La revolución del negro norteamericano  

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Otilia Vainstok

© 1971

Centro Editor de América Latina — Cangallo 1228

Impreso en Argentina

Índice

Introducción. 1

Esclavitud y segregación. 2

La lucha en los tribunales 5

Los métodos no violentos 8

La violencia espontánea. 12

Las leyes y la violencia. 16

¡Poder negro! … ¿para quién? 19

El nacionalismo cultural 21

Poder negro para la burguesía negra. 21

Malcolm X y la organización de los desposeídos 22

Los Panteras Negras 24

Notas 28

Bibliografía. 29

Los protagonistas de los tumultos 29

La represión contra los Panteras Negras 30

Introducción

La opresión de los negros en los Estados Unidos es más conocida internacionalmente que la de otras minorías: portorriqueños, mejicanos americanos (chicanos), indios (que quizás constituyen el grupo oprimido de ese país), chinos-americanos, etc. Esto se debe seguramente al tamaño relativo de la población negra y a la trascendencia de sus prolongadas luchas. Históricamente tres desventajas especiales distinguieron a los negros de otros grupos de de inmigrantes: porvenir de sociedades tribales sin cultura escrita, ser negros en una tierra de blancos y haber sido confinados a la esclavitud durante más de tres siglos.

La situación actual de los negros no es homogénea, existen grandes variaciones debidas a diferencias de clase social (hay negros de clase media, de clase obrera y una enorme proporción que no tiene trabajo fijo) y debidas a factores geográficos y demográficos: según residen en zonas rurales o urbanas, en el Sur o el Norte del país, en poblaciones con mayor o menor proporción de negros, su suerte será distinta. Sin embargo, puede afirmarse que la mayoría de los negros se caracteriza por poseer menor poder político, mayor pobreza, peor nivel educacional y menos oportunidades reales que el promedio de los blancos.

Esclavitud y segregación

La prehistoria de la lucha negra comenzó con la resistencia a la esclavitud legal en los Estados del Sur.

Para asegurarse el apoyo del sur, los negros no fueron incluidos en la Declaración de la Independencia (1776) y la esclavitud no fue abolida en la Convención Constituyente (1787, la Constitución fue aprobada por los 13 Estados en 1788) pero se discutió la continuación del comercio de esclavos. Se decidió que podría proseguir por lo menos por 20 años más. A los fines de la representación de los Estados en el Congreso y de los impuestos directos, el negro sería computado como tres quintos de hombre. La concesión de la ciudadanía a los negros quedó al arbitrio de los Estados y el status político del negro libre no fue definido. Los campeones de los derechos del hombre y de la democracia no pudieron resolver la profunda contradicción entre las ideas que proclamaban y la existencia de la esclavitud. Pese a esto la integración nacional no fue lograda. Las diferencias entre el Sur y el Norte eran irreductibles. En el Norte prevalecía la agricultura en pequeña escala, el comercio y la industria, la mano de obra era provista por blancos libres. El Sur se dedicaba a la agricultura de monocultivo (arroz, azúcar, tabaco y sobre todo algodón) y la mano de obra era suplida por los negros esclavos. El Sur se oponía a la tarifa protectora de la construcción de caminos, y más tarde de ferrocarriles, subvencionada por el Gobierno, necesarios para el comercio interestatal. En el Sur, el capital se invertía en la compra de negros, en la producción del algodón y el consumo suntuario; en el Norte, en negocios, fábricas y ferrocarriles. La mayoría de los bancos pertenecían al Norte, que también tenía las minas que proveían de carbón, hierro y cobre. Lo que se consumía en el Sur era producido en el Norte o transportado desde Europa por barcos norteños. Alrededor de 1860 la mayor parte del tráfico comercial se había desviado de los puertos sureños hacia los del Norte. En esa época, aunque la mitad de los ingresos de exportación provenía del algodón sureño, su transporte, seguros y manufactura beneficiaban al Norte. Este había aventajado al Sur en todos los campos menos en la política. Desde 1789 a 1860 la mayoría de los presidentes habían sido del Sur o lo apoyaban, lo mismo ocurría con los jueces de la Suprema Corte y ambas cámaras del Congreso. A medida que el país se expandía hacia el Oeste, el Sur, mediante su control político, pudo incorporar los nuevos Estados a su bloque, aumentando así su poder político. Esta expansión además era esencial para el cultivo del algodón por el desgaste del suelo. Hacia 1860 esta expansión fue interrumpida pues al oeste del meridiano 98° las tierras áridas eran inaptas para el algodón. Cuando en 1860 los opositores, los republicanos, ganaron las elecciones y Lincoln llegó a la presidencia, a los plantadores sureños sólo les quedaba la posibilidad de separarse de la Unión. Organizaron los Estados Confederados de Norte América pese a la insistencia de Lincoln acerca de que “no se interferiría en la institución, de la esclavitud en aquellos Estados donde existiera”.

En 1861 estalló la Guerra Civil, llamada la “guerra de ricos y pelea de pobres” pues en el Sur estaban exceptuados del reclutamiento militar los poseedores de grandes plantaciones o aquellos que poseyeran más de 15 esclavos y en el Norte los que pagaran 300 dólares al Gobierno. En 1863 Lincoln proclamó la Emancipación de los esclavos de los Estados que combatían a la Unión, más tarde también fueron liberados los esclavos de los Estados fronterizos neutrales. En 1865, los comerciantes, industriales y banqueros norteños vencieron a los terratenientes sureños.

Los legisladores republicanos progresistas lograron la aprobación de algunos derechos civiles y del derecho al voto para los negros sureños. Diez años después y antes de que se hubieran producido cambios efectivos en las condiciones de vida de los ex esclavos, comenzaron a aprobarse leyes que hicieron casi imposible el voto e instauraron la segregación, que fue consagrada en 1896 por la Corte Suprema en el caso Plessy vs. Ferguson, con la doctrina de iguales-pero-separados.

En ese caso la Corte apoyó una ley de Louisiana que exigía comodidades segregadas en los trenes. Dictaminó que mientras se ofrecieran comodidades iguales, la segregación no constituía discriminación. La evidencia histórica señala que la segregación automáticamente se hizo sinónimo de discriminación. La pasividad aprendida en la plantación, la situación de extrema privación y el terror, imperantes en el Sur, no eran propicios para el surgimiento de una resistencia negra organizada. Booker T. Washington que exhortaba a los negros a progresar individualmente, educarse y aceptar el poder blanco, constituyó el líder paternalista típico de las comunidades negras sureñas. Los “Tío Tom” (mote popular de los negros dóciles), los pastores negros que prometían redención eterna para quienes amaran con amor cristiano al opresor, la Ley Blanca y el Ku Klux Klan, aseguraron el cumplimiento de la doctrina iguales-pero-separados.

A principios del siglo XX, la actitud segregacionista de los gobiernos era manifiesta. La influencia de los terratenientes sureños en el Senado, en los comités del Congreso y dentro del partido Demócrata, era suficientemente poderosa como para hacer del problema negro un tema políticamente intocable.

Los industriales norteños “importaban” negros para usarlos como rompehuelgas y mano de obra barata a fin de combatir la acción de los sindicatos blancos. En el verano de 1919, esa inversión rindió unos dividendos espectaculares: la guerra racial. El fomento del racismo como mecanismo para el control de la clase obrera es una de las tradiciones de los empresarios americanos aún vigentes.

En la década del 30, la concentración de negros en distritos claves de las ciudades norteñas otorgó importancia política a sus votos. Su apoyo a Roosevelt en 1936 marcó el comienzo de su poder electoral. Pero las victorias del Partido Demócrata, del 32 al 48, también fortaleció la posición de los demócratas blancos sureños, cuya influencia en el Congreso superaba abrumadoramente al incipiente poder negro. La situación material de los negros mejoró gracias a los efectos de la política del “New Deal”. El programa, que trataba de garantizar un “nivel de bienestar mínimo para todos los norteamericanos”, benefició a los negros por el mero hecho de que ellos se encontraban entre los más desposeídos. La ley Nacional de Relaciones Laborales favoreció al negro que había logrado penetrar de alguna manera en los sindicatos tradicionalmente blancos; dicha ley no incluía garantías contra la discriminación racial de empleadores o de gremios. La ley de Ajuste Agrícola destruyó la posición del jornalero negro como fundamento de la agricultura sureña. Los negros de las clases más altas se beneficiaron con la creciente prosperidad que trajo la segunda Guerra Mundial. La economía de pleno empleo retrasó el proceso de diferenciación económica creciente entre blancos y negros que aparecería más tarde. Aunque la discriminación subsistió durante ese período, no se registraron ataques contra el principio de segregación, excepto en las demandas contra la segregación y discriminación en los empleos del gobierno. En 1942 A. Philip Randolph amenazó con dirigir una marcha sobre Washington.6 La respuesta de Roosevelt fue el decreto contra la discriminación racial en los empleos públicos nacionales. La contradicción entre el racismo interno y la posición del Gobierno americano respecto del racismo alemán, permitía a los negros comprometer de tal modo a la Nación, que el Presidente sancionó el decreto pese a las resistencias del Congreso. Al final de la guerra los legisladores blancos rurales seguían predominando en los diferentes Estados y el poder de los representantes sureños se mantenía intacto.

Los negros que huían del racismo y del desempleo sureño fueron amontonándose en los ghettos de las ciudades del Norte y del Oeste. Encontraban los trabajos menos calificados, escuelas que aunque no eran legalmente segregadas, lo eran de facto y eran de bajo nivel. Las familias blancas se trasladaban hacia los suburbios exclusivamente blancos. Sus iglesias también eran segregadas y aunque tenían derecho al voto sus intereses específicos no eran representados.

Las luchas negras cobraron una intensidad creciente a partir de la década del 50, llegando a convertirse en uno de los problemas internos más críticos. Su desarrollo, marcado por una serie de cambios en cuanto a liderazgo, estrategias y objetivos, está obviamente relacionado con las transformaciones de la situación económica y política general del país. La tecnificación de la agricultura intensificó la migración hacia las ciudades, los ghettos se multiplicaron y expandieron. La automatización de la industria americana ha ido disminuyendo drásticamente la demanda de trabajo no calificado, categoría ocupacional donde los negros predominan. El desempleo ha aumentado en la administración de Nixon. El mantenimiento de una tasa de desempleo alta es parte de su política antiinflacionista. La inflación debida a los gastos militares (la Guerra de Indochina) y a la deuda externa (que provocó la crisis del dólar en la primera semana de mayo de 1971), ha deteriorado el salario real y trajo una reducción de los programas de ayuda social y de obras públicas.

La lucha en los tribunales

Repudiando la aquiescencia de los negros sureños ante la doctrina de iguales-pero-separados, un grupo de intelectuales negros norteños organizó a principios de siglo la Asociación para el Progreso de la Gente de Color (en adelante se la denominará con la sigla APGC). W. E. Dubois[1] uno de sus miembros más famosos, nacido libre en Massachusetts, bisnieto de un soldado de la Independencia, estudió en las Universidades de Fisk y Harvard y se perfeccionó en Europa, representa la condición excepcional de una clase de negros poco numerosa.

“Al final de su vida, desengañado, realizó tres gestos simbólicos como legado final para su pueblo (al renunciar a la ciudadanía americana, al regresar a África para hacerse ciudadano de Ghana y al maldecir al capitalismo y ensalzar al comunismo como la esperanza del futuro)”.[2]

La APGC propugnaba la asimilación total del negro en la sociedad americana como única manera de lograr una igualdad afectiva. Sus objetivos eran lograr la igualdad educativa, los derechos civiles y políticos del negro sureño y la abolición de la segregación vigente. Estos objetivos tenían un carácter revolucionario y aparecían como irrealizables para la masa negra sureña. La APGC fue un movimiento de élite negra que contó con la simpatía de los negros de clase media y el apoyo de blancos liberales. Su estrategia fue atacar los fundamentos legales de la segregación en algunas áreas. Se lo acusó de insensibilidad frente a los problemas económicos de las masas negras y de concentrarse en defender los derechos que sólo podían gozar unos pocos. Tras largos años de acción judicial ganó gran popularidad cuando el 17 de mayo de 1954 logró que la Corte Suprema de la Nación dictara un fallo favorable a la desegregación de las escuelas. Ese día, llamado “el lunes negro” por uno de los jueces racistas, parecía marcar un cambio fundamental. La decisión de la Corte significaba el desmoronamiento de la validez legal de la segregación, y más aún, hacía aparecer a la ley del lado del negro. Surgieron insólitas esperanzas entre los negros basadas en los siguientes supuestos. Primero, que la causa del problema negro era la segregación y que su derrota acarrearía la igualdad. La concentración inicial en la desegregación escolar respondía además a una teoría implícita según la cual, la asociación de los niños en las escuelas no sólo produciría negros mejor educados, sino también blancos menos prejuiciados, promoviendo una integración que se extendería a todas las áreas de la vida. Segundo, que el problema estaba localizado en el Sur, en la segregación legalizada de los Estados Sureños, el enemigo era el “Sur Blanco”.

Los blancos no sureños eran considerados como aliados potenciales. Tercero, que aún los blancos sureños podrían ser convertidos, que terminarían acatando la autoridad de la ley y las exigencias morales del “Credo Americano”.

La importancia de la acción legal como fuente de cambio social estaría determinada por las estructuras socioeconómicas vigentes y sus efectos dependerían de una serie de factores adicionales de los cuales se señalarán los más obviamente relevantes para este caso:

En primer lugar, del poder que se detente para lograr una legislación favorable. En el Sur los negros no tenían poder político alguno, respecto del Norte; ya se ha mencionado que contaban con cierto poder electoral, pero éste era suficiente para desalojar al bloque sureño de su posición tradicional de barrera para la sanción de derechos civiles. Durante la primera década de luchas, ninguna ley sobre derechos civiles realmente importante fue aprobada por el Gobierno Nacional. La segregación y los problemas materiales de los negros se mantuvieron intactos. A pesar de ésto, el gobierno federal, en sus ramas judicial y legislativa, era considerado un aliado de los negros.

En segundo lugar, del control directo que pueda ejercerse sobre quienes deben ejecutar la ley o un fallo judicial.

Diez años después de la decisión de la Corte Suprema sobre desegregación escolar, menos del 1% de todos los niños negros de los Estados del “Deep South” (sur recalcitrante) concurrían a escuelas con blancos y en algunos Estados el porcentaje era cero. La falta de un sistema escolar centralizado en el nivel nacional imposibilitó controlar el cumplimiento del dictamen de la Corte. En las escuelas de las bases militares, dependientes del gobierno nacional, la integración fue inmediata. Por último, que los interesados en hacer cumplir la ley estén en condiciones de hacerlo.

La falta de información, la represión y precariedad de la vida del negro en las zonas rurales sureñas hacía imposible, amén de peligroso, cualquier intento en esa dirección. En las ciudades, donde las circunstancias eran algo más favorables, la lucha legal, si bien no modificó significativamente la situación de los negros, tuvo efectos indirectos creando en ellos nuevas expectativas acerca de sus derechos a una vida mejor.

La APGC continuaba ganando pleitos contra la segregación en las escuelas y otros establecimientos públicos. Respecto de las escuelas, el proceso era extremadamente lento (debían presentarse los casos de discriminación distrito por distrito) y el peso de denunciar la segregación y luego forzar la ejecución de los fallos judiciales recaía sobre los chicos negros y sus padres.

Pero, la ley, que parecía apoyar al negro, resultó un arma más eficaz para minimizar la desegregación que para promover la integración. Usando estratagemas legales, evasiones y dilaciones, el sur racista reducía los efectos de las sentencias de los tribunales federales favorables a la integración, sin provocar la indignación que las dramáticas acciones terroristas del Ku Klux Klan y de los Consejos de Ciudadanos Blancos suscitaban en el resto de la nación.

En Little Rock (1956), el gobernador Faubus desafió la orden judicial contra la segregación en la Escuela Secundaria Central. Los negros insistieron en su intento y transformaron una crisis local en nacional, obligando al Presidente a enviar tropas federales en su apoyo. Esta experiencia demostró que no podía contarse con el respeto a la ley o al Credo Americano como garantías para el cumplimiento de la ley. En el boycot de Montgomery (1955), organizado contra la segregación en los ómnibus (los negros sólo podían ocupar los asientos posteriores), surgió un nuevo tipo de líder (que participa personalmente y en forma directa en la lucha), encarnado en Martin Luther King, y se manifestó la potencialidad de la acción masiva organizada. Hacia los fines de la década, el optimismo inicial tuvo que ceder ante la evidencia de los resultados logrados. El contraste entre la mera apariencia de integración y las expectativas creadas y la reiterada verificación de que los canales legales eran insuficientes para producir un cambio real, trasladaron la arena de la acción de los tribunales a la calle. Fue delineándose una nueva táctica de lucha, cuyo objetivo no sería solamente organizar confrontaciones para comprobar el cumplimiento de los derechos legalmente obtenidos, sino crear situaciones de conflicto que obligaran a los sureños a negociar con los negros.

Los métodos no violentos

Entre 1940 y 1960 había crecido el tamaño y poder adquisitivo de una clase media negra pese a la discriminación y a las desventajas en cuanto a ingreso, educación y ocupación. La lucha de los negros relativamente “acomodados” por el derecho a gastar su dinero donde quisieran y por una mejor educación, hizo que la expansión del número de negros totalmente desposeídos fuera temporariamente inadvertida. Se seguía atacando a la segregación —el símbolo de la desigualdad—, sin impugnar sus causas materiales.

En 1964, Robert Pen Warren[3] entrevistó a algunos líderes negros; una de sus preguntas era: “¿en qué sentido esta es una revolución?” Todas las respuestas enfatizaron el carácter no-revolucionario de la revolución. Roy Wilkins de la APGC[4] dijo: “No buscamos derrocar un gobierno o establecer un nuevo gobierno... Tratamos de conseguir que este gobierno cumpla con los objetivos que ha proclamado.” Martin Luther King[5] declaró que era un nuevo tipo de revolución. “Esta es una revolución para entrar… Las revoluciones siempre se han dedicado a destruir algo; mientras que con esta revolución el negro intenta entrar en el flujo de la vida americana.” En general, estos líderes definían en términos bastantes peculiares la revolución que propugnaban; no se oponían a una clase, raza o sistema político sino a “la maldad, en el prejuicio y la injusticia”.

King, que presidía la Conferencia Sureña de Líderes Cristianos (en adelante CSLC) y otros líderes, siempre insistieron en los valores religiosos y morales que ellos defendían con la táctica de la acción directa no-violenta. Para King el complejo problema de una estructura social que institucionalizó el racismo y la desigualdad podía reducirse a una ecuación espiritual: la segregación es mala, la integración es buena; y él contribuyó más que ningún otro a desarrollar los modos concretos para atacar los símbolos visibles y accesibles de la “maldad”. Los negros armados de una virtud no-violenta forzarían a los blancos a abandonar su racismo pecador o a practicarlo abiertamente. En las declaraciones del Congreso por la Igualdad Racial (en adelante CIR) aparece con mayor claridad que esta táctica era parte de una “estrategia de poder”. Esta organización manifestó desde sus orígenes una profunda desconfianza respecto de la buena voluntad de los blancos para aceptar o ejecutar derechos civiles para los negros a menos que se los obligara a hacerlo.

La no-violencia como estrategia de lucha en una situación de conflicto[6] es totalmente ineficaz frente a una oposición monolítica e indivisa.

En otros casos, su principal virtud sería la de no facilitar la unificación de las fuerzas, o la intensificación de la agresividad del oponente.

La eficacia de la no-violencia está condicionada por varios factores, de los cuales se mencionarán los más pertinentes a la situación que se está considerando: 1) que la oposición esté dividida; 2) que exista un sector de la población que no esté comprometido con ninguna de las partes en conflicto, que ese sector pueda ser atraído y que tenga influencia para afectar el resultado del conflicto; 3) del tipo de objetivos que se persiguen mediante el uso de la no-violencia; 4) que exista una amenaza real de violencia por parte de otro grupo, que permita a los no-violentos aparecer como una alternativa más favorable que obligue al oponente a aceptar una solución de compromiso con los moderados.

En el análisis del desarrollo de la táctica de la no-violencia se verá cómo estos factores funcionaron en la determinación del alcance de los cambios logrados por el movimiento negro.

El centro geográfico de la lucha seguía siendo el Sur; el objetivo, la integración. Algunos protestaban contra la injusticia de la segregación con “marchas por la libertad”, demostraciones y boicots; otros la resistieron con sit-ins (literalmente: sentadas), etc.

En las filas negras surgió un conflicto generacional cuando los estudiantes universitarios sureños se revelaron contra la estrecha concepción revolucionaria de la APGC.

En 1961 se organizó el Comité Coordinador de Estudiantes No-Violentos. En adelante será mencionado por su sigla CCENV. Cleaver señala:

“Cuando estos estudiantes iniciaron los primeros sit-ins, su espíritu se propagó como un incendio voraz por toda la Nación, y la técnica de la acción directa, no-violenta, constantemente refinada y afilada hasta convertirse en una aguda arma cortante, maduró rápidamente. Los ‘líderes negros’ más viejos, que ahora son firmes abogados de esta táctica, regañaron a los estudiantes por recurrir a los sit-ins.”[7]

Los valores morales y humanitarios implicados en las confrontaciones atrajeron la simpatía de los blancos liberales norteños y aún de algunos sureños en los Estados que no pertenecían al Sur Recalcitrante. Grupos de estudiantes blancos se incorporaron a las organizaciones negras activamente. Uno de ellos explicó el significado de tal adhesión: “Era tan simple; por un lado, los negros y ellos tenían razón, por el otro, esos restaurantes segregados. En una época de ambivalencia, de ambigüedad moral, el movimiento negro nos ofrecía una elección entre el bien y el mal tan claramente definida como un sit-in.” Esta adhesión no estaba exenta de valor. La brutalidad de la represión en el Sur Recalcitrante era ilimitada y el hecho que también blancos fueran atacados despertó una reacción que de otro modo no se hubiera suscitado. Es que “la conciencia racista de los Estados Unidos es tal que el asesinato no se considera asesinato a menos que la víctima sea blanca”.[8] En 1964, tres miembros del CIR fueron asesinados en Mississippi, Andrés Goodman, Miguel Schwerner (blancos) y Jacobo Chaney (negro). La viuda de Miguel dijo: “mi marido no murió en vano, si él y Andrés hubieran sido negros nadie hubiera prestado atención a sus muertes, la matanza de negros en Mississippi es algo demasiado corriente”.[9] El ataque estaba limitado a la segregación de lugares públicos y escuelas y a la practicada en comercios, clubes, empresas, etc., por propietarios y empleadores privados; y a las estructuras de poder locales estrechamente vinculadas con ellos. El gobierno federal era considerado un aliado. La violencia era patrimonio de los blancos. Los sureños moderados se declaraban contrarios a ella pero amenazan veladamente a los negros con la inevitabilidad de la violencia si no se avenían a sus términos. Algunas veces, los negros podían negociar sobre la base de su retiro de una confrontación que los blancos exclusivamente habían hecho violenta.

En el Norte, la situación económica de los negros de los ghettos había empeorado. Las luchas de sus hermanos sureños los hicieron tomar una mayor conciencia de la segregación de facto que sufrían. En 1960, se organizaron boicots en New Rochelle (New York) para denunciar las pésimas condiciones de las escuelas; y en Filadelfia, contra los métodos para el reclutamiento de trabajadores de las grandes corporaciones. En el Sur, los casos de cientos de militantes del movimiento por los derechos civiles, arrestados por cargos insignificantes, estaban siendo considerados en los tribunales con una lentitud penosa. Pese a los grandes riesgos personales de la lucha sólo se había logrado resultados desiguales y contradictorios. El movimiento parecía vacilar y perder su ímpetu. En ese momento (1963), King organiza en Birmingham la mayor protesta pública ocurrida hasta entonces. Se crea un clima de crisis nacional mantenido por demostraciones que se multiplican a lo largo del país. Se organiza la marcha sobre Washington que concentra frente al Congreso un número de negros y blancos sin precedentes. Kennedy es asesinado. En los ghettos del Norte se producen levantamientos. El Gobierno Federal se moviliza y se aprueba la Ley de los Derechos Civiles (1964). Con motivo de las elecciones presidenciales, King y Wilkins (APGC) piden una suspensión temporaria de la acción y un vuelco estratégico hacia la política electoral. Esta posición no es compartida por Farmer (CIR) ni por John Lewis (CCENV).

A principios del 65 se organizan manifestaciones en Selma (Alabama) para promover el empadronamiento de los negros. La represión policial es violenta. Una semana más tarde, King encabeza una marcha de Selma a Montgomery en la que participan unas cincuenta mil personas blancas y negras provenientes de todo el país. King no llegó a Montgomery pues retrocedió, ante las amenazas policiales, para evitar una confrontación violenta. El objetivo de la marcha era reclamar el derecho al voto para los negros sureños a fin de establecer las bases para su poder político electoral.

En 1965, la estrategia de la acción directa no-violenta había sido aceptada incluso por los sectores políticos negros conservadores. La participación en protestas públicas se había convertido en un requisito para mantener una posición de liderazgo. King era el líder negro que gozaba de mayor popularidad, pero su movimiento ya era considerado moderado en comparación con el CIR y especialmente con el CCENV.

Farmer declaró en la convención anual del CIR del 65:

“La mayor lucha que enfrentamos ahora es la de lograr canalizar el tremendo potencial político de la comunidad negra para conseguir cambios económicos y sociales básicos para todos los americanos, para modificar la vida de los negros y producir una igualdad real entre hombres libres. Esto no puede ser hecho por el gobierno. En el nivel nacional, estadual y local hay demasiadas resistencias estructuradas contra cualquier cambio fundamental.”

A principios del verano del 65 la acción se desarrollaba principalmente en el Sur, y las organizaciones negras y sus aliados estaban librando sus batallas contra los racistas del Sur Recalcitrante, el Ku Klux Klan y los gobiernos locales.

En junio, Johnson prometía que se lograría la igualdad real y anunciaba la convocatoria a una conferencia, a celebrarse en el otoño, que evaluaría la realización de los derechos del negro otorgados por las leyes de derechos civiles. Había cierto clima de optimismo entre los líderes del movimiento, que pronto sería quebrado por las voces de los negros desposeídos cuya situación no había sido modificada por la legislación aprobada.

El informe del gobierno sobre los efectos del primer año de vigencia de la Ley de los Derechos Civiles afirmaba que ésta cumplía con su objetivo de terminar con las divisiones de la Sociedad Americana. En la Comisión para la Igualdad de Oportunidades de Trabajo se aceptarían denuncias sobre discriminación. Una “Guerra contra la Pobreza” había sido acometida con el fin de anular los efectos acumulativos del racismo. A principios de agosto el proyecto de Ley del Derecho al Voto fue aprobado y se enviaron empadronadores federales a nueve distritos sureños.

La violencia espontánea

En el verano de 1964, mientras la Ley de los Derechos Civiles era sancionada, estallaron tumultos (riots) en Harlem (barrio negro de New York), Rochester y Filadelfia. No era la primera vez que ello ocurría, en Jacksonville (Florida) en 1960 y en Harlem en 1943, se habían producido movimientos similares. Los negros atacaron a los negocios de los blancos y enfrentaron a la policía en los ghettos. La hostilidad hacia la policía y los representantes del grupo dominante, expresada bajo la forma de pequeñas agresiones, era un hecho común en los slums, (versión norteamericana de los barrios de emergencia latinoamericanos). En agosto de 1965, en Watts (California), la hostilidad adquirió un carácter colectivo, que la propagó e intensificó, llegando a un nivel nunca alcanzado hasta entonces. La violencia colectiva hizo de Watts algo más que uno de los tantos tumultos raciales. Fue una verdadera insurrección que sufrió una represión policial y militar sangrienta. Se la describió como

“la cristalización de la identidad de la comunidad por medio de un levantamiento nacionalista contra la sociedad dominante y opresora. El espíritu de los insurrectos se parecía al de las multitudes coloniales enfrentando a sus amos extranjeros”.[10]

Cleaver expresó sus sentimientos y los de sus compañeros de prisión en la Cárcel de Folsom durante los hechos, en los siguientes términos:

“Se veían en sus rostros sonrisas jubilosas de triunfo… [como si] también ellos se hallaran en el fragor de la batalla que ocurría a centenares de kilómetros al sur… ‘en mi tierra, muchacho, nuestros hermanos están tomando las cosas en sus manos’, chilló [uno] extasiado… Watts era un lugar oprobioso… pero ahora los negros dicen en Folsom: ‘¡Soy de Watts, muchacho!’, independientemente de que sea cierto o no.”[11]

Watts y los levantamientos colectivos que le precedieron y siguieron (en la misma semana, en Chicago, Springfield, Massachusetts y Filadelfia; al año siguiente hubo estallidos en dieciocho ciudades) en 1967, en treinta y un ciudades no formaban parte del movimiento por los derechos civiles. Las demostraciones no-violentas de ese movimiento se organizaban para expresar demandas específicas y negociables.

En los ghettos irrumpía la violencia espontánea de aquellos que pertenecían a los dos tercios de la América Negra que no se había beneficiado con las mejoras obtenidas en los últimos años, cuyas necesidades más agudas seguían siendo ignoradas. El abismo existente entre los problemas de los negros de los ghettos y los objetivos del movimiento por los derechos civiles se manifestó en la forma en que respondieron en Watts a los llamados al apaciguamiento de los líderes consagrados. A Martín Luther King y Dick Gregory les gritaron que “volvieran al otro lado de la ciudad”. En “el otro lado” no sólo estaban los blancos, sino los negros que tenían trabajo permanente y podían aspirar a una educación superior. El slogan de Watts: “¡Quema, muchacho, Quema!” representó el rechazo de las masas negras hacia la sociedad norteamericana que más adelante encontraría formas propias de organización política.

Los dirigentes negros deploraron públicamente la violencia, (para King era “inmoral y poco eficaz”), pero reconocieron que el movimiento por los derechos civiles no se había hecho eco de las necesidades de los negros de los estratos más bajos. Después de Watts, Farmer (CIR), comentó que las organizaciones de los derechos civiles habían fracasado pues ninguna tenía arraigo en los ghettos. Rustin, un colaborador cercano a King y organizador de la Marcha sobre Washington del 63, admitió que

“al desegregar lugares públicos producimos cambios en instituciones que no son fundamentales para el orden socioeconómico norteamericano ni para las condiciones de vida de la gente negra”.[12]

Pero Carmichael y Brown (CCENV) no diluyeron sus simpatías por los amotinados con reafirmaciones sobre las virtudes de la no-violencia y el respeto por la ley, sino que justificaron la violencia como modo de defensa frente al ataque policial, aunque su organización no tenía demasiados contactos con los negros pobres. Los dirigentes negros trataron de explicar la aparición de los tumultos y el análisis los llevó a condenar a la sociedad que había engendrado la discriminación, el desempleo, los problemas de vivienda, mala educación, etc., empujando a los negros a la desesperación. King se trasladó a Chicago con el propósito de terminar con los slums.

La violencia de los negros de los ghettos fue incorporada al movimiento por los derechos civiles como un arma para presionar al Gobierno. King dijo:

“La responsabilidad está ahora en las autoridades municipales, estaduales, y federales. En todos los hombres de poder. Si ellos continúan usando nuestra no-violencia como piedra libre para la inacción, la ira de quienes han estado sufriendo una larga cadena de abusos estallará. La consecuencia podrá ser un desorden social permanente e incontrolable y el desastre moral.” (Solicitada en el “New York Times” del 26.7.66.)

Después de Watts tuvieron lugar las conferencias convocadas por el presidente Johnson. Algunos de los líderes máximos del movimiento negro y funcionarios del gobierno se reunieron en Washington en noviembre de 1965 y junio del 66.

En la primer conferencia los negros señalaron:

1) la impunidad que gozaban los racistas sureños para atacar a los miembros de las organizaciones por los derechos civiles se mantenía intacta;

2) la inoperancia del programa federal contra la pobreza; la inefectividad de los programas de capacitación técnica; el control de sus fondos por los gobiernos municipales impedía que llegaran a sus destinatarios; la mayor participación prometida para los negros pobres en el nivel de las decisiones comunitarias no se cumplía;

3) en el enfrentamiento del Comisionado de Educación vs. el Superintendente de Escuelas y el Alcalde de Chicago, debido a la negativa de estos últimos a acceder al pedido negro por una mayor integración escolar.

La Casa Blanca respaldó al Alcalde (demócrata poderoso), el Comisionado tuvo que renunciar. Estos hechos demostraban que el Gobierno estaba más interesado en los aparatos políticos blancos que en el movimiento negro. Finalmente, el informe presentado por Daniel Moynihan[13] (Subsecretario de Trabajo) aducía que los problemas de los negros se originaban en la desorganización de la familia negra de clase baja, resultante de los efectos acumulados de la discriminación, y proponía que la ayuda federal se orientara al mejoramiento individual que facilitaría la modificación de la estructura familiar negra asemejándola a la de la clase media. La posición del funcionario oficial indignó a los negros. El CIR distribuyó un panfleto que afirmaba: “en un nuevo y omnímodo engaño se nos habló sobre la patología de la familia negra y se ignoró la enfermedad de la Sociedad Americana”.

La conferencia de junio del 66 no tuvo trascendencia alguna. El CCENV la boicoteó declarando:

“nuestra organización se opone a la Guerra de Vietnam y no puede, por razones morales, reunirse con quien decide la política de la Guerra de Vietnam para discutir sobre los derechos humanos de la gente en este país, cuando él viola de una manera flagrante los derechos humanos de la gente de color en Vietnam”.

Stokeley Carmichael era el nuevo presidente de CCENV.

Estas conferencias ayudaron a que los líderes del movimiento evaluaran con mayor realismo la posición del Gobierno respecto de los problemas negros. Ya no podrían mantener la ilusión de su apoyo. También evidenciaron la división dentro del movimiento por los derechos civiles.

Las leyes y la violencia

Después de una larga batalla contra la resistencia sureña, las organizaciones de los derechos civiles habían logrado que gran parte de las leyes segregacionistas vigentes en los Estados del sur fueran derogadas; y que, a nivel nacional, leyes importantes fueran sancionadas. Las bases legales de la integración habían sido establecidas. Pero el éxito de la lucha los enfrentó con varias conclusiones desalentadores:

1) Las leyes derogadas eran la manifestación de una realidad (el racismo) que no había sido modificada por su revocación, que no era una exclusividad sureña, sino que existía en toda la sociedad americana.

Los blancos no sureños expresaron desde los comienzos del conflicto su amplio apoyo a los derechos del negro al voto, a una educación adecuada y a oportunidades ocupacionales.[14] En el sur, estos reclamos fueron considerados al principio parte de una conspiración comunista y contrarios al sistema americano; pero en 1963, aun en algunos Estados sureños, los blancos opinaban que ciertos derechos debían garantizarse. Con el progreso de la lucha negra, en cuanto al logro de leyes favorables a la integración, fue surgiendo una actitud negativa y abiertamente prejuiciada entre los blancos expresada en su rechazo a los métodos de lucha del movimiento negro. En 1965, esta opinión era compartida por un 62% de los blancos de la Nación.[15]

Los blancos opinaban que los negros trataban de ir demasiado rápido en sus demandas de cambio. El prejuicio de los blancos “liberales” se revelaba en su condena a los métodos que habían demostrado ser los más eficaces para el logro de los objetivos que decían aprobar.

2) La sanción de nuevas leyes tampoco aseguraba la integración del negro en la sociedad americana.

Después de diez años de lucha, la desegregación se había hecho “respetable”, o al menos, era aceptada como inevitable por los blancos, excepto en el “sur recalcitrante”. El blanco liberal, conscientemente o no, admitía el progreso de las relaciones raciales como la asimilación de los negros “calificados”. Cuando los tumultos de los ghettos expusieron a la atención nacional las condiciones de privación pavorosa que los negros pobres habían sufrido por siglos, se hizo evidente que para la igualdad de oportunidades fuera efectiva, la sociedad debería proveer mecanismos especiales para contrabalancear los efectos de cuatrocientos años de opresión. Los programas de ayuda y capacitación ofrecidos por los gobiernos liberales demostraron ser insuficientes. La guerra de Indochina, consumiendo proporciones crecientes del presupuesto nacional, los redujo progresivamente. Esta situación se haría drásticamente clara en la administración de Nixon.

La desaparición de las barreras legales para la asimilación igualitaria de los negros en la sociedad americana, favoreció a la burguesía negra; mientras la gran mayoría de los negros permanecía segregada por su falta de medios para ajustarse a los standards de “aceptabilidad” de la clase media blanca. El racismo funciona en varios niveles, eliminando competidores potenciales en un mercado de trabajo cada vez más limitado.

En las filas de las organizaciones por los derechos civiles se manifestó el racismo de los militantes liberales blancos a medida que la definición de la lucha se radicalizó en algunas de ellas. El CCENV optó por rechazar a sus colaboradores blancos.

3) Dualidad en la evaluación de la violencia

La APGC había iniciado el conflicto en el nivel legal. Pretendió terminar con la discriminación mediante la aplicación coherente de la ley del hombre blanco, con el cumplimiento efectivo de los valores tradicionales de igualdad, libertad y respeto por la ley. El movimiento de los derechos civiles recogió este objetivo y desarrolló modos de lucha más eficaces para lograr su concreción. Exigió que la ambivalencia de los blancos norteamericanos, defensores de la igualdad de todos los hombres, se resolviera de modo que “entre todos los hombres” también estuvieran los negros. King proclamaba que era un deber moral desobedecer las leyes segregacionistas. Los activistas del movimiento de los derechos civiles desafiaron la ley para que la Constitución fuera respetada.

Los racistas sureños, que en 1954 acusaron a la Corte Suprema de comunista, rechazaban los fallos federales y llegaron a improvisar disposiciones en el nivel local y estadual, al estilo de los “marshalls de frontera”. Los asesinatos y ataques a la persona y propiedad de los negros gozaban de una impunidad total. Un caso se hace particularmente increíble, por la desproporción entre el reclamo negro y la respuesta blanca. El 8 de febrero de 1968, tres negros resultaron muertos y cincuenta heridos, durante una manifestación contra una cancha de bowling segregada en Orangebur (Carolina del Sur). La represión policial y de la Guardia Nacional en los ghettos hicieron que, para el negro, la ley y el orden del país, expresados a través de su brazo armado, fueran la antítesis de la justicia. El negro aprendió a despreciar la ley del hombre blanco. Los tumultos de los ghettos despertaron una gran reacción en la Nación. Johnson, en 1967, anunció que la violencia no sería tolerada y el Departamento de Defensa tomó medidas para asegurar el orden. Se creó una Comisión sobre Desórdenes Civiles. El Comité de Actividades Antiamericanas de la Cámara de Representantes y el Subcomité de Investigaciones Permanentes del Senado, iniciaron audiencias sobre las rebeliones.

Las relaciones raciales se convirtieron en tema de estudio de los departamentosw de Sociología de algunas de las Universidades más importantes. Se subvencionaron investigaciones sobre la insurgencia urbana y cómo prevenirla. El hecho de que la violencia negra no traspasaba los límites de los ghettos, parecía ser inadvertido, o era tomado como indicador de la “ceguera negra” que destruía “sus propios negocios”. No se consideraba importante la circunstancia de de que dichos negocios y la policía, representaban los testimonios más inmediatos de la opresión económica (los propietarios eran blancos) y física que sufrían. Se pasaba por alto el hecho cierto de que las víctimas personales eran negros y los victimarios la policía.

El asesinato de Martin Luther King fue la paradoja más cruel creada por la violencia en los Estados Unidos.

En sus trece años de lucha había sufrido la violencia física y la cárcel continuamente. Encarnando la imagen tradicional del negro pasivo y no-violento, originada en la plantación sureña, enfrentó a la América blanca. En nombre de sus valores tradicionales y religiosos, le pidió la libertad del negro. Vio que en la práctica los éxitos de sus luchas se transformaban en fracasos, pero insistió; “creyendo que Norteamérica respondería a la no violencia, hizo que el país mostrara su verdadero rostro”.[16] Los blancos lo asesinaron. En más de veinte ciudades los negros expresaron su ira en las calles de los ghettos.

¡Poder negro! … ¿para quién?

Stokeley Carmichael (CCENV) lanzó el slogan del “poder negro” en 1966. Este expresaba un profundo cambio ideológico, fruto de sus experiencias en el movimiento de los derechos civiles y de la incorporación de perspectivas nuevas que se habían desarrollado fuera de él, específicamente el aporte de Malcolm X (que será tratado más adelante); como también de la vinculación de la política interna con la internacional y de su particular concentración en la situación de los negros desposeídos. En oposición al contenido exclusivamente asimilacionista del movimiento de los derechos civiles, Carmichael propugnó la necesidad de los negros de separarse de los blancos para lograr una liberación verdadera. “Debemos formar nuestras propias instituciones, cooperativas, partidos políticos, escribir nuestra propia historia... debemos determinar nuestro propio destino.”[17] Insiste en que ello es la condición para crear una igualdad “psicológica” en los negros; para que dejen de evaluarse a través de los ojos de los blancos.

“La necesidad de igualdad psicológica es la razón por la cual el CCENV cree hoy que los negros son los que deben organizar la comunidad negra. Sólo ellos pueden transmitir la idea revolucionaria de que los negros son capaces de hacer cosas por sí mismos. Sólo ellos pueden ayudar a despertar y mantener una conciencia negra que proveerá las bases para un poder político.”[18]

Con respecto a los blancos, su desplazamiento de CCENV no significó al principio que él negara su importancia para la revolución negra. “Es puramente académico hablar en este momento de la unión de los blancos y negros pobres; pero la tarea de crear un bloque de poder de los blancos pobres debe intentarse y la responsabilidad de organizarlo es de los blancos.”[19] Un año más tarde su posición cambió, rehusando toda alianza con los blancos. Carmichael consideró que el problema negro era una consecuencia de la estructura capitalista americana y que no podía ser resuelto a menos que una revolución destruyera tal estructura.

“Los fundamentos económicos de este país deben ser modificados para que los negros puedan controlar sus vidas. Para que el racismo muera, debe nacer una América totalmente nueva. La sociedad que queremos construir los negros no será una sociedad en la que prevalecerá el espíritu comunitario y el amor humanista.”[20]

La guerra de Vietnam, la revolución cubana y los movimientos de liberación del tercer mundo, llevaron a Carmichael a vincular la lucha negra contra el capitalismo con las luchas del tercer mundo contra el imperialismo americano. Articuló la noción de los ghettos negros como las colonias internas del imperialismo.

“Las colonias de los Estados Unidos -los ghettos del norte y del sur- deben ser liberadas. Durante un siglo esta nación fue como un pulpo extendiendo sus tentáculos desde Mississippi y Harlem a América del Sur, el cercano oriente, el sur de África y Vietnam. La forma de explotación varía de un área a otra, pero el resultado ha sido esencialmente el mismo: unos pocos poderosos enriqueciéndose a expensas de la gente de color pobre y sin poder de decisión. Este sistema debe ser destruido. Cuando su poder se debilita en cualquier parte del mundo, las esperanzas del negro americano crecen y se hacen más realistas.”[21]

Mientras la nueva generación quiere que “las fuerzas colonialistas de ocupación” sean desalojadas de las comunidades negras, los líderes tradicionales seguían tratando que los negros fueran aceptados en los barrios, escuelas y fábricas blancas.

King insistía en resistir la violencia blanca con la no-violencia negra; pero Carmichael opinaba: “en cuanto a iniciar la violencia, esperamos que nuestros programas la harán innecesaria, pero no nos incumbe a nosotros decirles a las comunidades negras si pueden o no usar cualquier forma particular de acción para resolver sus problemas!”.[22]

El slogan del “poder negro” y sus connotaciones culturales se extendió a las otras organizaciones negras y se popularizó rápidamente. Las declaraciones de Carmichael y Ralp Brown, ampliamente difundidas por los medios de comunicación, crearon una verdadera conmoción entre los blancos y también un impacto psicológicamente importante en los negros pobres que ganaron orgullo y autorrespeto Pero CCENV, una organización compuesta en su gran mayoría por estudiantes universitarios, no proveyó las bases necesarias para una acción política coherente con las ideas revolucionarias propuestas por Carmichael. A su regreso de un viaje a Cuba y otros países socialistas (1967), mantuvo ciertos contactos con los Panteras Negras, pero no se integró en esta organización. Vivió en África hasta 1970. Su retorno a Estados Unidos no tuvo consecuencias políticas. El Poder Negro se quedó en negro y no se movió hacia el poder.

El nacionalismo cultural

A partir del boicot de Montgomery, la independencia de Ghana y la acción de Malcolm X, fue surgiendo entre los negros una nueva identidad; “descubrieron que su pelo era hermoso, que su piel negra era hermosa y que tenían una historia y una patria de origen”. Aparece así un cierto nacionalismo cultural que se insertó en la población negra, de distinta manera según la clase social y la generación. La burguesía negra fue la última en incorporar la nueva actitud racial.

“Ellos habían sido los más asimilados a la sociedad blanca y trataron de entrar en el flujo de la vida norteamericana, pero encontraron que aún eran rechazados por el color de su piel o la textura de su pelo. Lo que los frenaba era lo que ellos también odiaban y había tratado de eliminar. Habían tratado de trascender su negritud y hacerse blancos.”

Cuando descubrieron que seguían siendo negros, convirtieron la negritud en un culto.

“Mientras el pueblo siguió avanzando (ideológicamente) los nacionalistas culturales se quedaron en eso, pensando que una vez que usted aprende a hablar el dialecto swahili o viste ropa africana o deja de estirarse el pelo y lo usa estilo ‘afro’, usted es libre.”[23]

Poder negro para la burguesía negra

Aunque Carmichael había afirmado que “la negritud era necesaria pero no suficiente”, fue la burguesía negra quien aprovechó el impacto del slogan del Poder Negro. “El sistema se dio cuenta que mientras los negros hablaran de negritud, mientras maldijeran a los blancos y reclamaran su propio yo, no eran una amenaza.” “... los profesionales negros consiguieron trabajo, los estudiantes universitarios negros lograron que se dicten cursos [sobre historia y cultura negra] como parte del plan de estudios de universidades blancas y negras”.[24] También tuvo efecto educativo en los blancos, al crear en ciertos sectores, una mayor conciencia de su racismo.

Cleaver señaló a Carmichael el fracaso de su política en los siguientes términos:

“el Poder Negro fue transformado en la justificación del capitalismo negro... tu exhortación por el poder negro se ha hecho el camino que facilita la entrada de la burguesía negra en la estructura de poder... Tuviste grandes sueños y tus visiones eran heroicas en la superficie. Pero, en el fondo, cuando se trató de las circunstancias concretas, tu visión fue ciega. Fuiste incapaz de distinguir a tus amigos de tus enemigos porque lo único que podías ver era el color de la piel del tipo... has viajado y visto con tus ojos... debieras saber que el sufrimiento no tiene color, que las víctimas del imperialismo, el racismo, el colonialismo y neo-colonialismo son de todos los colores, y que necesitan una unión basada en principios revolucionarios, no en el color... Nunca pudiste distinguir la historia del Partido de los Panteras Negras de la historia de la organización que alguna vez presidiste [CCENV]... es comprensible que puedas tener esos temores acerca de organizaciones negras controladas totalmente, o en parte, por los blancos, porque la mayoría de los años que estuviste en CCENV los pasaste precisamente bajo esas circunstancias; pero el Partido de los Panteras Negras nunca estuvo en esa situación, porque nunca tuvimos que arrancar el poder de nuestra organización de las manos de los blancos, no estamos aprisionados por el tipo de miedo paranoico desarrollado por Uds. en CCENV... por lo tanto podemos sentarnos con blancos y forjar soluciones a nuestros problemas comunes... te irrita que el Partido de los Panteras Negras se guíe por los principios revolucionarios del marxismo leninismo, pero si observas verás que los países que se han liberado y han podido contrarrestar la presión de la contrarrevolución son los que tienen partidos marxistas leninistas fuertes... todos los países que lucharon por su liberación basándose solamente en el nacionalismo han sido víctimas del capitalismo y el neo-colonialismo y en muchos casos se encuentran bajo tiranías tan opresoras como los regímenes coloniales anteriores.”[25]

Malcolm X y la organización de los desposeídos

Los musulmanes negros surgieron en los ghettos del Norte. La Nación del Islam fue organizada por Elijah Muhamad. Su primer templo fue erigido en los años 30 en Detroit. Proclamaba la supremacía negra basándose en una teoría genética absurda y una versión irreconocible del Islamismo. Atribuía la degradación del negro a la influencia “demoníaca” del hombre blanco (Satán). Propugnaba la separación de la comunidad negra y la rehabilitación moral del negro por un estricto puritanismo en las costumbres, que condenaba el alcohol, las drogas, el delito y exaltaba el valor de la vida familiar. Con el ingreso del Malcolm X, en los años 50, los musulmanes se expandieron rápidamente en los ghettos, reclutando adherentes en los estratos más bajos y especialmente entre los que, como él, eran ex presidiarios. Para Malcolm X, el negro debía separarse de la sociedad blanca opresora, a fin de lograr una identidad y cultura propias y crear una comunidad productiva respetable. La Nación del Islam no es una organización política sino religiosa. Malcolm X se separó de ella en 1964. Sufrió una profunda transformación religiosa que comenzó a concretarse en la formación de la Organización de Unidad Afroamericana. Fue asesinado el 21 de febrero de 1965. El año anterior, el New York Times había comentado: “Los negros respetan al Dr. King y a Malcolm X porque sienten que son de una integridad absoluta y saben que no los traicionarán. Malcolm X no puede ser corrupto y los negros lo saben y lo respetan. También saben que proviene de lo más bajo, como ellos, y lo consideran uno de ellos. Malcolm X jugará un papel formidable debido a que la lucha racial ha pasado del Sur al Norte... si el Dr. King se convence de que ha sacrificado diez años de brillante liderazgo, se verá forzado a revisar sus ideas y sólo hay una dirección que puede tomar; y ésta es la de Malcolm X”. Malcolm X fue acusado de instigar a la violencia de los negros. Su comentario se expresó en estos términos:

“No se necesita a nadie para encender la dinamita sociológica que emana del desempleo, la vivienda inadecuada y la educación inferior de los ghettos. Esta condición criminal explosiva ha existido por tanto tiempo que no necesita una mecha, combustiona espontáneamente y por sí misma...” “Yo no estoy por la violencia per se, estoy por la justicia... si la ley no protege a los negros de los ataques blancos, entonces esos negros deben usar armas, si fuera necesario, para defenderse; y afirmaría lo mismo si los atacados fueran los blancos... Creo que es un crimen que cualquiera que esté siendo brutalizado continúe aceptándolo sin hacer algo para defenderse.” “Estoy por la violencia si la no-violencia significa que seguiremos posponiendo la solución al problema del hombre negro norteamericano simplemente para evitar la violencia. Tampoco acepto la no-violencia si ella significa demorar la solución. Para mí una solución tardía no es solución. Su concepción del hombre blanco había cambiado: “Descubrí que el hombre blanco no es inherentemente malo sino que la sociedad racista norteamericana lo hace actuar perversamente”.

Sin embargo, estaba tratando de promover una organización exclusivamente negra, pues según afirmaba “en la sociedad americana competitiva, no puede existir una solidaridad entre blancos y negros, sin alguna solidaridad previa entre los negros”. Pero el objetivo fundamental de la organización sería “ayudar a crear la sociedad en la cual pueda existir una auténtica fraternidad entre blancos y negros”…[26] Malcolm X puso el énfasis sobre los derechos humanos en la época de las luchas por los derechos civiles. Su propia historia es un símbolo de transformación personal excepcional. Antes de su muerte había llegado a la conclusión que una verdadera revolución era necesaria para la solución del problema negro, pero no alcanzó a precisarla. Las ideas de Malcolm X llegaron a oídos receptivos; y su funeral fue entonado al ritmo de un proceso revolucionario sin precedentes en la historia del movimiento negro.

Los Panteras Negras

El Partido de los Panteras Negras fue fundado en octubre de 1966 por Huey P. Newton y Bobby Seale en North Oakland, California. Desde entonces el Partido se transformó en una organización nacional con centros desparramados en todas las ciudades grandes del país que cuentan con una población negra numerosa. En 1969, Edgar Hoover, director del FBI, lo señaló como “la mayor amenaza que enfrenta la Nación”. La información acerca del partido que brinda la prensa norteamericana “oficial” es confusa y en el exterior su imagen está totalmente distorsionada. Dentro de los límites de espacio se presentarán algunos datos sobre la ideología, organización y práctica del Partido de los Panteras Negras.

El punto de partida de los Panteras fue el Programa redactado por Seale y Newton en octubre de 1966. Ellos provienen, como Malcolm X, de los estratos más bajos y como él se propusieron organizar al “negro de la calle” (nigger off the block) para la defensa de sus derechos, para la defensa contra la opresión del sistema que se los ha negado, pero para los Panteras Negras, esta opresión sólo terminará con la construcción de un sistema socialista.

“El programa del partido intenta reflejar las necesidades y aspiraciones del negro del ghetto, la realidad de su vida cotidiana y su experiencia histórica, interpretadas según principios de aplicación universal.” Esto permite que el negro del ghetto pueda identificarse con sus postulados, educarse políticamente acerca de su derecho a que estas necesidades sean satisfechas y organizarse para implementarlas. El partido ha sintetizado nuevos modos de lucha que tienden a la creación de una conciencia revolucionaria y la organización política del lumpen proletariado negro.

Derecho a defenderse: La primera actividad de Huey P. Newton, Bobby Seale y sus partidarios, fue “patrullar” a los patrulleros policiales en el ghetto. Cuando ocurría cualquier incidente entre la policía y negros, se limitaban a observar y si un negro era tratado injustamente, lo instruían acerca de sus derechos constitucionales. Para ello habían estudiado cuidadosamente la legislación pertinente a arrestos, etc. Su objetivo era crear en el negro del ghetto la conciencia de sus derechos a defenderse de la brutalidad policial. En mayo del 67 se presentaron en la Legislatura del Estado de California cuando se debatía la modificación de la ley que autorizaba a los ciudadanos a portar armas de fuego cargadas siempre que lo hicieran públicamente (sólo era exigido permiso para la portación de armas de gran calibre). Unos 30 negros armados y uniformados ingresaron al Congreso cumpliendo con todas las disposiciones legales correspondientes y leyeron un mensaje sobre la necesidad de que los negros se defiendan de la violencia represiva. Fueron arrestados y la ley fue modificada. Pero la prensa dio una amplia publicidad al suceso haciendo conocer a la organización en el nivel nacional. El partido se extendió notablemente.

Newton decía que “poder es la habilidad para definir un fenómeno y hacerlo actuar de la manera deseada”; en este sentido él ha exhibido una excepcional capacidad para definir cualquier situación en términos relevantes para la educación política del negro, partiendo de las experiencias más comunes de su vida cotidiana. Esto se basa en su análisis de la sociedad americana y de su evaluación de la situación de los negros dentro de ese sistema. “Las perspectivas para el negro y la negra del ghetto, para los ‘lumpen’, son la cárcel, la muerte, el servicio militar o una vida generalmente corta, pero siempre dura y amarga. Todas las alternativas que nos ofrece el sistema tienen en común que nos destruyen de una manera antinatural. La situación del negro en los centros urbanos es tal que no le queda otra elección más que la acción revolucionaria.”[27]

Violencia: Los Panteras se oponen a la violencia injustificada. “No usamos armas para disparar contra la gente blanca, sólo queremos defendernos de cualquiera, no importa su color, que injustamente trate de matarnos para impedir el cumplimiento de nuestros programas.”[28]

Se oponen a la violencia espontánea. El relato de Bobby Seale de su reacción frente al asesinato de “Pequeño” Bobby Hutton (primer miembro del partido, fue asesinado a los 17 años por la policía), refleja su proceso de educación política y la manera de convertirlo en un hecho colectivo. Pese a su rabia y dolor, exhortó a la multitud reunida en un mitin a rechazar la violencia espontánea:

“en los levantamientos pasados la gente expresó su asco por las injusticias de la sociedad, pero ahora debemos organizarnos y aprender a defendernos con armas cuando se nos ataca, pues de otro modo lo único que se logra es que los negros sean muertos, heridos y encarcelados. Debemos pensar en la seguridad de nuestra gente, aun cuando nuestros propios hermanos sean asesinados, no debemos sacrificar ‘soldados de la libertad’ inútilmente”.

Es interesante señalar que esto ocurrió al día siguiente del asesinato del Dr. King que provocó levantamientos violentos en 21 ciudades excepto en las áreas bajo la influencia política de los Panteras Negras. Esto fue reconocido por la Comisión Nacional sobre las causas y prevención de la violencia (citado en el Boston Globe, 16-XII-69).

Enfrentan a la violencia represiva con una organización política y, cuando es necesario, con una violencia revolucionaria.

Racismo: El Partido de los Panteras Negras ha expresado desde sus comienzos su oposición a toda forma de racismo y ha llamado a una coalición y alianza de todas las personas y organizaciones que quieren luchar contra la estructura de poder.

“Nos consideramos como una nación dentro de la nación, pero no por razones racistas, sino como una necesidad para nuestro progreso como seres humanos. No combatimos al racismo con racismo, lo combatimos con internacionalismo proletario. Los que quieren confundir nuestra lucha con problemas étnicos son los mismos que apoyan y mantienen la explotación de las masas del pueblo, la explotación de los blancos, negros, latinos, indios, chinos y japoneses pobres y de los trabajadores en general. Todos nosotros somos trabajadores —empleados o sin empleo— y nuestra unidad debe basarse en el derecho a la vida, la libertad y a la búsqueda de la felicidad. Debe basarse en cosas prácticas como la supervivencia y el derecho del pueblo a la autodeterminación, para que sea posible forjar la solución de los problemas que todos enfrentamos. Creemos que nuestra lucha es una lucha de clases, no una lucha racial.”[29]

Para los Panteras, el sistema opresor, que es racista, y el sistema capitalista explotador, que perpetúa el racismo, son una misma cosa.

Servir al Pueblo: El Partido de los Panteras Negras ha organizado varios programas comunitarios que son conducidos en forma cooperativa: desayuno gratis para los chicos, clínicas para la atención médica gratuita de la comunidad, asesoramiento legal (para casos civiles y criminales y para la recolección de fondos para fianzas y gastos de defensa de los miembros del partido presos), empadronamiento de negros del ghetto (para que sean elegibles para constituir jurados), escuelas de liberación, préstamos de emergencia, transporte gratuito para los familiares de los presos políticos, etc.

“Estos programas exponen la contradicción que existe entre el sistema y las necesidades de la gente. Son una reafirmación viva del hecho que los cerdos de la estructura de poder no cumplen con sus obligaciones y de que el pueblo se moviliza para reivindicar sus derechos satisfaciendo sus necesidades por sí mismo de una manera cooperativa. Sacan a la gente del sistema y la organizan hacia una nueva alternativa. Los chicos negros que van hambrientos a la escuela todas las mañanas han sido organizados en su pobreza, el Programa los libera de un aspecto de esa pobreza. Esto es liberación en acción.”[30]

En las escuelas de liberación se enseña a los niños la historia negra en términos de lucha de clases, “para que conozcan la naturaleza de la sociedad capitalista que los oprime”. También se los ayuda en las tareas escolares para compensar la deficiente educación que reciben en las escuelas de los ghettos.

Estos programas además de cumplir una función de ayuda social necesaria, sirven para organizar y educar políticamente a los negros de las comunidades. Los Panteras han enfatizado la importancia de integrar la educación política con la acción. Los miembros del partido tienen la obligación de asistir a clases de educación política y de leer textos básicos. Cuentan con un periódico propio, “Pantera Negra”, que en 1970 tenía una circulación semanal de 125.000 ejemplares. Está escrito, diagramado y distribuido por los “negros de la calle”. El partido sostiene el principio de que sólo deben ser admitidos como miembros los merecedores, los realmente dedicados a servir al pueblo, los que son capaces de entender el significado de las reglas y filosofía del partido.

El Partido de los Panteras Negras ha creado el negro nuevo, el negro revolucionario. Cuatrocientos años de lucha contra la opresión se han sintetizado en estos negros que abren un futuro distinto para negros y blancos en su país. Pese a que el destino de esta organización en particular parece bastante incierto, las nuevas agrupaciones que están multiplicándose en los Estados Unidos aseguran la esperanza de un mundo mejor.

Notas

1) Eldridge Cleaver: Alma encadenada (Soul on ice); Ediciones Siglo XXI, México, 1970.

2) Warren, Robert P.: Who speaks for the negro?; Vintage Books, New York, 1966.

3) Algunos de los criterios para la evaluación de esta estrategia se basan en el artículo de James Coleman: Race Relations and Social Change; John Hopkins University, Baltimore, 1967.

4) Louis Lomax: Testigos en Mississipi, en Ramparts, Número extraordinario, diciembre, 1968.

5) Blauner, R.: Whitewash over Wats, Tras-Action, Vol. III, 1966, pág. 9.

6) Rustin, B.: From Protest to Politics: The Future of the Civil Rights Movement, Comentary, febrero 1965. 7) Moynihan, D.: The negro family: the case for national Actions (Washington, U. S. Government Printing Office, 1965).

8) N. Brink y Harris: The negro revolution in America; N. Y., Simon and Silvester, 1964.

9) Harris L.: Demostrations New U. S. doubts. The Harris Poli (Washington, The Washington Post, 12 julio 1964).

10) Lester J.: Notas Revolucionarias; Ed. La Flor, Bs. As., 1970, p. 96.

11) Citado en New York Times, agosto 5, 1966, pág. 1.

12) What we want, The New York Review of Books, 22 sept. 1966.

13) Lee Lockwood: Conversations with Eldridge Cleaver, Delta Book, N. Y., 1970, p. 113.

14) E. Cleaver: Carta abierta a Stokely Carmichael, en Ramparts, sept. 1969.

15) E. Cleaver: Method, Time and Revolution, en Black Panther, mayo 31, 1970.

16) Seale, Bobby: Seize the Time, The Story of Black Panther Party and Huey P. Newton, Random House, New York, 1970, pág. 71.

17) E. Cleaver: On meeting the needs of the people, en Ramparts, sept. 1969.

Bibliografía

Además de la enumerada en las notas se puede consultar:

· Martín Luther King. A dónde vamos: caos o comunidad. Aymá, Barcelona, 1964.

· M. L. King, J. Baldwin, Malcolm X: La protesta negra, México, Ed. Era, 1965.

· Gene Marine: Los Black Panters, Buenos Aires, Siglo XXI, 1971.

· Stockeley Carmichael: El poder negro, México, Siglo XXI, 1968.

Los protagonistas de los tumultos

El domingo 23 de julio de 1967 se inició el levantamiento de Detroit que superó el triste récord de Watts en cuanto al número de víctimas, 42. El Departamento de Trabajo contrató al Behavior Research Institute de Detroit para que realizara una encuesta entre los cientos de negros encarcelados por su participación en los hechos. Pese a que la información sobre desempleo y endeudamiento es limitada, según advierten sus autores, y a la falta de rigor estadístico de los datos, es interesante reproducir aquí algunos de los resultados publicados: “El prisionero típico entre los entrevistados era soltero, de alrededor de 30 años, con educación primaria. Había nacido en el Sur (el 40% provenía del “Sur Recalcitrante”) y el 61,2% había vivido en Detroit por más de 15 años. Era un obrero no calificado, ganaba un promedio de 120 dólares semanales (el promedio para los trabajadores de igual categoría en Detroit era de 150 dólares), uno de cada ocho de los prisioneros casados con 2 a 4 hijos ganaba menos de 80 dólares, Pero estas cifras no son significativas pues se refieren a los períodos en los que los prisioneros habían conseguido trabajo. El 71,2% (sobre 125 encuestados) había estado sin trabajo en ese año durante períodos de 5 semanas a más de 6 meses. La tasa de desempleo era del 22%, cinco veces más alta que la correspondiente al área de Detroit; entre los menores de 25 años (sobre 490 entrevistados) la tasa era del 60%.

El 51% (sobre 157 encuestados) tenía deudas y el 49% de estas deudas correspondía a gastos por enfermedad y alquiler. El 83% (sobre 490 encuestados) jamás había recibido beneficios de programas del gobierno, de adiestramiento, ayuda social, etc. Para el 53% (sobre 523 entrevistados) las causas de la insurrección eran la brutalidad policial y problemas de vivienda inadecuada, desempleo, tensiones, frustraciones del negro por la discriminación...”. The Detroit Riot, A Profile of 500 Prisoners; Department of Labor, U. S., marzo, 1968.

La represión contra los Panteras Negras

Sus actividades fueron investigadas por un Subcomité del Senado presidido por el senador McClellan (Arkansas). En 1968, el Secretario de Defensa Clark Clifford anunció la creación de un comando contra disturbios raciales que tendría a su cargo el control de tropas federales destinadas a reprimir levantamientos y vigilar las actividades políticas de civiles. La “Oficina de Servicios Especiales” de la Policía hizo del Partido el objetivo principal de sus operaciones y entrenó agentes negros que se infiltraron en la organización con particular intensidad desde 1968. Esto se hizo público durante el juicio a los 21 panteras de Nueva York donde varios de estos agentes actuaron como testigos del fiscal. Sus líderes fueron encarcelados: Newton, en 1967 y 1970, está actualmente en libertad bajo fianza; Bobby Seale, en 1969 y 1971. En 1969, en Chicago fue acusado de conspiración por incitar tumultos durante la Convención Demócrata del 68. Durante el juicio se le negó el derecho constitucional a defenderse a sí mismo en ausencia de su abogado y fue amordazado y engrillado a su silla, hecho que conmovió a las asociaciones de abogados de ese país. Fue sobreseído pero el juez Hoffman lo condenó a cuatro años de prisión por lo que él consideró 16 manifestaciones de falta de respeto de la corte. De allí fue conducido a New Haven (Connecticut) para ser juzgado por imputación de asesinato, rapto y conspiración junto a Erika Huggins y otros panteras conocidos como los “14 de New Haven”. El 25 de mayo del 71 fueron sobreseídos. También en el 69 fueron detenidos los “21 de New York” acusados de conspiración y declarados inocentes el 13 de mayo del 71 después de sufrir dos años de cárcel. El 5 de diciembre del 69, Mark Clark y Fred Hampton, líderes de Chicago, fueron asesinados mientras dormían y otros 5 panteras fueron heridos como resultado de un asalto policial a su hogar. “Desde el 1-III al 25-VII del 68, 5 panteras fueron asesinados; del 6-X-68 al 20-XII-69, 15 panteras fueron asesinados. Del 2-III-68 al 28-IX-69, 130 panteras fueron detenidos para interrogación; del 29-IX al 9-XII del 69 lo fueron 738. En un año la represión aumentó en una proporción de 1 a 7 (según Ramparts, junio 1970). Los ataques a los hogares de los panteras y a las sedes locales del Partido son constantes. El encarcelamiento de los líderes y miembros del partido significó además que el trabajo político de los partidarios y simpatizantes libres ha tenido que concentrarse en reunir fondos, organizar y movilizar al pueblo para la defensa de los presos. Cleaver ingresó al partido en 1967 y ha debido exiliarse desde noviembre del 68. Esta campaña represiva parece haber logrado algunos de sus propósitos pues en marzo de 1971 el partido sufrió una crisis interna muy seria cuyas consecuencias son difíciles de precisar.


[1] Algunos de los criterios para la evaluación de esta estrategia se basan en el artículo de James Coleman: Race Relations and Social Change; John Hopkins University, Baltimore, 1967.

[2] Eldridge Cleaver: Alma encadenada (Soul on ice); Ediciones Siglo XXI, México, 1970.

[3] Warren, Robert P.: Who speaks for the negro?; Vintage Books, New York, 1966.

[4] Warren, Robert P.: Who speaks for the negro?; Vintage Books, New York, 1966.

[5] Warren, Robert P.: Who speaks for the negro?; Vintage Books, New York, 1966.

[6] Algunos de los criterios para la evaluación de esta estrategia se basan en el artículo de James Coleman: Race Relations and Social Change; John Hopkins University, Baltimore, 1967.

[7] Eldridge Cleaver: Alma encadenada (Soul on ice); Ediciones Siglo XXI, México, 1970.

[8] Eldridge Cleaver: Alma encadenada (Soul on ice); Ediciones Siglo XXI, México, 1970.

[9] Louis Lomax: Testigos en Mississipi, en Ramparts, Número extraordinario, diciembre, 1968.

[10] Blauner, R.: Whitewash over Wats, Tras-Action, Vol. III, 1966, pág. 9.

[11] Eldridge Cleaver: Alma encadenada (Soul on ice); Ediciones Siglo XXI, México, 1970.

[12] Rustin, B.: From Protest to Politics: The Future of the Civil Rights Movement, Comentary, febrero 1965. 7) Moynihan, D.: The negro family: the case for national Actions (Washington, U. S. Government Printing Office, 1965).

[13] N. Brink y Harris: The negro revolution in America; N. Y., Simon and Silvester, 1964.

[14] N. Brink y Harris: The negro revolution in America; N. Y., Simon and Silvester, 1964.

[15] Harris L.: Demostrations New U. S. doubts. The Harris Poli (Washington, The Washington Post, 12 julio 1964).

[16] Lester J.: Notas Revolucionarias; Ed. La Flor, Bs. As., 1970, p. 96.

[17] Citado en New York Times, agosto 5, 1966, pág. 1.

[18] What we want, The New York Review of Books, 22 sept. 1966.

[19] What we want, The New York Review of Books, 22 sept. 1966.

[20] What we want, The New York Review of Books, 22 sept. 1966.

[21] What we want, The New York Review of Books, 22 sept. 1966.

[22] What we want, The New York Review of Books, 22 sept. 1966.

[23] Lee Lockwood: Conversations with Eldridge Cleaver, Delta Book, N. Y., 1970, p. 113.

[24] Lester J.: Notas Revolucionarias; Ed. La Flor, Bs. As., 1970, p. 96.

[25] E. Cleaver: Carta abierta a Stokely Carmichael, en Ramparts, sept. 1969.

[26] E. Cleaver: Carta abierta a Stokely Carmichael, en Ramparts, sept. 1969.

[27] E. Cleaver: Method, Time and Revolution, en Black Panther, mayo 31, 1970.

[28] Seale, Bobby: Seize the Time, The Story of Black Panther Party and Huey P. Newton, Random House, New York, 1970, pág. 71.

[29] Seale, Bobby: Seize the Time, The Story of Black Panther Party and Huey P. Newton, Random House, New York, 1970, pág. 71.

[30] E. Cleaver: On meeting the needs of the people, en Ramparts, sept. 1969.

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