hecho de que la manera más barata de reponer la fuerza laboral es realizándola en el seno del hogar, es decir, explotando a la mujer.

En la resolución de esta contradicción se insinúan dos corrientes:

Para la corriente reformista la mujer sigue siendo responsable del hogar y los hijos. Se le ofrecen ciertas facilidades para el cumplimiento de estas tareas. Se establecen condiciones especiales para la mujer que trabaja: jornadas más cortas y tareas más livianas.

Podrían señalarse algunos de los efectos de esta política. En primer termino, debilita la posición ganada por la mujer en la revolución. Además agudiza la división del trabajo entre los sexos: las mujeres son excluidas de ciertas tareas. Se promueve el individualismo pequeño burgués. Si la familia nuclear patriarcal es la célula económica de la sociedad de clases, la persistencia en el socialismo de su función productiva, refuerza las consecuencias de la propiedad privada en la conciencia social. Se revaloriza la vuelta al hogar y reaparecen ciertos valores morales tradicionales. La corriente revolucionaria sostiene como prioridad la colectivización del trabajo domestico. Mientras la sociedad no pueda proveer los servicios necesarios, se crean las soluciones alternativas. Se educa a hombres y mujeres acerca de la necesidad de asumir el trabajo domestico como responsabilidad común, como una función que debe ser cumplida colectivamente. Esto favorece la desaparición paulatina de las antiguas divisiones y discriminaciones sobre las que se basaban las relaciones entre los sexos. La liberación de las mujeres es concebida como condición para el surgimiento de una verdadera conciencia revolucionaria.

Analicemos brevemente los casos de las revoluciones Rusa y China, que ilustran el desarrollo de estas corrientes en el proceso de construcción socialista.

La Revolución Rusa

El 23 de febrero de 1917, las obreras textiles de varias fábricas de Petrogrado iniciaron una huelga para celebrar el “Día Internacional de la Mujer” a pesar de la resistencia de los líderes, aun de los bolcheviques del comité de Viborg (barrio industrial), quienes se oponían a cualquier acción que pudiera transformarse en lucha abierta. Consideraban que las condiciones aún no eran propicias.

Las mujeres obtuvieron el apoyo de los obreros metalúrgicos y en los días subsiguientes, la huelga se extendió convulsionando toda la ciudad. El hecho de que fueran mujeres quienes encabezaran los acontecimientos que culminaron en la revolución de octubre tiene un doble significado. Primero, simbolizó la importancia del papel de la mujer en los acontecimientos revolucionarios. Segundo, expuso el grado de organización y toma de conciencia de las obreras rusas respecto de su opresión como mujeres y como trabajadoras.

En la Rusia zarista, muchas mujeres fueron miembros de grupos políticos revolucionarios y participaron de actos de resistencia y terrorismo.

En 1879, Vera Zassulich ejecutó al jefe de Policía. Las obreras tomaron parte activa en las huelgas textiles de 1872 y 1874 y en choques con las tropas represoras.

A principios del siglo XX comenzaron a formarse organizaciones específicamente femeninas. En 1907, se realiza la primera reunión del Zhenodtl, un grupo femenino surgido en el Partido Social Demócrata. Se acordó allí la necesidad de crear un movimiento de mujeres proletarias para organizar a las obreras alrededor de las siguientes reivindicaciones: protección a la maternidad y los niños; igualdad de derechos políticos, mejoramiento de las condiciones de trabajo en las fábricas. La movilización femenina crece, se extiende y profundiza. Feministas de izquierda de clase media fundan el Club Político de Mujeres. En 1913, en ocasión del Día Internacional de la Mujer, las obreras de Petrogrado realizan una serie de manifestaciones. Al año siguiente, su conmemoración se multiplica en muchas ciudades. En esa época aparece en Petrogrado “Rabotnitsa” (Trabajadora) un periódico femenino. El Zhenodtl, continuó expandiéndose después de la revolución. Una de sus más importantes dirigentes fue Alejandra Kollontai, miembro del Comité Central del Partido Bolchevique. En noviembre de 1918, se celebró la Primera Conferencia de Mujeres Obreras y Campesinas. Contó con la asistencia de más de mil doscientas delegadas de todo el país. Se analizaron problemas vinculados con la socialización y educación de los niños, el reclutamiento de mujeres para el movimiento y métodos para la lucha por el socialismo.

Las medidas adoptadas inmediatamente después de la toma del poder reflejaron tanto los principios teóricos del socialismo como la militancia femenina.

— Modificaron la ley del matrimonio.

— Divorcio otorgado a solicitud de ambos o de uno de los cónyuges.

— Abolición de los derechos de propiedad en el matrimonio e igualdad de condición de los niños nacidos dentro o fuera del matrimonio.

— Aborto legal y gratuito.

Lenin decía que las mujeres “son las esclavas domésticas, que desperdician sus esfuerzos en una labor absurdamente improductiva, mezquina, enervante, embrutecedora y agobiante”, y mostraba como “entre nuestros camaradas hay todavía muchos de los que desgraciadamente puede decirse: rascad un poco al comunista y encontrareis al filisteo. Por cierto, hay que rascar en el lugar sensible: su mentalidad con respecto a la mujer. Exigen para ellos el descanso y la comodidad. La vida doméstica de la mujer es el sacrificio cotidiano de sí misma en naderías. La antigua dominación del marido sobrevive en forma latente. Y precisa: “La igualdad ante la ley no es todavía la igualdad en la vida. Libertad e igualdad para el sexo oprimido. La edificación de la sociedad socialista no comenzará hasta el momento en que hayamos conseguido la igualdad de la mujer.”

León Trotski en su “Problemas de la Vida Cotidiana” señalaba que

“en principio, la preparación material de las condiciones para un nuevo modo de vida y una nueva familia, no puede separarse del trabajo de la construcción socialista. El Estado de los trabajadores necesita mayor prosperidad a fin de que le sea posible tomar seriamente en sus manos la educación pública de los niños y aliviar asimismo a la mujer de los cuidados de la limpieza y la cocina. La socialización de la familia, del manejo de la casa y de la educación de los niños no será posible sin una notable mejoría de toda nuestra economía”.

Además: “El lavado debe estar a cargo de lavanderías públicas, la alimentación a cargo de comedores públicos, la confección del vestido, debe realizarse en los talleres. Los niños deben ser educados por excelentes maestros pagados por el Estado. Entonces la unión entre marido y mujer se habrá liberado del influjo de todo factor externo o accidental y ya no podrá ocurrir que uno de ellos absorba la vida del otro. Una igualdad genuina será al fin establecida.” El gobierno soviético trató de organizar la sociedad para crear nuevas condiciones de vida para el pueblo. Una de sus mayores preocupaciones fue la educación de los niños. Se intentó modificar las relaciones autoritarias vigentes dentro de la familia. Se organizaron jardines de infantes y ensayaron métodos pedagógicos nuevos y originales. Una innovación interesante fue la combinación del trabajo manual con la actividad intelectual. En las escuelas técnicas, los niños además de las asignaturas normales aprendían un oficio. Una verdadera camaradería se desarrollaba entre profesores y alumnos.

Se experimentaban formas para desarrollar su habilidad y expresividad corporal. En “los jardines infantiles volantes” del parque de la cultura de Moscú, los visitantes podían dejar a sus hijos con educadores y puericultores que jugaban con ellos. Se trató de estimular la independencia de los niños y fortalecer la confianza en si mismos para facilitar su adaptación a las necesidades de la vida y crear una verdadera comunidad infantil. En 1921, la psicoanalista Vera Schmidt fundó un jardín de infantes experimental. Ella fue “la primera educadora que comprendió, de manera puramente intuitiva, la necesidad y la naturaleza de una reestructuración práctica del hombre”. Esta experiencia verdaderamente revolucionaria no duró mucho tiempo. El jardín de infantes fue clausurado.

Los cambios políticos producidos después de la muerte de Lenin, frenaron y en gran medida revirtieron los intentos revolucionarios de la primera etapa.

Los lazos tradicionales de la familia se reforzaron. Se declaró ilegal el aborto. En 1929, el Zhenodtl fue oficialmente abolido. Muchos de sus líderes se exiliaron.

La mujer soviética ha logrado grandes progresos en el campo del trabajo y la educación. Es alentada a emprender profesiones antiguamente reservadas a los hombres. Si bien trabaja a la par de ellos en todos los terrenos de la actividad productiva ciertas desigualdades subsisten. En la vida cotidiana, es responsable de las tareas domésticas y la crianza de los niños. Los roles siguen siendo definidos a la manera tradicional. Los maridos soviéticos se sentirían muy mal realizando tareas que según los viejos esquemas “corresponden a las mujeres”. Aunque las rusas participan plenamente en la producción social, no estan liberadas de las tareas domésticas. Después de largas horas en fábricas, oficinas, escuelas, etc., deben realizar una segunda jornada de trabajo en el hogar. Esto les impone una evidente desventaja para una participación justa e igualitaria en el área laboral.

Las rusas toman parte de la vida política. Pero muy pocas ocupan lugares en los organismos de la dirección, y ninguna en el buró político actual.

La acción de las mujeres fue muy intensa y significativa en el período anterior a la insurrección, durante las jornadas revolucionarias, en la defensa civil y militar del poder obrero y en el afianzamiento de las conquistas de Octubre.

El socialismo soviético incorporó a una masa femenina marginada por siglos de opresión y explotación. Pero, a pesar del progreso logrado, las mujeres continúan desempeñando un papel subordinado en la esfera pública y privada.

La Revolución China

En la China tradicional todos los aspectos de la vida de una persona estaban determinados por el sistema familiar guiado por los principios de dominación de los ancianos sobre los jóvenes y de los hombres sobre las mujeres. La mujer casada carecía de derechos legales y de propiedad, el marido podía someterla a castigos corporales y exigirle el cumplimiento de cualquier tarea, llevar concubinas u otras esposas a su casa o divorciarse.

La trabajadora no tenía derechos laborales. Sus salarios eran dados directamente al jefe de la familia. No recibía educación. Se suponía incluso que carecían de toda inteligencia. Esposa, e hijas eran vendidas como gatos o caballos. En las familias pobres, cuando resultaban una carga, se las ahogaba al nacer.

“Una de las principales tareas de la Revolución en China es la emancipación de más de doscientos millones de mujeres de la esclavitud de ideas y costumbres semi o totalmente feudales. Mientras esta gran masa humana no sea liberada no habrá un real cambio revolucionario, no sólo en las instituciones del país, sino en toda la vida y pensamiento del pueblo.” (Soong Ching-Sing, 1927.)

Hacia fines del siglo XIX, la penetración del capitalismo occidental y la decadencia de la dinastía Manchú provocaron una crisis en la sociedad china. Se produjeron en forma esporádica protestas por la situación de las mujeres. Entre las de clase media y alta, mejor educadas, se comenzó a hablar de elección libre en el matrimonio, monogamia, control de la natalidad, educación de las niñas y participación en política.

Con el desarrollo industrial las mujeres son incorporadas a la fuerza laboral abandonando el confinamiento de hogares y granjas.

En 1905 una revista femenina reclamaba: igualdad de derechos políticos, liberación de los pies de las niñas, libertad para elegir maridos. La dirigía Chin Jaen, pionera del movimiento de liberación de las mujeres. En 1907 fue detenida y decapitada por la dinastía Manchú. No tenía treinta y tres años.

A partir de 1916 el movimiento de emancipación femenina de las ciudades, comenzó a extenderse por todo el país y adquirió importancia con las luchas sociales que agitaban al pueblo. Uno de los puntos fundamentales del programa del Partido Comunista Chino, fundado en 1921, era la igualdad de los sexos tanto a nivel ideológico como práctico. La coalición entre el Partido Comunista y el Partido Nacionalista se transformó en la fuerza dominante de las luchas por el control del país. Fundaron la Oficina de la Mujer para incorporar mujeres a la causa de la revolución. Durante las huelgas de 1924, las trabajadoras tuvieron una militancia activa. El Día Internacional de la Mujer comenzó a celebrarse en todo el territorio. Los principios revolucionarios fueron ganando a campesinas y obreras que, gradualmente, comenzaron a organizarse.

Un observador occidental, poco simpatizante de la causa femenina, decía en 1927: “El movimiento de las mujeres perdurará. Podrá ser reprimido pero nunca revertido.”

La ruptura de la coalición afectó al movimiento duramente. Los nacionalistas en el poder clausuraron la Oficina de la Mujer y propiciaron el resurgimiento de “las viejas virtudes de Confucio”. El movimiento “Vida Nueva” apoyaba la estructura y relaciones de la familia tradicional. El Partido Comunista Chino, expulsado de las ciudades, inicia su larga marcha del Sud al Noroeste. En cada aldea convocaba a las mujeres para luchar por su igualdad de derechos y les explicaba la necesidad de instaurar el régimen que los garantizara. Para las campesinas, el Partido se transformó en el instrumento de su emancipación y se unieron a su lucha. La guerra chino-japonesa, comenzada en 1935, obligó a las mujeres a realizar todo tipo de actividades.

La Asociación de Mujeres, organismo del Partido Comunista, aseguraba a las campesinas que existiría un lugar para ellas en la nueva sociedad, las inducía a tomar conciencia de su opresión y a expresar sus quejas y reivindicaciones públicamente. En las zonas liberadas por el ejército revolucionario, se dividía la tierra entre hombres y mujeres por igual.

Se educaba a los hombres acerca de los beneficios económicos y sociales de la integración de sus compañeras a las distintas actividades en un plano de igualdad. Las Líderes del Partido demostraban a sus hermanas que otras formas de vida eran posibles. La incorporación a la lucha por el cambio revolucionario del país, tuvo efectos revolucionarios en las mujeres y en sus relaciones con los hombres.

Terminada la Segunda Guerra Mundial, el Partido Comunista Chino continuó la batalla para derrocar la dictadura de Chiang Kai-shek. Después de la toma del poder en 1949, el nuevo gobierno moviliza a las masas femeninas para la reconstrucción nacional. La Federación Democrática de Mujeres de China, fue el principal instrumento de lucha por las reivindicaciones femeninas. Continuando la acción que habían desarrollado las Asociaciones de Mujeres en las áreas liberadas. Sus objetivos eran: educación y organización de las mujeres. Apoyo para la difusión e implementación de la nueva ley matrimonial. Estímulo de la participación directa de la mujer en la vida del Partido como ejemplo para las masas. Representación de las mujeres en Congresos y Conferencias. Transmisión de recomendaciones y demandas femeninas a los órganos del Gobierno y del Partido correspondientes. La nueva ley Matrimonial, basada en la libre elección de la pareja monogámica e igualdad de derechos para ambos sexos, produjo grandes resistencias en los grupos más tradicionales y significó un cambio fundamental para millones de mujeres.

En el plano económico, la Ley de Reforma Agraria de 1950, determinó la total igualdad de la mujer en la distribución de las tierras. Se sancionó la igualdad de salarios en la agricultura y la industria.

Las amas de casa fueron atraídas a los asuntos de interés comunitario por medio de conferencias y reuniones en las cuales se analizaba la importancia de su aporte para el progreso del país. La Federación organizaba discusiones sobre servicios barriales, presupuesto familiar y las necesidades de la nación.

En 1956, el número de mujeres incorporadas a la actividad productiva había aumentado cuatro veces en relación a 1949 y representaban del 30 al 40 por ciento de los alumnos inscriptos en las escuelas.

Los cambios en la situación de la mujer son una expresión de la profundidad del proceso revolucionario chino. En veinticuatro años, las antiguas esclavas se han convertido en seres humanos plenos. Participan igualitariamente en la producción social, en la educación, en todos sus niveles; en la vida política y la defensa del país. La comunidad es responsable del cuidado de los niños y de la provisión de servicios populares de comedores y lavanderías.

Los ecos de las antiguas relaciones patriarcales se perpetúan en algunas costumbres y en la persistencia de la diferenciación de roles en términos sexuales en ciertas áreas. Esto dificulta la incorporación de la mujer en la dirección de la nación en un grado estrictamente proporcional a su distribución en la población del país.

La Revolución Cubana

El estudio de la problemática femenina en la primera revolución socialista del continente presenta varios puntos de interés. En primer lugar, se trata de una revolución realizada en el ámbito latinoamericano. Segundo, antes de la revolución la situación de las mujeres era de extrema opresión. En las zonas rurales, la escasez de fuentes de trabajo femenino determinaba una total dependencia respecto al salario del hombre y un gran porcentaje de éxodo rural femenino. En las ciudades, el panorama no era mucho mejor. La tasa de desocupación femenina era alta. El 95% de las prostitutas eran de origen campesino. El analfabetismo era más acentuado entre las mujeres. La tradición “machista”, especialmente exacerbada en la isla, contribuía al sometimiento psicológico y represión sexual de la mujer.

Tercero, la participación política femenina era restringida. La mayoría de las mujeres de las clases populares estaba marginada de la acción. La corta duración y extensión limitada de la lucha armada impidió la integración masiva de la población en el proceso.

Cuarto, como todas las revoluciones socialistas, la cubana, enfrenta el problema de que la liberación de las mujeres es difícil, sin cierto grado de desarrollo económico y social y que para alcanzar ese desarrollo, es necesaria la participación plena de las mujeres en la producción social.

Cinco, el líder de la revolución cubana define a la liberación femenina como “la revolución en la revolución”.

No se conoce el número de mujeres que aportaron su esfuerzo y a veces, su vida, a la lucha contra la dictadura de Batista. Se encargaron de la ejecución de sabotajes, transporte de medicinas, correspondencia, comida, informes, etc., confección de uniformes, banderas, recaudación de dinero, ocultaron compañeros perseguidos, los acompañaron hasta la misma guerrilla, etc. Estas tareas eran necesarias para el funcionamiento de la organización.

Algunas mujeres ocuparon puestos de gran importancia en la dirección de la lucha. Mencionaremos solamente a unas pocas. Celia Sánchez, condujo a los compañeros que realizaron los primeros reconocimientos de zona. Organizó una red de comunicaciones a través de Manzanillo que fue vital a lo largo de toda la etapa insurreccional. Finalmente se incorporó a la guerrilla combatiente junto a Fidel hasta la culminación de la guerra, en enero de 1959. Actualmente, es una de las cinco mujeres que forman parte del Comité Central del Partido Comunista y es secretaria de la presidencia del país. Haydée Santamaría, miembro del Comité Central y presidenta de la Casa de las Américas, se destacó tanto en el trabajo clandestino urbano como en la guerrilla. Vilma Espín presidenta de la Federación de Mujeres Cubanas, comenzó su militancia revolucionaria en la acción estudiantil. Intervino en el levantamiento del 56 en apoyo al desembarco del Granma. Posteriormente, fue coordinadora del Movimiento en la Provincia de Oriente.

Clementina Serra, actual miembro del Comité Central del Partido Comunista Cubano y directora nacional de la organización de Círculos Infantiles, participa en la lucha política desde la década del 30. Como miembro del Partido Socialista Popular promovió la unidad de las fuerzas femeninas de oposición, trabajando con mujeres de distintas ideologías. Son muchas las mujeres destacadas en la lucha: Melba Hernández, Ana Rosa Ledea, María Riera, Natalia Bolívar y otras, que desde el asalto al cuartel de Moncada se incorporaron a las fuerzas guerrilleras o a la organización clandestina de las ciudades desempeñando papel relevante. Sus vidas son un ejemplo de integridad y combatividad revolucionaria.

“…Si alguien me hubiera preguntado alguna vez si no me creía que tenía prejuicios, habría dicho que no, en absoluto, porque me he creído verdaderamente todo lo contrario; que verdaderamente había en la mujer dentro de la sociedad, una fuerza potencial y un recurso humano extraordinario para una Revolución. Pero, ¿qué ocurre? ¿Qué nos ha ocurrido a nosotros o qué nos está ocurriendo? Nos está ocurriendo que, en realidad, esa fuerza potencial es superior a la que los más optimistas de nosotros habríamos podido ver jamás. Por eso decíamos que tal vez en el fondo, inconscientemente, había algo de prejuicio o había algo de subestimación, puesto que la realidad está demostrando, apenas comenzando a marchar por este camino, todas las posibilidades y todo el papel que la mujer juega en un proceso revolucionario donde la sociedad se libra de la explotación en primer lugar, de los prejuicios y de toda una serie de circunstancias donde la mujer ocupaba, o, se puede decir, donde la mujer era doblemente explotada, doblemente humillada…” (Fidel Castro, 9 de diciembre de 1966.)

El gobierno se propuso como objetivo prioritario la integración plena de la mujer en el proceso revolucionario.

Fidel señala: “si las mujeres creen que su situación en la sociedad es una situación inmejorable… Si las mujeres creen que su función revolucionaria está cumplida, estarían cometiendo un grave error. A nosotros nos parece que las mujeres tienen que esforzarse mucho para llegar a alcanzar el lugar que realmente deben ocupar dentro de la sociedad.” En 1960 se organiza la Federación de Mujeres Cubanas para promover su incorporación masiva a la producción. En 1970, contaba con 1.324.751 miembros. El ingreso de la mujer a la fuerza laboral ha sido lento. Pero en el presente, la mujer cubana participa de casi todas las actividades económicas del país. Maneja tractores, corta caña; etc. Se fomenta su capacitación técnica en todos los niveles. En el área de la educación es donde se han realizado los progresos más sorprendentes. La educación primaria de las mujeres adultas es 35 veces mayor que antes de la revolución. En los niveles medio y superior, los porcentajes femeninos y masculinos son iguales. En el preuniversitario, el 55% de los estudiantes son mujeres, cifra que llega al 43% en las escuelas de graduados. El número de mujeres en las carreras científicas ha aumentado. Las cubanas participan de la defensa del país. En la Milicia, el número de reclutas mujeres y hombres es igual. Su formación militar es la misma. Las mujeres forman parte de las Fuerzas Armadas Revolucionarias y estudian en la Academia Militar.

En otros terrenos, también se han logrado importantes conquistas. El aborto es legal y gratuito, al igual que toda la atención médica. Los medios para el control de la natalidad han sido difundidos y son ofrecidos gratuitamente. La situación de las mujeres cubanas ha sufrido profundos cambios. Sin embargo, subsisten prejuicios y costumbres del pasado. El trabajo doméstico sigue siendo básicamente responsabilidad femenina. Los hombres “ayudan” a sus compañeras en las tareas del hogar, pero no existe una verdadera conciencia sobre la necesidad de compartirlas en un plano totalmente igualitario. El Frente Femenino de la Central de Trabajadores Cubano planea iniciar campañas para superar este problema. La responsable del Frente declaró recientemente:

“Es un problema ideológico… de verdad que hay mucha gente hoy, revolucionaria y todo, que todavía piensa que la mujer es para la casa y el hombre para la calle… A veces, de verdad, el hombre es el único freno que queda para la plena liberación de la mujer… Mientras nosotros no vayamos a la masa trabajadora para confrontar este problema con los hombres, no avanzaremos más en este campo… Ahora nosotros estamos discutiendo en los centros de trabajo, discutiendo con los hombres, pidiéndoles sus opiniones. Es un problema ideológico… Tenemos que hacer un buen trabajo masivo…”

Respecto al cuidado de los niños, el número de “Círculos Infantiles” ha ido en aumento. Acuden a estos servicios niños desde 45 días hasta 6 años. La atención incluye alimentación, vestido y servicios médicos gratuitos. La construcción de “Círculos Infantiles” es una prioridad en Cuba.

La idea de la “femineidad” aún tiene vigencia. Muchos padres educan a las niñas de manera distinta que a los varones, perpetuando los estereotipos de la división tradicional entre los sexos.

Las relaciones entre hombres y mujeres, naturalmente, van cambiando. Estas relaciones pasan a fundarse más en el respeto revolucionario, y menos en la tradición arbitraria.

La Federación de Mujeres Cubanas ha realizado un gran esfuerzo para la integración de la mujer a la producción económica. La estrategia para elevar su conciencia está aún sin elaborar. Se carece de una teoría revolucionaria al respecto. Es una tarea que deberán asumir las mujeres.

“Y si a nosotros nos preguntaran qué es lo más revolucionario que está haciendo la Revolución, responderíamos que lo más revolucionario que está haciendo la Revolución es precisamente esto, es decir la revolución que está teniendo lugar en las mujeres de nuestro país.” (Fidel Castro, 10 de diciembre de 1966.)

Vietnam: un ejemplo de integración femenina

No podemos dejar de mencionar, aunque en forma muy breve, la situación de la mujer en Vietnam. Las prolongadas luchas del heroico pueblo vietnamita contra la invasión japonesa, el colonialismo francés y la agresión norteamericana, reclamaron la participación patriótica de toda la población. Esta exigencia era incompatible con la reclusión y servidumbre que la sociedad feudal había impuesto a las mujeres.

Desde su creación, en 1930, el Partido Comunista Indochino (más tarde denominado Partido de los Trabajadores de Vietnam) proclamó la igualdad de la mujer como uno de sus objetivos. Organizó la Unión de Mujeres para implementarla. La guerra del pueblo orientada por los principios revolucionarios de Ho Chi-minh integró plenamente a las mujeres. Participan, al mismo nivel que los hombres, en todas las actividades necesarias para la resistencia: en la producción económica, en los hospitales y escuelas clandestinas, en la organización y educación política del pueblo, en las tareas de inteligencia y en las acciones militares. Se han incorporado a las Fuerzas Armadas Populares de Liberación, sobre todo en las guerrillas y milicias. Con frecuencia son responsables de liberar aldeas o establecer gobiernos populares en las zonas recuperadas.

En la larga batalla para la supervivencia de la patria, y el triunfo del socialismo, los vietnamitas han adquirido conciencia de la importancia de cada labor y de cada vida humana. El sexo ha dejado de ser una categoría relevante para la división de tareas. Los hombres y mujeres de Vietnam se relacionan en términos revolucionarios. También las tradiciones feudales han sido derrotadas.

Las mujeres en el peronismo

En la década del 30 comienzan a definirse ciertas tendencias que culminarán en cambios económicos, sociales y políticos fundamentales en la historia del país.

Comienza la expansión industrial. Según el censo, en 1946, el 61,6% de las industrias habían sido constituidas desde el quinquenio 1931-35. Este desarrollo se concentra en la Capital Federal y Gran Buenos Aires, donde se registran en 1946, el 56,5% de los establecimientos industriales y el 68,8% de los obreros.

Paralelamente, se intensifica la migración del interior hacia el Gran Buenos Aires. Entre 1943-47 ingresan anualmente a la zona 117.000 personas. La mayoría de los migrantes son mujeres.

Aumenta la participación de las mujeres en la fuerza laboral. Entre 1935-39 el empleo femenino creció en 27,4%. El número de mujeres en la rama industrial se incrementó en un 8,2 mientras que el de hombres fue de 6,4%. En dicho período, las mujeres representaban el 33% de los obreros industriales de la Capital. Algunas industrias, textiles, tabaco y vestido, ocupaban predominantemente a mujeres. En 1947, las mujeres en la fuerza laboral representan el 31,2% del total de mujeres mayores de 14 años de la Capital. En el grupo de edades entre 18 y 29 años, esta proporción aumenta, alcanzando casi la mitad de todas las mujeres de esa edad.

A pesar de la creciente importancia numérica de la mujer en la fuerza laboral, las diferencias entre los salarios femeninos y masculinos se acentúa desde 1920. La escasa legislación laboral protectora (ley 11.317/24 y 11.726/33), resultante de la acción de legisladores socialistas, era poco observada y no contemplaba la desigualdad salarial.

El Partido Socialista y grupos feministas, que se forman desde principios de siglo, denuncian reiterada e infructuosamente la explotación de la mujer trabajadora.

A partir del año 30, sectores conservadores desatan una campaña contra el trabajo de la mujer fuera del hogar. Señalan que provoca la crisis de la familia, socaba la autoridad paterna, disminuye el número de hijos y relaja la moral femenina. Condenan la competencia desleal que imponen a los hombres al participar como mano de obra barata en el mercado laboral. El gobierno de Justo intenta reformar el Código Civil para anular los efectos de la ley del año 26 que había otorgado los derechos civiles a la mujer.

El peronismo transformó los cambios cuantitativos que estaban ocurriendo en el país en un gran salto cualitativamente progresista. La masa obrera que acababa de formarse alrededor de las nuevas industrias ingresó activamente en la vida política. Quizás uno de los aspectos más profundamente revolucionarios del proyecto de liberación nacional peronista haya sido su política respecto de la mujer. Representó el primer intento de movilización integral femenina a nivel nacional realizado en el país.

En 1944, Perón crea la División de Trabajo y Asistencia de la Mujer en la Secretaría de Trabajo y Previsión. Su objetivo era alentar la participación femenina en la fuerza laboral, atender los derechos y necesidades de la trabajadora, asegurar el cumplimiento de la legislación existente y promover la igualdad de salarios. Esto último se efectivizó en sucesivas medidas adoptadas para distintas industrias. Durante todo el gobierno peronista se mantuvo una política de apoyo a la mujer trabajadora. La percepción peronista de la problemática femenina no se limitó a este área. Eva Perón describe con gran penetración la opresión de la mujer en el trabajo doméstico:

“En las puertas del hogar termina la nación entera y comienzan otras leyes y otros derechos… la ley y el derecho del hombre… que muchas veces sólo es un amo y a veces también… dictador.

La madre de familia está al margen de todas las previsiones. Es el único trabajador del mundo que no conoce salario, ni garantía de respeto, ni límite de jornadas, ni domingo, ni vacaciones, ni descanso alguno, ni indemnización por despido, ni huelgas de ninguna clase… Todo eso —así lo hemos aprendido desde ‘chicas’— pertenece a la esfera del amor… ¡Y lo malo es que el amor muchas veces desaparece pronto en el hogar… y entonces, todo pasa a ser ‘trabajo forzado’… obligaciones sin ningún derecho…!

¡Servicio gratuito a cambio de dolor y sacrificios!” (La Razón de mi vida.)

Tradicionalmente se consideraba que la política “no es cosa de mujeres”. La acción femenina en los partidos políticos y sindicatos estaba restringida a grupos muy reducidos. Eva Perón se transforma en un símbolo del potencial revolucionario de la mujer. Su papel, en el plano más alto de la conducción justicialista, representa el derecho de todas las argentinas a participar plenamente en el proceso de construcción nacional.

Eva Perón decía:

“Ha llegado la hora de la mujer que comparte una causa pública y ha muerto la hora de la mujer como valor inerte y numérico de la sociedad. Ha llegado la hora de la mujer que piensa y juzga, rechaza o acepta, y ha muerto la hora de la mujer que asiste atada e impotente a la caprichosa elaboración política de los destinos de su país. Ha llegado la hora de la mujer argentina en el goce de deberes y derechos comunes a todo ser humano que trabaja y ha muerto la hora de la mujer compañera ocasional y colaboradora ínfima. Ha llegado, en síntesis, la hora de la mujer argentina redimida del tutelaje social, y ha muerto la hora de la mujer relegada a la tangencia más íntima con el mundo moderno.”

(Discurso a las mujeres argentinas, 13-III-47.)

El comienzo de esa “nueva hora” está marcado por la sanción del derecho femenino al voto en septiembre de 1947. Pero, Evita señalaba: “Lo que yo creo que no debemos olvidar jamás es una cosa que siempre repite Perón a los hombres:… que el voto, es decir la política, no es un fin sino un medio”. La expresión electoral es insuficiente para asegurar la integración plena e igualitaria de la mujer a todas las actividades y niveles de decisión. Valores, actitudes y tabúes tradicionales respecto de la mujer como ser subordinado, son compartidos, tanto por los hombres, como por las mismas mujeres. Los sedimentos de una larga discriminación previenen a la mujer común de la iniciativa, seguridad y experiencia necesarias para su participación activa. La incorporación integral de la mujer exige el desarrollo de su potencial humano y político; el análisis de los medios para su capacitación técnica y profesional y la solución de las condiciones de su vida cotidiana. Evita propuso que las mujeres se organicen y movilicen a otras mujeres para cumplir con esta tarea revolucionaria, por que así como “solamente los humildes salvarán a los humildes… también pienso que únicamente las mujeres serán la salvación de las mujeres”. Afirmaba que los hombres y mujeres peronistas están unidos por los objetivos de la doctrina y la figura de Perón, pero las mujeres tienen un objetivo propio: redimir a la mujer. “Ese objetivo está en la doctrina justicialista de Perón, pero nos toca a nosotras, mujeres, alcanzarlo”. Esta consigna escrita en 1951 conserva hoy su vigencia revolucionaria.

Conclusión

Se ha visto que la participación de la mujer es necesaria en todo proceso político transformador. La liberación de la mujer de la opresión cultural y de la explotación de su trabajo dentro y fuera del hogar es una exigencia para la realización de una revolución verdarera. La historia de los fracasos y éxitos de experiencias internacionales indica la importancia de que en la lucha por la liberación y reconstrucción nacional se organicen las bases para la “revolución en la revolución”.

El pelotón Mariana Grajales

El 4 de septiembre de 1958 un grupo de mujeres guerrilleras integra el pelotón ‘Mariana Grajales” (nombre de la heroica madre de los hermanos Maceo). Ese día se convirtieron en soldados. Fidel Castro había sido su maestro de tiro y les había explicado que “era necesario que combatieran para que pudieran reivindicar su posición social, puesto que ellas no habían nacido sólo para los menesteres domésticos y para ser madres”. Muchos estaban en contra del pensamiento de Fidel porque encontraban que empuñar las armas contrariaba la “naturaleza de la mujer”.

Fidel recuerda… “Encontré gran dificultad en el prejuicio de muchos hombres y tuve ocasión en aquellas circunstancias de ver cómo para muchos hombres, la mujer era algo inferior:” Dos meses después de la creación del pelotón, el 4 de noviembre, el comandante Eddy Suñol informa al comandante en jefe sobre una acción en que toman parte las “Mariana Grajales”. “… Tengo que decirle que después de yo haber sido uno de los principales opositores a la integración de las tropas femeninas, me encuentro hoy completamente satisfecho, y lo felicito a usted, una vez más, porque nunca se equivoca, siempre creí que en esto se había equivocado. Quisiera que viera, aunque sea en una película, para verlo reír de satisfación, la acción de Teté principalmente, y a la vez de todas las compañeras, que, a la voz de avance, mientras algunos hombres se quedaban rezagados, hacen vanguardia con un valor y una serenidad que tiene que merecer el respeto y reconocimiento de todos los rebeldes y todo el mundo…” La actuación del pelotón Mariana Grajales no fue un hecho aislado.

Muchas mujeres pelearon de una forma u otra. Muchas pasaron por las cárceles cubanas y fueron vejadas y torturadas. No se conoce un sólo caso de que revelaran o dieran una pista que detectara el escondite de sus compañeros o los planes de algún grupo. Esa misma decisión se mantiene actualmente en millones de mujeres. Como milicianas de las Fuerzas Armadas, como obreras, como simples amas de casa o estudiantes volverían a iniciar la lucha, si fuera necesario.

This entry was posted on Tuesday, April 01, 2008 at 8:01 AM and is filed under . You can follow any responses to this entry through the comments feed .

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