La Segunda Internacional  

Posted by Fernando in

Santiago Mas

© 1973

Centro Editor de América Latina — Rincón 87

Impreso en Argentina

Índice

La Segunda Internacional 1

Las etapas de la Segunda Internacional 7

Primera etapa: 1889-1896. 7

Los Congresos 7

La lucha política. 8

Los anarquistas 8

La huelga general 9

Segunda etapa: 1896-1914. 9

La controversia en torno el revisionismo. 9

El millerandismo. 12

La Internacional y la guerra. 13

La bancarrota de la Segunda Internacional 16

El resurgimiento de la Internacional 17

Documentos 18

Resolución del Congreso de 1900 sobre la colaboración con los gobiernos burgueses 18

Condena al revisionismo en el Congreso de Dresde de la Socialdemocracia Alemana (1903) 19

Resolución del Congreso de 1889 sobre el Primero de Mayo. 19

Resolución del Congreso de Copenhague sobre los acuerdos de la Internacional 20

Algunas opiniones de Bernstein. 20

Liberalismo y socialismo: 20

Evolucionismo. 20

Nacionalismo alemán. 20

Colonialismo. 21

Rosa Luxemburgo: Contra el revisionismo. 21

Lenin: Sobre el revisionismo y las capas medias 22

Extractos de la resolución del Congreso de Stuttgart sobre “El Militarismo y los conflictos internacionales” 22

La represión del primero de mayo de 1890. 23

Número de delegados que participaron en los congresos de la Segunda Internacional 24

“¡Demos a nuestros camaradas trabajadores de Europa algún tiempo para reforzar sus organizaciones nacionales, y pronto serán bastante fuertes como para derribar las barreras que se han levantado entre ellos y los obreros de otras partes del mundo!” -Manifiesto del Congreso General de la Primera Internacional en ocasión de su disolución-.

En julio de 1876 se celebró el último congreso de la Asociación Internacional de Trabajadores, la Primera Internacional. El Congreso disolvió el Consejo General de la Internacional y lanzó un manifiesto en el que afirmaba: “¡Demos a nuestros camaradas trabajadores de Europa algún tiempo para reforzar sus organizaciones nacionales, y pronto ellos serán bastante fuertes para derribar las barreras que se han levantado entre ellos y los obreros de las otras partes del mundo!”. En efecto, la característica fundamental del período 1871-1889 fue la lucha del movimiento obrero por la reorganización de sus destacamentos nacionales, por la constitución de partidos obreros nacionales.

En 1875 se unifican en Alemania la Asociación General de Trabajadores Alemanes de Lassalle y el Partido Socialdemócrata de Trabajadores, dirigido por Augusto Bebel y Wilhelm Liebknecht, y surge el Partido Obrero Socialdemócrata. La fusión se realizó sobre la base del Programa de Gotha, en el cual los marxistas hicieron una serie de concesiones de principio a los lassallistas. Dicho programa motivó la célebre Crítica del programa de Gotha de Marx, texto en el cual este precisó su visión sobre la sociedad futura. Hasta tal punto llegaron las críticas que formularon Marx y Engels que ambos consideraron la posibilidad de alejarse públicamente del partido. Más tarde, en 1891, el Programa de Erfurt, elaborado por Kautsky, cambió las bases programáticas del P. S. D. y las colocó en un terreno estrictamente marxista.

Antes de la fusión cada partido contaba con un 3% del total de los votos. Dos años después de la fusión se alcanzó el 9%. Las “leyes antisocialistas”, aprobadas por Bismarck en 1878, disolvieron la organización, prohibieron sus periódicos y sometieron a los dirigentes del P. S. D. a la persecución policial. Pero, pese a esto Bismarck no logró evitar que se presentaran a elecciones. En 1877 habían obtenido 493.000 votos, cifra que descendió en 1881 a 321.000; pero luego comenzó un ascenso espectacular: 550.000 votos en 1884; 763.000 en 1887 y en 1890, cuando salen de la clandestinidad, 1.427.000 votos -un 20% del electorado- y 35 puestos en el Reichtag. Los éxitos electorales fueron acompañados por una lucha clandestina que quedó como modelo de accionar en ese plano. En 1889 la huelga de los mineros demostró claramente la fuerza de la socialdemocracia y ya en 1890 no fueron ratificadas las leyes antisocialistas.

“La socialdemocracia —señala el historiador Cole— había conseguido ser muy admirada en el extranjero por su notable éxito en hacer frente a la persecución. De hecho fue durante el período en que el partido estuvo proscripto cuando fue teniendo imitadores en una y otra nación, y parecía trazar el camino al socialismo europeo casi en todas partes, si no en todo el mundo.”

Dentro de esta situación cabe señalar un hecho que luego mostrará su importancia: un partido con su dirección política en el exilio, en el que las reuniones de alguna importancia exigían que sus participantes se trasladaran al extranjero, pero con bancas en el parlamento, corría el riesgo de que la dirección cayera en manos de sus representantes parlamentarios, los únicos que públicamente podían hablar en su nombre. Este peligro se convirtió en realidad, pues la socialdemocracia alemana salió de la clandestinidad sobrevalorando la actividad parlamentaria.

La segunda “potencia” de la Internacional, el socialismo francés, debió enfrentar un duro período a partir de la represión de la Comuna de París. Los dirigentes socialistas que no habían sido asesinados debieron tomar el camino del exilio. Recién la amnistía de 1879 posibilitó la reconstitución del movimiento. En ese mismo año, en torno a Jules Guesde, se forma la Federación de Trabajadores Socialistas, con un programa que prefigura el programa de Erfurt de los alemanes. Los guesdistas intentaban promover una política que permitiera al proletariado ponerse al frente de una alianza con el campesinado y la pequeña burguesía urbana y junto con esto subrayaban el papel determinante de la lucha de clases. De esta manera estuvieron bajo el fuego cruzado de los socialistas derechistas y de los sindicalistas, que rechazaban las alianzas con las capas no proletarias. En 1881 Paul Brousse se puso a la cabeza de los opositores de Guesde. Su planteo consistía en luchar por reformas inmediatas dentro del sistema capitalista y llevar adelante una política que posibilitara la conquista de los municipios, objetivos que le hacían apoyar una organización fuertemente descentralizada que permitiera un alto grado de autonomía local. Esto también enfrentaba a Brousse con Guesde, defensor de un esquema centralizado tal como es del Partido Social Demócrata Alemán. La división entre ambas corrientes se concretó en 1882 en el Congreso de St. Etienne. Brousse, al frente de los “posibilistas”, conquistó la mayoría y formó el Partido Obrero Socialista Revolucionario y mantuvo el control de la Federación de Obreros Socialistas. Los guesdistas se retiraron y constituyeron el Partido Obrero Francés, y más tarde, en 1884, la Federación Nacional de Sindicatos, que inicialmente tuvo bastante éxito. En su primer Congreso, en 1886, la Federación planteó un problema que haría historia en la Segunda Internacional: la huelga general como arma de lucha.

Los partidos de los otros países oscilaron durante esta etapa entre la férrea unidad de los alemanes y el constante fraccionamiento de los franceses. En Austria, donde se había obtenido el derecho de asociación en 1869, la socialdemocracia se constituyó como partido en 1872. A partir de ese momento creció rápidamente en medio de un proceso similar al alemán, aunque sufriendo divisiones. El espinoso problema de las múltiples nacionalidades fue superado reivindicando la autodeterminación de los pueblos. Desde el comienzo la socialdemocracia en Austria se dividió en un ala que buscaba poner el movimiento a la par de la burguesía liberal y en otra que pugnaba por la lucha independiente del proletariado. En 1888, con Víctor Adler a la cabeza, se unificó bajo el Programa de Hainfeld -una declaración marxista de principios- y comenzó una nueva etapa de crecimiento. El caso de Hungría es diferente pues no surgió allí un partido obrero hasta 1890.

El atraso económico de Italia complotó contra la existencia de un partido obrero marxista. Ya en 1872 los partidarios de Bakunin habían conquistado la dirección del movimiento obrero organizado. Fue necesario esperar que se cumpliera el proceso de industrialización del norte de Italia para que pudiera constituirse un partido socialista. España, por su parte, sufrió un proceso similar, pero con un grado mayor de organicidad. En 1879 surge el Partido Socialista, fundado por Pablo Iglesias, estrechamente vinculado a la Unión General de Trabajadores, que se repartía con la Federación Anarquista Ibérica y la Confederación Nacional de Trabajadores (anarcosindicalista), la zona sindicalizada de la clase obrera.

El período marca también el comienzo del movimiento obrero en los estados europeos pequeños. En Bélgica los partidarios de Bakunin y Blanqui hallaron eco entre los obreros valones, en tanto que entre los obreros flamencos predominaban las ideas de los que seguían a la socialdemocracia alemana. En 1884 se unificaron en el Partido Socialista. En 1889 se concretó la unificación del movimiento sindical y cooperativo en estrecha vinculación con el partido. El Partido Socialista, con Emil Vandervelde y Edouard Anseele a la cabeza, comenzó a conquistar bancas en el Parlamento a partir de 1894, gracias a la ampliación del sufragio obtenida después de una larga serie de huelgas generales. En Dinamarca se constituyó en 1800 un partido sobre la base de las organizaciones sindicales y políticas locales, que en 1889 agregaba a 20.000 afiliados. En 1889, bajo la influencia del partido danés, surge un partido obrero en Suecia. En Noruega, en 1883, surge la federación sindical y en 1887 el Partido Socialdemócrata. En Suiza los sindicatos se unen en 1873 y forman la Federación Suiza de Trabajadores y en 1888 se funda el Partido Socialdemócrata.

Por último, recién en 1892 se forma en Polonia el Partido Socialdemócrata de la Polonia Rusa y de Lituania, con Leo Jogiches y Adolf Warski como principales dirigentes. En 1893 Rosa Luxemburgo representaba al partido en el Congreso de Zurich de la Segunda Internacional. En 1883 los rusos Plejánov, Axelrod, Zásulich y Leo Deutsch constituyen en Suiza, el primer grupo ruso verdaderamente marxista que rompe con el populismo: Emancipación del Trabajo. Pero habrá que esperar hasta 1898 para que se realice el primer congreso del Partido Obrero Socialdemócrata Ruso y, a raíz de la represión, hasta 1903 para que, durante el Segundo Congreso, se unifiquen las distintas organizaciones marxistas. A fines de la década de 1880 el movimiento obrero europeo contaba con una cantidad importante de destacamentos nacionales. La influencia del marxismo era la predominante en la mayoría de los países. El crecimiento económico de las tres últimas décadas del siglo XIX había aumentado considerablemente las filas del proletariado. Ambos factores, el desarrollo político y el crecimiento numérico, habían transformado al movimiento obrero en una fuerza internacional. Las clases dominantes no podían ya moverse sin tener en cuenta a la clase obrera, y en ésta la necesidad de urca articulación orgánica internacional se había vuelto imperiosa.

El surgimiento de la Internacional

Después del congreso en que se disolvió la Primera Internacional se realizó una serie de reuniones internacionales que giraron en torno al problema de su reorganización. Pero la necesidad de completar el proceso de constitución de los partidos nacionales postergaba esta tarea.

Durante la década de 1880 la lucha por la jornada de ocho horas se convirtió en el elemento catalizador de la unidad socialista.

En general los obreros estaban obligados a trabajar jornadas extenuantes, que habitualmente se extendían más allá de las doce horas. La burguesía, por su parte, se había negado rotundamente a limitar la jornada de trabajo. Pero pese a ello, en algunos lugares el movimiento obrero había alcanzado éxitos importantes, gracias a coyunturas que fortalecieron su posición. Eso fue lo que sucedió en Melbourne (Australia), donde la brusca caída de la oferta de fuerza de trabajo colocó a los obreros en una posición desde la cual pudieron imponer sus reivindicaciones, entre ellas la jornada de ocho horas. Pero aparte de los casos especiales se pueden señalar varios cambios generales que se produjeron durante la década de 1880 y que modificaron la situación. El desarrollo tecnológico posibilitó un aumento de la productividad del obrero. Esto, sumado a alimentos baratos desde los países dependientes, permitió un aumento relativo del nivel de vida de la clase obrera. Estos factores reforzaron la lucha por la reducción de la jornada. Ella comenzó a desarrollarse junto al crecimiento del movimiento obrero, que ya se había constituido en un poderoso factor internacional.

En 1883 un sector socialista francés, el de los “posibilistas”, convocó a un Congreso. El resultado inmediato fue magro, pero se abrió un camino que resultaría fructífero. En un congreso realizado en 1886, también en París, se comenzó a trabajar en la coordinación de una acción internacional por la jornada de ocho horas. El congreso resolvió levantar una serie de reivindicaciones con respecto a condiciones de trabajo, remuneración, higiene, protección a la niñez, etc. En sus resoluciones señalaba la necesidad de “reconstituir la Asociación Internacional entre los trabajadores de todos los países” e indicaba que la Exposición Universal de París, que se llevaría a cabo con motivo del centenario de la Revolución Francesa, era la oportunidad para realizar la reunión constitutiva. En 1888, a iniciativa de los ingleses, se realizó otro congreso obrero en Londres, que, hegemonizado por las trade unions, evitó las definiciones políticas y se limitó a tratar aspectos de la lucha económica. Un tercer elemento decisivo en la constitución de la Segunda Internacional lo constituyó el movimiento obrero norteamericano. La American Federation of Labor, dirigida por Samuel Gompers, había tomado la lucha por la jornada de ocho horas como su principal bandera. Ahí se propuso una táctica de desgaste que consistía en realizar paros en una rama de la industria por año, mientras los obreros de las otras ramas sostenían a los huelguistas. De esta manera intentaría imponer la jornada de ocho horas a toda la industria En los Estados Unidos surgió también la idea de utilizar como foco de lucha el Primero de Mayo. La presencia de grupos que intentaban imponer una línea reformista y conciliadora a la organización internacional del proletariado, expresada claramente en el Congreso de Londres en 1888, hizo que los socialdemócratas alemanes, el sector del socialismo francés encabezado por Jules Guesde y los belgas comenzaran a trabajar para realizar un congreso socialista que enfrentara a los “posibilistas”. Poco después se realizan en París dos congresos socialistas. En uno de ellos, el organizado por los marxistas y realizado en la Sala Petrelle, se funda la Segunda Internacional o Internacional Socialista.

Las etapas de la Segunda Internacional

La Segunda Internacional cubre una etapa del movimiento obrero que va desde la crisis que se abre con la disolución de la Primera Internacional, crisis que se cerrará recién en 1896, con la bancarrota del socialismo reformista. Podemos señalar dos etapas en la historia de la Segunda Internacional. La primera abarca desde la disolución de la A.I.T. hasta la crisis revisionista de fines del siglo XIX y se caracteriza por el reagrupamiento del movimiento obrero. Una segunda etapa llega hasta 1914 y se caracteriza por la expansión del conjunto del movimiento socialista. Desde el punto de vista de la Segunda Internacional podemos decir que en su primera etapa —que abarca cuatro congresos— realizó un esfuerzo por precisar los términos de la acción socialista, particularmente en lo que se refiere a la lucha política, asunto que a su vez estaba vinculado con la polémica que se mantuvo con los anarquistas y que se cerró con la separación definitiva de estos.

Primera etapa: 1889-1896

Los Congresos

En estos años se realizaron cuatro congresos. El de París, del 14 al 21 de julio de 1889; el de Bruselas, del 16 al 23 de agosto de 1891; el de Zurich, del 6 al 12 de agosto de 1893, y el de Londres, entre el 26 de julio y el 2 de agosto de 1896. La ausencia de un criterio de admisión establecido hizo que la composición de estos congresos fuera heterogénea y fue causa de diversos conflictos, sobre todo con respecto a la presencia en ellos de los anarquistas.

El congreso de París, además de colocar la piedra fundamental de la organización internacional de la clase obrera, aprobó una importante resolución relativa a la organización de manifestaciones internacionales el día 1° de mayo del año siguiente con el objeto de levantar un programa de reivindicaciones cuyo centro era la jornada de ocho horas A partir de ese año los actos del 1° de mayo se convirtieron en la demostración principal de la solidaridad internacional del proletariado.

La lucha política

Con respecto a la lucha política se produjeron intensas polémicas, especialmente entre los socialistas franceses. Las posiciones se polarizaban entre los que sostenían que el movimiento obrero debía aceptar la dirección de un partido político y los que afirmaban que éste debía supeditarse a los sindicatos. Entre ambos se daba toda una gama de posiciones intermedias. El fondo de la polémica era establecer cuál era la instancia determinante de la lucha de la clase obrera: si lo era la lucha económica, es decir el logro de mejoras en ese terreno, o lo era la lucha política, es decir la conquista del poder.

En Francia siempre hubo una fuerza importante que jerarquizó la organización y lucha corporativa de la clase obrera con relación a la lucha política. (La expresión más consolidada de esta concepción fue el sindicalismo de Fernand Pellouitier) Los alemanes, por su parte, bregaron por dar al 1° de mayo un carácter político que no limitara la jornada a la lucha por reivindicaciones económicas. Esto lo lograron incorporando, como objetivo de la clase obrera, la lucha por el mantenimiento de la paz entre las naciones. Pero la actividad política de la socialdemocracia alemana estaba signada por la intención de no alterar la legalidad a la que se hallaba sujeta con el fin de impedir que la clase dominante pusiera nuevamente en vigencia las leyes antisocialistas. Esto no sólo limitaba en cierto aspecto su lucha política, sino que la enfrentaba nuevamente con los franceses, quienes no estaban dispuestos a aceptar las trabas de la legalidad.

Los anarquistas

La falta de definición con respecto a las condiciones de admisión permitió que los anarquistas —los cuales objetaban la lucha política— participaran en los congresos valiéndose de las credenciales de los sindicatos, pues las de las organizaciones anarquistas eran rechazadas. Más tarde, el Congreso de Zurich (1893) aprobó una resolución que definía las condiciones de admisión, exigiendo a los sindicatos y a las organizaciones socialistas el reconocimiento de necesidad de la acción política. Por “acción política” se entendía “...que las organizaciones obreras, siempre que sea posible, traten de hacer uso de los derechos políticos o de conquistarlos, como asimismo el establecimiento de leyes a fin de conseguir mejoras para el proletariado y la conquista del poder”. Esta resolución provocó discusiones y nuevas diferencias. Para evitarlos el Congreso de Londres (1896) resolvió fijar con precisión las condiciones que debían reunir los congresales:

“La Comisión de reglamento del Congreso queda encargada de enviar las invitaciones para el congreso próximo sólo a:

1. Los representantes de aquellas organizaciones que traten de sustituir la propiedad y producción capitalistas por la propiedad y producción socialistas, y que consideran la acción legislativa y parlamentaria como uno de los medios necesarios para alcanzar este fin.

2. A organizaciones puramente sindicales obreras que, aunque no tomen parte activa en la política, declaran que reconocen la necesidad de la acción legislativa y parlamentaria; por consiguiente, quedan excluidos los anarquistas.”

La huelga general

En 1896 se intensifican las discusiones en torno a la huelga general, pero en un marco que arrastra viejas polémicas del movimiento obrero. La idea provenía de los sindicalistas franceses, quienes veían en las huelgas un medio de preparación de los obreros para la huelga general. Consideraban además que éste no podía ser planeado para un determinado momento. Dadas las condiciones, la huelga general se organizaría espontáneamente. Como lo señala Cole: “... en opinión de los jefes del movimiento, una huelga general preparada y organizada con anticipación estaba llamada a fracasar: el abandono del trabajo y las manifestaciones en masa que seguirían tenían que producirse espontáneamente como expresión del sentimiento de la clase obrera, y de no ser así faltaría el requisito de entusiasmo del las masas”. Estas posiciones fueron rechazadas por el congreso de Londres sin mayores consideraciones.

Segunda etapa: 1896-1914

Con el comienzo del siglo, la Segunda Internacional debió enfrentar nuevos problemas. En su primera etapa habían fijado los principios básicos. Ahora se trataba de llevarlos a la práctica a través de los diferentes partidos socialistas. Este período, que se cierra en 1914, es el más importante de la Segunda Internacional.

La controversia en torno el revisionismo

Esta controversia se desarrolló fundamentalmente en Alemania. El hecho de que Alemania fuera el principal campo de batalla se debe al papel de vanguardia que desempeñaba el P. S. D. A. Era el centro indicado para que las cosas se plantearan en profundidad. En Francia, por lo contrario, aún era posible que —como sucedió en un banquete en el que estaban presentes los principales jefes socialistas— se aplaudiera un discurso de Millerand en el cual este afirmaba que los objetivos solo se podían alcanzar por medios constitucionales. Un dato que indica que Francia no era el lugar adecuado para librar la polémica sobre las bases del marxismo.

El planteo de Bernstein rompía completamente con el análisis hecho en el Programa de Erfurt. Bernstein abrió el fuego negando la posibilidad más o menos cercana de la destrucción del capitalismo. “Bernstein —como lo señaló Lichtheim— veía en 1899 el testimonio de un orden, seguridad tranquilidad, prosperidad y una contribución más equitativa de la riqueza cada vez mayores.” Al alejar en el tiempo la perspectiva del socialismo, abrió un campo político en el cual no tenía tanto sentido el futuro como el presente: “Mi pensamiento y mis esfuerzos se dedican a los deberes presentes y al futuro inmediato, y me ocupo de meras perspectivas lejanas sólo en la medida en que me guían para una línea de conducta, para una acción presente adecuada”. Veía el futuro inmediato como una serie de pequeños cambios cuya resultante final sería el socialismo. Obviamente un planteo semejante le impuso exigencias teóricas, que lo llevaron a formular una teoría de la historia inspirada en los fabianos ingleses.

Paradojalmente, el mismo Berntein complotó contra el viraje a la derecha que quería imponer a la socialdemocracia alemana. Hasta el momento en que Bernstein lanzó su desafío tanto Liebknecht como Bebel se iban desplazando rápidamente hacia la derecha. Pero la aparición de Bernstein los hizo retroceder, por lo menos en el momento más crítico de la polémica. Es que el revisionismo tuvo el “mérito” de exponer sin tapujos las concepciones más profundas de la derecha de la socialdemocracia alemana, y esta exposición descarnada es la que lo enfrentó con muchos que compartían sus posiciones en la práctica. La controversia revisionista tuvo innumerables consecuencias en las filas de los adversarios de Bernstein. Su principal antagonista fue Karl Kautsky, quien terminó de sellar su fama de principal teórico del marxismo. Sin embargo, Kautsky enfrentó a Bernstein sin poder evitar deslizarse hacia algunas de sus opiniones, como sucedió con respecto al planteo revisionista que consideraba falsa la concepción marxista de la creciente concentración de la producción. Pero hubo quienes captaron en profundidad las concepciones de Bernstein como es el caso de Rosa Luxemburgo, sin duda la mente teórica más importante de la socialdemocracia alemana.

Bernstein, cuya capacidad teórica no era muy brillante, fue el primer expositor de las concepciones reformistas que predominarán en los partidos socialistas a partir de la Primera Guerra Mundial. No dejó nada sin considerar, desde la conciliación del socialismo con el liberalismo hasta la concepción de que el socialismo sería la consecuencia de las reformas conquistadas bajo el capitalismo, pasando por la necesidad de conquistar el poder pacíficamente, apoyar la política colonial del imperialismo, reivindicar a la burguesía alemana en su lucha con la inglesa, etc. Pero no fue Bernstein el creador de todas las ideas que expuso. El se encargó, fundamentalmente, de dar coherencia a ideas ampliamente difundidas en el socialismo mundial.

La polémica con el revisionismo se dio en el congreso de Amsterdam de 1904. El año anterior el congreso de la socialdemocracia alemana había condenado al revisionismo, sin expulsar a sus partidarios, pese a los intentos que en tal sentido hiciera Rosa Luxemburgo. Dicho congreso aprobó una resolución en la que señalaba que el partido trabajaba “por una rápida conversión del orden burgués existente en la sociedad en un orden socialista” y que “si se adoptase la política revisionista se conformaría con sólo reformar la sociedad burguesa”. Los revisionistas tenían conciencia de que el afán de unidad de la socialdemocracia alemana trabajaba a su favor. En efecto, tanto Bebel como Kautsky no estaban dispuestos a romper drásticamente con el revisionismo porque querían evitar la fractura del partido. Ello les impuso una mecánica en la que la conciliación con la derecha estuvo constantemente presente. Los revisionistas no solo no fueron expulsados sino que contaron con periódicos y dominaban parte importante de la bancada socialista. Rehuyendo el combate frontal, en el cual fueron ampliamente derrotados, pasaron a una guerra de zapa en la que poco a poco fueron conquistando posiciones.

En el congreso de Amsterdam se dio la posibilidad de plantear la polémica en sus términos reales. Fue un miembro de la derecha de la Internacional quien paradojalmente hizo el planteo. En un célebre discurso, el más grande orador socialista, Jean Jaurès, analizó la situación de la socialdemocracia alemana. Denunció que el partido alemán era un gigante con pies de barro, que su pasividad para evitar caer en la ilegalidad habían convertido a sus partidarios en revolucionarios de palabra y no de hecho y los invitó a “que reconociesen que el mero hecho de conseguir una mayoría en el Reichtag (si alguna vez llegaban a tenerla no bastaría para hacer de ellos los dueños del Estado alemán”. Sin embargo la debilidad de la izquierda en ese momento impidió que el problema se profundizara adecuadamente.

Cuando llegó el momento de las resoluciones, los alemanes propusieron no condenar explícitamente el revisionismo. La votación resultó empatada, por lo cual se volvió a votar y resultó aprobado el acuerdo alcanzado por la socialdemocracia alemana en 1903.

El millerandismo

En 1899, estando latente la crisis producida por el movimiento encabezado por el general Boulanger y por el caso Dreyfus, asumió el poder al gobierno Waldeck-Rousseau; que, buscando una alianza con los socialistas nombró ministro de comercio e industria a Millerand. La unidad que se había estado gestando entre los socialistas franceses estalló en mil pedazos al chocar los que apoyaban decididamente al “ministro socialista” y sus opositores. La cuestión fue discutida en el Congreso de la Segunda Internacional realizado en París en 1900. Con respecto a ello señala Cole: “Era muy posible reunir una buena mayoría en contra de la colaboración. Sin embargo, porque la posibilidad de constituir partidos socialistas capaces de obtener algún día mayorías decisivas dependía sin duda de una unión completa o casi completa de las fuerzas socialistas, no era deseable llevar la oposición contra el colaboracionismo hasta el extremo, por temor a producir el alejamiento del ala derecha. Por consiguiente, el objetivo de la mayoría de los dirigentes de la Internacional era preparar una propuesta que a la vez hiciese constar la oposición al ‘millerandismo’ y a casi todas las clases posibles de coalición y, sin embargo, no cerrar de hecho y definitivamente la puerta por completo. No era necesaria la conciliación con Millerand [...], pero era necesario complacer a Jaurès”.

La resolución fue elaborada por Kautsky, quien mostró considerables vacilaciones ante la crisis, y pone de manifiesto uno de los flancos débiles de la Segunda Internacional: la convicción de que se podían conquistar “parcelas” del poder. Por supuesto que la declaración (cfr. recuadro) relativiza esta idea pues resulta obvio que no existen circunstancias bajo las cuales la burguesía ceda generosamente el poder. Pero la última parte de la resolución que fue incorporada por Plejánov inhabilita todo lo anterior. (Si se interpreta la resolución en sentido estricto no hay posibilidad de que actúe un ministro socialista en un gobierno burgués pues resulta imposible exigir a un gobierno burgués la imparcialidad en un conflicto entre obreros y patrones.) Este era un método habitual para resolver los problemas: una resolución que se prestase a varias interpretaciones y que no rompiese la unidad. De cualquier manera, la resolución contiene un elemento importante pues pone en manos del partido la decisión final sobre el problema con lo cual descalifica las actitudes individuales.

Si bien la solución dada acabó con Millerand, no lo hizo con los partidarios de la colaboración con los gobiernos burgueses: cuando se hizo presente la “situación de emergencia” los socialistas participaron en los gobiernos burgueses. Así es como durante la primera guerra la burguesía pudo contar con socialistas para llevar adelante su política belicista.

La Internacional y la guerra

La actitud ante la guerra es uno de los puntos claves de la Segunda Internacional, no tanto porque ahí se encuentre la raíz de su bancarrota, sino porque es el núcleo donde se concentran todas sus contradicciones.

En el Congreso de París el punto “Paz internacional, militarismo, supresión de los ejércitos permanentes” tuvo como miembro informante a Rosa Luxemburgo. En su informe esta afirmaba que, independientemente de los plazos que pudieran fijarse, al capitalismo le llegaría su hora y que no había que excluir la posibilidad de que ella fuera consecuencia de una guerra entre los estados burgueses. Proponía a los partidos socialistas luchar contra el militarismo y el colonialismo, oponerse a los presupuestos militares y organizar manifestaciones internacionales en contra de la guerra. La proposición fue aprobada por unanimidad. Esta discusión se vinculó con la de la huelga general pues se discutió la posibilidad de enfrentar la guerra con una huelga general. Pero, dada la escasez de tiempo, el congreso decidió postergar la discusión.

La cuestión de la guerra fue planteada con intensidad en 1907 en el Congreso de Stuttgart. La revolución rusa de 1905 había producido un gran movimiento en el seno de la Segunda Internacional. La izquierda logró perfilarse con mayor precisión y es en Stuttgart donde, por primera vez, actuó como un bloque único. La derrota a manos del Japón y la revolución de 1905 habían dejado exhausta a Rusia, y los capitales franceses e ingleses corrieron en su ayuda. La rivalidad anglo-alemana se acentuaba constantemente. En tales circunstancias la social democracia no podía limitarse a declaraciones más o menos generales. El congreso de Stuttgart se concentró en los problemas de la guerra y del colonialismo.

El problema de la guerra fue encarado de diferente manera. Para la mayoría la cuestión era la actitud que debía asumirse para evitar la guerra, en tanto que la izquierda localizaba su preocupación en la revolución que podría surgir a partir de ella.

El congreso debió enfrentarse con varias propuestas. El socialista francés Hervé presentó la que aparentaba ser la más radical. Pedía a los obreros que se opusieran a toda guerra y que respondieran con la rebelión y negándose al servicio militar. Su propuesta igualaba todas las guerras, con lo que negaba al proletariado también la posibilidad de participar en una guerra revolucionaria. Por otra parte, la respuesta a la guerra no podía basarse en especulaciones sino que dependía de la crisis que generase. Por último, Hervé contraponía guerra y paz, en lugar de plantear los vínculos entre guerra y revolución.

La propuesta de Jules Guesde planteaba la inconveniencia de una lucha especial contra el militarismo pues ella distraería a los obreros de su lucha principal. La única lucha antimilitarista posible era la organización internacional del proletariado para el derrocamiento del capitalismo. A partir de esto proponía una serie de medidas parlamentarias: no votar los presupuestos militares, armar al pueblo para que reemplazara a los ejércitos permanentes. Esta propuesta repetía el viejo procedimiento radical de afirmar que la solución de cada problema sólo podía venir de la revolución. Lo cierto es que, ante un hecho de importancia como la guerra, el socialismo carecería de línea de acción.

Vailiant y Jaurès presentaron una propuesta que se apoyaba, aunque no explícitamente, en la distinción entre guerra “ofensiva” y “defensiva”. Afirmaba que, ante una agresión externa, la clase obrera tenía la obligación de defender a su patria; proponía luchar por el desarme de la burguesía y armar al pueblo; consideraba al internacionalismo como el primer deber de la clase obrera y de ahí hacía partir la necesidad de luchar por el mantenimiento de la paz. Jaurès terminaba proponiendo evitar y estorbar la guerra por todos los medios posibles: lucha parlamentaria, agitación, manifestaciones, e incluso la huelga general y la insurrección. Pero, pese a esto, tampoco vinculaba la guerra con la revolución. Con todo, lo más objetable de su propuesta era el planteo con respecto a la “defensa nacional”, argumento que serviría para apoyar -como después sucedió- la unión con la burguesía en la guerra interimperialista. Este último aspecto lo acercaba a las ideas de los alemanes, diferente en otros planos, pues a estos les parecía sumamente peligroso reivindicar la huelga general y la insurrección como formas posibles de lucha.

La propuesta de Bebel coincidía con la de Guesde y su principal defecto consistía en no indicar tareas al proletariado y en jerarquizar al parlamento en la lucha contra la guerra.

Luego de un prolongado debate se formó una comisión para elaborar el texto definitivo. Durante la discusión se revela la existencia de una izquierda que, por primera vez, realiza reuniones para definir sus posiciones y su acción en el congreso. A su cabeza estaban Rosa Luxemburgo, Klara Zetkin, Ledebour, Lenin y Martov. La hostilidad alemana a la propuesta Vaillant-Jaurès les permitió introducir dos importantes modificaciones elaboradas por Rosa Luxemburgo, Lenin y Martov. En el anteúltimo párrafo evitaron enumerar las formas de lucha, cuestión urticante para los alemanes, pero formularon los factores que las determinan: la intensidad de la lucha de clases y la situación política en general. De esta manera lograron una formulación de principios que unifica a las posiciones. La segunda, más importante, consistió en hacer que se señalara el deber de los socialistas de utilizar la guerra para “precipitar la caída de la dominación capitalista”. Resulta sorprendente que el centro y la derecha hayan aprobado semejante resolución. Aparentemente, como lo señala George Haupt, consideraban la amenaza de revolución como un arma eficaz para frenar a la burguesía y no como un objetivo estratégico.

En Stuttgart el centro y la derecha resultaron derrotados. La resolución por ellos aprobada marchaba abiertamente contra su política. Como señaló Lenin: “El Congreso de Stuttgart ha contrapuesto elocuentemente en una serie de problemas el ala oportunista y el ala revolucionaria de la social democracia internacional y ha dado solución a estos problemas en el espíritu del marxismo revolucionario”. En 1910, en Copenhague, reapareció el problema de la guerra. Ahora se trataba de precisar los medios para realizar las ideas formuladas en Stuttgart, cuestión ampliamente vigente a raíz del acrecentamiento de las tensiones internacionales. Vaillant y Keir-Hardie propusieron una resolución en la que se afirmaba: “Entre todos los medios empleados para prevenir e impedir la guerra, el Congreso considera como particularmente eficaz la huelga general obrera, sobre todo en las industrias que proveen a la guerra sus instrumentos (armas, municiones, transportes, etc.), como también la agitación y la acción popular en sus formas más activas”. Semejante resolución bastaba para espantar a los alemanes, quienes consideraban que hacer referencia a la huelga contra la guerra podía provocar la persecución a los partidos por traición y dar la ocasión para prohibirlos.

La cuestión fue postergada para el siguiente congreso, pero mostró claramente que importantes sectores de la socialdemocracia estaban dispuestos a ajustar su accionar a los límites impuestos por sus respectivas burguesías. En 1912 se reunió un congreso extraordinario a raíz de la guerra en los Balcanes. Pero a la posibilidad de que el conflicto se generalizase, la resolución final dejó nuevamente abierta la cuestión de los medios de lucha. Atendiendo a la imprevisibilidad de la situación que podía generar una guerra, se seguía sin definiciones precisas, en torno al problema. Pero la cuestión que subyacía en esta permanente indefinición no era la mencionada, sino la negativa a definirse por una lucha revolucionaria.

La bancarrota de la Segunda Internacional

Con un bagaje de declaraciones de principio la Segunda Internacional marchó a enfrentar la guerra. Se multiplicaron las manifestaciones, los actos de protesta, las declaraciones parlamentarias, El proletariado europeo se conmovió y las potencias europeas fijaron s u atención en él.

En los momentos previos a la guerra el centro de la acción socialista internacional fue el Buró Socialista Internacional. Este había sido creado como una oficina de información interpartidaria, pero paulatinamente adquirió un peso al encargarse de proponer medidas ante situaciones en las que no era posible convocar un congreso.

El atentado de Sarajevo no repercutió mayormente en la socialdemocracia. Al día siguiente se reunió la dirección del partido alemán para discutir las consecuencias que podría tener, sobre el congreso de la Internacional citado para el 23 de agosto en Viena. Por primera vez el Partido Socialdemócrata Alemán pide que se convoque el B.S.I. Los austríacos responden que la situación no es para alarmarse y consideran infundadas las preocupaciones de los alemanes.

El 15 y 16 de julio se reúne un congreso especial en París, al que asisten invitados extranjeros. Ante la inminencia del peligro Vaillant y Jaurés proponen declarar de inmediato la huelga general. Guesde se opone con el argumento de que en ese caso el país donde el socialismo tuviera más influencia sería llevado a la derrota, lo que provocaría el aplastamiento del socialismo y de la civilización. Hervé, que hasta ese momento se había manifestado como antimilitarista a ultranza, apoya a Guesde señalando que es imposible llevar a cabo una huelga realmente internacional. Por una pequeña mayoría el congreso aprueba la realización de una “huelga general, organizada simultánea e internacionalmente en los países interesados”.

El 23 de julio se reúne la dirección del partido austríaco para considerar la posibilidad de trasladar el futuro congreso a otro país. La mayoría no cree en la posibilidad de una guerra. Tres horas más tarde Austria dirige el ultimátum a Servia. La socialdemocracia alemana toma entonces conciencia del peligro. Lanza un manifiesto de repudio, se organizan manifestaciones en la que Kautsky verifica la apatía de las masas. Aparentemente los dirigentes socialistas pensaban ante un nuevo conflicto parcial, como había sido el de los Balcanes. Se convoca una reunión del B.S.I. para analizar las perspectivas del Congreso e intercambiar opiniones sobre la situación internacional. La cita es el 29 a la mañana. El día antes Austria declara la guerra a Servia. Tal es la incredulidad con respecto a la proximidad de la guerra que cuando llega a la reunión la noticia de que el Zar ha ordenado la movilización parcial de sus tropas la desechan creyéndola falsa. Los social demócratas alemanes reiteran que Alemania solo intervendría en la guerra para responder a un ataque ruso. La única resolución que adoptan es adelantar la convocatoria del congreso para el 9 de agosto, en París, con el fin de discutir la cuestión del proletariado y la guerra. Los delegados se separan sin tomar ninguna medida concreta.

Mientras el secretario general del Partido Socialdemócrata Alemán asistía a la reunión del B.S.I., Südekum remite una carta al canciller en la que le asegura que el partido no asumirá acciones de ninguna especie. El 30 de julio a la noche es asesinado Jaurès. El 1° de agosto Alemania y Francia movilizan totalmente sus ejércitos y Alemania declara la guerra a Rusia. El mismo día el secretario del B.S.I. remite una circular a todos los partidos postergando indefinidamente el congreso. Ese mismo día parte Müller para París y asegura que la social democracia no votará los créditos de guerra, que a lo sumo se abstendrá. Ya en ese momento la guerra había envuelto a Europa. El día 4 de agosto los 111 parlamentarios del Partido Socialdemócrata Alemán aprueban los créditos de guerra.

Los brazos en alto de los diputados socialistas aprobando los créditos para una guerra interimperialista eran el símbolo de la quiebra de la Segunda Internacional. Un internacionalismo retórico se hundía definitivamente, y con él una montaña de resoluciones internacionalistas que fueron incapaces de evitar que la mayoría de los partidos socialistas claudicaran ante la burguesía de sus respectivos países.

El resurgimiento de la Internacional

Del seno mismo de la Internacional surgieron las fuerzas que encabezarían la lucha por el reagrupamiento del proletariado internacional. Cuando el bloque de diputados socialistas alemanes decidió votar en favor de los créditos de guerra catorce diputados se opusieron, pero por disciplina votaron junto a la mayoría. Sin embargo, el 2 de diciembre de 1914 Karl Liebknecht decide quebrar la disciplina partidaria y su mano solitaria se alza para oponerse a los créditos de guerra. El 5 de setiembre de 1915 dirige desde la cárcel una carta a la Conferencia de Zimmerwald, en la que dice: “La nueva Internacional será construida. Ella se elevará sobre las ruinas de la vieja, sobre nuevos fundamentos más sólidos. Ustedes, amigos, socialistas de todos los países, ponen hoy en día la piedra angular del edificio del futuro”. Por el lado de los alemanes se reagrupaban figuras como Klara Zetkin, dirigente internacional del movimiento obrero femenino, y Franz Mehring, historiador de la socialdemocracia alemana y biógrafo de Marx. Rosa Luxemburgo no faltaba en este bloque que tendría a su cargo la reivindicación de la bandera de la revolución. Las predicciones que había elaborado en años de lucha sobre el centro y la derecha resultaban admirablemente confirmadas. Los bolcheviques rusos, y fundamentalmente Lenin, por su parte, establecieron una línea de ruptura con la vieja internacional y comenzaron a trabajar por la construcción de una nueva internacional en la cual el oportunismo que había devorado a la Internacional Socialista no tuviera cabida. La Tercera internacional, la Internacional Comunista, se estaba gestando.

Documentos

Resolución del Congreso de 1900 sobre la colaboración con los gobiernos burgueses

“La conquista del poder político por el proletariado en un estado democrático moderno no puede ser resultado de un golpe de mano, sino que ha de venir solamente como conclusión de una larga y paciente actividad para organizar al proletariado política y sindicalmente, para su regeneración física y moral y para ir consiguiendo gradualmente puestos representativos en los ayuntamientos y en los cuerpos legislativos.

Sin embargo, en donde el poder gubernamental está centralizado no puede conquistarse de esta manera fragmentaria. La entrada de un solo socialista en un ministerio burgués no puede ser considerada como el comienzo normal de la conquista del poder político: nunca puede ser más que un expediente temporal y excepcional en una situación de emergencia.

Cuando en un caso dado existe una situación así, de emergencia, la cuestión es de táctica y no de principios. El congreso no tiene que decidir esto. Pero en todo caso este peligroso experimento sólo puede ser ventajoso si es aprobado por un partido unido y si el ministro es, y continúa siendo, delegado de su partido. Siempre que un socialista llega a ser ministro independientemente de su partido, su entrada en el gobierno, en lugar de ser un medio que favorezca la conquista del poder político, se convierte en una manera de retrasarla.

Enmienda Plejánov: El congreso declara que un socialista debe dimitir de un gobierno burgués si la organización del partido opina que ese gobierno se ha mostrado parcial en un conflicto industrial entre el capital y los trabajadores.”

(Citado por Cole en: Historia del Pensamiento Socialista. México, F.C.E. 1959. Vol. III. )

Condena al revisionismo en el Congreso de Dresde de la Socialdemocracia Alemana (1903)

“El congreso condena de la manera más decisiva el intento revisionista de alterar nuestra táctica, puesta a prueba dos veces y victoriosa, basada en la lucha de clases. Los revisionistas desean que la conquista del poder político, sobreponiéndose a nuestros enemigos, sea sustituida por una política que se enfrente a medias con el orden actual. La consecuencia de esta táctica revisionista sería la transformación de nuestro partido, que ahora trabaja por una rápida conversión del orden burgués existente de la sociedad en un orden socialista; en otros términos, es un partido verdaderamente revolucionario en el mejor sentido de la palabra. Si se adoptase la política revisionista se convertiría en un partido que se conformara con sólo reformar la sociedad burguesa.

Además, el congreso de nuestro partido condena cualquier tentativa de no tener en cuenta los conflictos de clase existentes y siempre en aumento con el propósito de convertir a nuestro partido en un satélite de los partidos burgueses.”

Resolución del Congreso de 1889 sobre el Primero de Mayo

“Se organizará una gran manifestación en fecha fija, de tal manera que simultáneamente, en todos los países y en todas las ciudades en el mismo día convenido, los trabajadores pedirán a las autoridades oficiales la reducción, mediante una ley, de la jornada del trabajo a ocho horas y que se lleven a efecto las demás resoluciones del congreso de París. En vista de que una manifestación análoga ha sido ya aprobada para el primero de mayo de 1890 por la Federación Norteamericana del Trabajo en su congreso celebrado en San Luis en diciembre de 1888, se adopta esta fecha para la manifestación internacional.

Los trabajadores de los distintos países realizarán la manifestación en las condiciones qué les sean impuestas por la situación especial de cada país.”

(Citado por Cole, Historia del Pensamiento Socialista, México, F.C.E., 1959. Vol. III. )

Resolución del Congreso de Copenhague sobre los acuerdos de la Internacional

“El congreso, reconociendo que sería difícil formular un modelo de instrucciones para cumplir los acuerdos de los congresos de la Internacional, declara que es necesario dejar a los partidos nacionales la facultad de elegir la forma de acción y el momento oportuno.

Sin embargo, insiste enérgicamente en que es deber de los partidos hacer lo más que puedan por cumplir los acuerdos de los congresos de la Internacional.

El Buró Socialista Internacional preparará, antes de cada congreso Internacional, un informe dando cuenta de lo que hayan hecho los partidos nacionales para poner en práctica los acuerdos de los congresos.”

Algunas opiniones de Bernstein

Liberalismo y socialismo:

(...) en relación con el liberalismo, como gran movimiento histórico, el socialismo es su legítimo heredero, no sólo por sucederle en el tiempo, sino también por las cualidades de su espíritu, como lo muestra toda cuestión de principios sobre la cual tenga que adoptar una actitud la social-democracia.”

Evolucionismo

“El feudalismo, con sus organizaciones y corporaciones inflexibles, tuvo que ser destruido casi en todas partes mediante la violencia. Las organizaciones liberales de la sociedad moderna se diferencian de las del feudalismo precisamente por ser flexibles y capaces de cambio y desarrollo. Necesitan, no ser destruidas, sino solo que se las desarrolle más.”

Nacionalismo alemán

“Del mismo modo que no es de desear que ninguna otra de las grandes naciones civilizadas pierda su independencia, tampoco puede ser indiferente a la social-democracia alemana que Alemania, que ha tomado y toma parte honrosa en la obra de civilización del mundo, no sea aceptada como igual en el concilio de las naciones.”

Colonialismo

“Tiene alguna justificación, cuando se han adquirido colonias, que se examine cuidadosamente su valor y su porvenir y que se controle la situación y tratamiento de los indígenas, como también otras cuestiones de administración; pero esto no es una razón para pensar, a priori, que esa adquisición sea algo censurable.”

(Citado por Cole en: Historia del Pensamiento Socialista. México, F. C. E. 1959. Vol. III. )

Rosa Luxemburgo: Contra el revisionismo

“Según se desarrollan actualmente los acontecimientos, la lucha parlamentaria y sindical se concibe como un medio de educar y llevar al proletariado poco a poco a la conquista del poder político. Mas, en vista de la imposibilidad e inutilidad de esta conquista, opina la concepción revisionista que se debe tender simplemente a conseguir resultados inmediatos, esto es, a “elevar la condición material del obrero y a limitar gradualmente la explotación capitalista, ampliando el control social.

Si prescindimos del fin de la inmediata elevación de la condición del obrero —ya que este punto es común a ambos criterios— tendremos que toda la diferencia consistirá, dicho en pocas palabras, en lo siguiente: según la opinión en uso, la importancia socialista de la lucha sindical y política consiste en que da al proletariado, es decir, al factor subjetivo de la transformación social, la preparación necesaria para llevar esta a cabo. Pero, según Bernstein, la diferencia estriba en que la lucha política y sindical debe ir limitando, si bien gradualmente, la explotación capitalista; ha de despojar cada vez más, a la sociedad capitalista, de su carácter de clase, marcándole la impronta socialista; en una palabra, debe llevar adelante la transformación socialista en un sentido objetivo (…) La opinión que priva en el partido es la de que el proletariado llegará, con el ejercicio de la lucha política y sindical, a convencerse de la imposibilidad de cambiar fundamentalmente su situación por medio de esta lucha, así como también la inevitabilidad de una conquista final de los instrumentos políticos del poder. Pero, en el concepto de Bernstein, se parte del supuesto de la imposibilidad de esta toma política del poder estatal, implantándose el socialismo por simple lucha política y sindical.

Según la interpretación bernsteniana, el carácter socialista de la lucha económica y parlamentaria se encuentra, precisamente, en esa fe, en una gradual influencia socialista sobre la economía actual. (…) El socialismo trascendente, verdadero, de la lucha sindical y política consiste en que, al educar el juicio y la conciencia del proletariado, lo organiza como clase. Pero si, por el contrario, este juicio de la economía capitalista, además de negar la virtud socializante que se le atribuye, perderán también su otra significación: la de ser medios de educar a la clase trabajadora para la conquista proletaria del poder.”

(Rosa Luxemburgo: Reforma o Revolución. Buenos Aires, Ed. Jorge Alvarez, 1969.)

Lenin: Sobre el revisionismo y las capas medias

“Determinar el comportamiento de un caso para otro, adaptarse a las circunstancias del día, a los virajes de las minucias políticas, olvidar los intereses cardinales del proletariado y los rasgos fundamentales de todo el régimen capitalista, sacrificar estos intereses cardinales en aras de las ventajas reales o supuestas del momento: esa es la política revisionista.

(…) El revisionismo resultaba un fenómeno inevitable puesto, que en todo país capitalista existen siempre, al lado del proletariado, extensas capas de pequeña burguesía, de pequeños propietarios (…) El capitalismo crea de nuevo, infaliblemente, toda serie de ‘capas medias’ (…) Estos nuevos pequeños productores son nuevamente arrojados también, de modo no menos inevitable, a las filas del proletariado. Es perfectamente natural que la mentalidad pequeñoburguesa irrumpa de nuevo, una y otra vez, en las filas de los grandes partidos obreros.”

(Lenin: “Marxismo y revisionismo”, en Obras Completas, Buenos Aires, Cartago, 1960. Tomo XV)

Extractos de la resolución del Congreso de Stuttgart sobre “El Militarismo y los conflictos internacionales”

“(…) la acción contra el militarismo no puede ser separada del conjunto de la acción contra el capitalismo (…)

Las guerras son (…) la esencia del capitalismo y no cesarán más que por la supresión del sistema capitalista o bien cuando la amplitud de los sacrificios en hombres y en dinero exigidos por el desarrollo de la técnica militar y las revueltas provocadas por los armamentistas empujen a los pueblos a renunciar a este sistema.

La clase obrera (…) es adversaria natural de las guerras porque estas están en contradicción con el fin que ella persigue: la creación de un nuevo orden económico basado en la concepción socialista, destinado a traducir en realidad la solidaridad de los pueblos.

Por eso el Congreso considera que es un deber de todos los trabajadores y de sus representantes en los parlamentos combatir con todas sus fuerzas a los ejércitos de tierra y de mar, señalando el carácter de clase de la sociedad burguesa y los móviles que imponen el mantenimiento de antagonismos nacionales; de rechazar todo apoyo pecuniario a la política de guerra, así como de esforzarse porque la juventud proletaria sea educada en las ideas socialistas de la fraternidad entre los pueblos; despertando sistemáticamente su conciencia de clase.

El congreso ve en la organización democrática de un sistema de milicias, destinado a reemplazar a los ejércitos permanentes, una garantía real que haga imposible las guerras agresivas y facilite la desaparición de los antagonismos nacionales (…)

El congreso declara:

Si una guerra amenazara con estallar, es un deber de la clase obrera en los países afectados, y de sus representantes en los parlamentos, con la ayuda del Buró Internacional, fuerza de acción de coordinación, el de hacer todos sus esfuerzos por impedir la guerra, por todos los medios que les parezca mejores y más apropiados y que, naturalmente, varían según lo agudo de la lucha de clases y la situación política general.

No obstante, en el caso de que la guerra estallara, tienen el deber de interponerse para que cese inmediatamente y de utilizar con todas sus fuerzas, la crisis económica y política creada por la guerra para agitar a las capas populares más amplias y precipitar la caída de la dominación capitalista.”

La represión del primero de mayo de 1890

A las 23 horas del 30 de abril de 1890 el gobierno francés dio la siguiente orden:

“Las tropas cargarán el fusil Lebel. Los hombres tendrán en cartuchera dos paquetes de cartuchos libres, es decir, 12 cartuchos. Si en el curso de la jornada se hiciera necesario un mayor número de cartuchos, los proveedores designados de antemano —uno por sección, ocho por compañía— se encargarán de renovar las provisiones en los cuarteles, donde estarán listas las cajas de municiones.

El 1º de mayo las tropas de París comprenderán: once regimientos de infantería, el 64 regimiento de Coraceros, el 27º y 28º regimientos de Dragones, el 3º de Coraceros de Versalles, el 5º de cazadores de Rambouillet, el 8º de Dragones de Melum, 12º y 13º regimientos de Artillería de Vincennes.

A estas tropas se unirán: la Guardia Republicana en su totalidad y la compañía de Gendarmes del Sena.

En la plaza de la Concordia se dispondrán quinientos guardias de las brigadas centrales; otros cien se hallarán colocados en la Madelaine.

Las manifestaciones en la vía pública estarán formalmente prohibidas. La menor reunión de personas será dispersada.”

(Citado por Dommanget en: Historia del 1º de Mayo, Buenas Aires, Americalee, 1957.)

Número de delegados que participaron en los congresos de la Segunda Internacional

I

II

III

IV

V

VI

VII

VIII

E

África del Sud

-

-

-

-

-

1

-

-

-

Alemania

81

42

92

48

57

68

289

189

75

Alsacia-Lorena

1

-

-

-

-

-

-

-

Argentina

1

-

-

-

1

2

3

1

-

Australia

-

-

1

1

-

1

1

-

-

Austria

9

11

27

6

10

10

75

65

59

Bélgica

14

147

17

19

37

38

27

26

32

Bohemia

1

-

7

1

2

-

41

44

60

Brasil

-

-

2

-

-

-

-

-

-

Bulgaria

1

-

2

4

3

2

5

7

3

Canadá

-

-

-

-

-

1

-

-

-

Dinamarca

3

3

2

7

19

7

17

146

8

España

2

1

2

6

6

5

6

5

2

Estados Unidos

5

6

3

7

6

11

22

24

-

Finlandia

1

-

-

-

-

-

2

19

2

Francia

221

69

41

129

1073

82

78

49

127

Gran Bretaña

20

23

65

475

95

101

123

84

13

Grecia

1

-

-

-

-

-

-

-

-

Holanda

4

9

6

13

3

31

9

14

9

Hungría

3

2

9

3

1

3

25

14

20

Italia

13

4

21

13

15

5

13

9

11

Irlanda

-

-

-

-

3

-

-

-

-

Japón

-

-

-

-

-

1

1

-

-

Luxemburgo

-

-

-

-

-

-

-

-

Noruega

3

1

-

-

1

2

8

31

3

Polonia

4

7

11

13

20

20

30

34

20

Portugal

1

-

-

1

1

-

-

-

2

Rumania

5

5

5

1

-

-

4

2

2

Rusia

6

-

1

7

24

37

63

39

36

Servia

-

-

1

-

-

1

1

3

-

Suecia

2

1

-

2

3

5

19

86

8

Suiza

6

6

101

12

10

7

1

13

49

Turquía-Armenia

-

-

-

-

-

-

-

2

-

Las columnas indican:

I: Congreso de París, 14-21 de julio de 1889.

II: Congreso de Bruselas, 16-23 de agosto de 1891.

III: Congreso de Zurich, 6-12 de agosto de 1893.

IV: Congreso de Londres, 26 de julio-2 de agosto de 1896.

V: Congreso de París, 23-27 de setiembre de 1900.

VI: Congreso de Amsterdam, 14-20 de agosto de 1904.

VII: Congreso de Stuttgart, 16-24 de agosto de 1907.

VIII: Congreso de Copenhague, 28 de agosto-3 de setiembre de 1910.

E: Congreso Extraordinario de Basilea, 24-25 de noviembre de 1912.

(Tomado de George Haupt, La deuxieme internationale, 1889-1914.

This entry was posted on Tuesday, April 01, 2008 at 8:31 AM and is filed under . You can follow any responses to this entry through the comments feed .

0 comments

Post a Comment